La muela del juicio es un vestigio del hombre primitivo que la evolución ha convertido en inútil por la falta de uso. Ya no es necesario triturar pacientemente la carne cruda de un animal recién cazado. Y ahí está, dando por saco, enterrada en la encía cual fósil, poniendo a prueba la habilidad de un sacamuelas que ejerce por unos momentos de antropólogo para extraer a la luz un trozo de ese pariente remoto y enviarlo al contenedor de residuos orgánicos sin importarle un carajo la prehistoria. Esa pieza está de sobra y da la lata con frecuencia, como otras tantas cosas que poco valen y nos persiguen toda una vida de un lado para otro, de mudanza en mudanza, incapaces de deshacernos de ellas no sabemos bien por qué, quizás porque simplemente han estado siempre ahí, aunque sea en un desván. Esa compañía estéril se acaba convirtiendo en un recuerdo por el simple hecho de haber compartido nuestra existencia.
La materia gris corre el mismo peligro, con peores consecuencias. Transitamos hacia la atrofia mental ayudados por una tecnología que se recicla a cada minuto. Las comodidades nos han llevado de la subsistencia a una cómoda existencia. Alimentos procesados, precocinados y envasados que van del microondas a los dientes. Las ideas siguen un esquema similar. Su microondas son las redes 2.0 o 3.0 (o así sucesivamente) que las empaquetan en ligeros packs de 140 caracteres, en titulares, en cabeceras, en imágenes o en frases que resultan fáciles de llevar y que como no cuestan casi nada las pillamos a cientos y ya veremos luego qué hacemos con ellas y en qué tertulia las colocamos para quedar fetén total. Subió la prima de riesgo. Bajó la bolsa. Murió fulanito. Cómo se haya llegado a la subida, bajada y muerte, es lo de menos. Tú sabes lo que hay que saber, te has tomado la píldora informativa. Hemos pasado del caldo a fuego lento a la pastilla de “Pollocrem”. Del libro al panfleto. Del debate al show.
No voy a poder con este año electoral. Necesito una amnesia programada, una máquina del tiempo, quedar acorralado por la nieve en una aldea (no global) con jamón, queso y vino suficientes hasta un rato después del último voto de la temporada. No aguanto la demoledora Yenka que no para de sonar: izquierda izquierda – derecha derecha – delante detrás, un dos tres. Me hastía la pareja de baile de los últimos 30 años. No voy a soportar cómo se reinventa la izquierda, o lo que sea, en una fashion week interminable, repleta de intelectuales de nueva ola que no paran de decirnos lo que se lleva a cada momento; la derecha es uno de los inventos más viejos del mundo y no pierde el tiempo en esas pamemas porque funciona a la perfección. Los únicos desfiles que le gustan son los que salen en el Nodo. De ese tipo.
Me apenará ver cómo y de qué manera el coletas recién llegado va a envejecer sin haber ejercido, por la intensidad de los acontecimientos, de ese torbellino de verdades y mentiras en el que ha caído, verdaderas o falsas, por las exposiciones a granel. Ver cómo le están haciendo un corte de pelo a lo Sansón. No sé qué necesidad hay de asaltar los cielos cuando quedan tantos asaltos pendientes en la tierra, y más urgentes. El camino a tan lejana fortaleza está lleno de nubes que se acabarán convirtiendo en negros nubarrones preñados de granizo. No llevo bien que el más “pulcro” de los recién llegados, pelo corto, corbatita, piquito de oro, sin GPS ideológico tampoco, asista a prudente distancia a la carnicería de su contrincante a la espera de su botín electoral mientras sus filas se van llenando de eduardos indas, alfonsos rojos, arcadis espadas, isabeles sansebastianes y personajes por el estilo, que también son Ciudadanos, y no constituyen, por lo tanto, un peligro chavista ni castrista. No resultan sospechosos. No resultar sospechoso es mal asunto.
Estoy hasta el escroto de hemorragias de opinión: encuestas, sondeos, “metroscopias”, ecografías, mamografías y hasta del “equipo médico habitual” como cuando Franco se estaba muriendo. Que qué pasaría si votáramos hoy en lugar de votar cuando toca y si ganara el que no toca si no hubiéramos votado hoy, ¡por todos los santos! Harto de que Monedero sea un chorizo para los que no paran de comer caviar gracias a sus chorizadas. Harto de Montoro y sus monterías feudales. Harto de que Bárcenas presuma de macarra sin que sus putas de Génova lo denuncien. Cansado del todos contra todos o uno contra todos o todos contra uno. Siempre contra, nunca para. De Los Tres Mosqueteros poco tenemos. Ni uno. Vergüenza infinita de que a cualquier español que tenga medio gramo de cerebro le inviten a abandonar su país, empezando por este gobierno de vírgenes, por esta secta, y acabando por un rey tan preparao, pero que tan preparao, que prefiere quedarse aquí, coño ¡qué mal ejemplo!
Grecia querida. Lejos de la vista lejos del corazón, dice el refrán. Ya ves, la prioridad no eres tú, aquí estamos, con nuestras pajas, que ya huelen a peligrosa yesca. Divididos, como nos quieren. Mientras, el pelotón de fusilamiento, compuesto por los mejores francotiradores de vuestra Europa, de vuestra casa, de la nuestra, afinan gozosos su puntería. Delante tienen a los inventores de la democracia. Toda una tentación.