Revista Decoración

La zona de aprendizaje: empezar a actuar.

Por Paula Lesina
Zona de aprendizaje, Veronik Ilustra
Más allá de los siete pasos organizados para mover los engranajes de la costumbre, estaba mi zona de aprendizaje...
Creo que esta es la parte de la historia que más te interesa: conocer el proceso.
Puedo entenderlo. En general el relato sobre "emprender" es una visión final y exitista de una historia que es mucho más que un camino progresivo hacia el logro de tus objetivos.
Cuando el logro se hace visible quedó detrás un camino que nada tiene de lineal. Nada.
Cuando el logro se hace visible, conociste todos los matices emocionales de vivir en tu zona de aprendizaje. 
Y sí... como te imaginabas: la zona de aprendizaje es un territorio desconocido y como todos los territorios por explorar, al principio, te queda incómodo.
Somos naturalmente adictas a la seguridad. Nos puede la fuerza de la certidumbre porque los patrones repetitivos son consoladores: 
- Ya sabés lo que viene.- Ya sabés cómo te va a hacer sentir.- Ya sabés cómo reaccionar a eso.- Ya sabés las consecuencias.
En definitiva, "ya sabés". La sensación de certidumbre nos puede... y eso está muy bien para vos si no sentís en el cuerpo la necesidad de ir más allá.
Porque en ocasiones, estás bien donde estás: tranquila y confortable. En ese caso, la zona de confort te queda como anillo al dedo y no veo por qué querrías salir solo porque el discurso imperante es el de quebrar los límites de tu zona gris.
Veamos mi santa, no todo lo que dicen es lo que necesitás.
No sé si te acordás del rollo filosófico que te enseñaban en la secundaria pero somos seres únicos y eso hace que la única que sabe lo que tiene tu propia medida, sos vos. Y si no lo sabés, entonces entrenate para estar atenta a tus necesidades, no las del medio.
Aprendé a escucharte a vos sin todo el ruido del mundo online que te "vende" una historia de personas felices que transgreden su zona de confort y crean negocios en internet automatizados...
¿Eh?

¿Salir de la zona de confort para automatizar? 


¿No es lo mismo?
En definitiva seguirías en la misma rosca: no es un propósito -mucho menos una misión- sino una cadena de hechos a los cuales te sometés para ganar el dinero que te permita tener más tiempo libre. 
Quizás menos alienante que un trabajo en el cual otra persona pauta el ritmo de tus días, pero dejame contarte algo: dentro de tres años vas a estar igual de quemada.
¿Sabés por qué?
Porque lo que hace la diferencia es tener un propósito. El propósito te lleva por zonas de incertidumbre y aprendizaje. Es todo lo que te imagines, menos un sistema automatizado. De hecho, cuando estés en propósito no vas a sentir la necesidad de automatizar todo tu trabajo porque lo estás viviendo con la intensidad y la naturalidad de una misión.
A todo esto  ¿y qué si a vos te sentís cómoda en tu trabajo y con tu vida?
El relato de la "zona de confort" no te interpela. Y  todos tan contentos.
El tema es cuando sí te interpela.
Cuando sentís que hay un mundo más allá de las 8 horas que dedicás a financiarte la vida y te lo estás perdiendo.
Esa sensación de pérdida es la que no deberías permitirte. 
No deberías permitirte sentir que te estás perdiendo la vida mientras dedicás tu tiempo a algo que no te hace feliz. La vida es demasiado corta para eso. 
Ojo: esto lo escribe alguien para quien esa expresión es más que un lugar común. Le tengo el cuerpo salvado a la parca varias veces... Varias veces.
Es más, creo que demoré demasiado para aceptar este último cambio. ¿Sabés por qué? Porque en este último impulso de cambio ya era madre y me venció por cuatro años la necesidad de seguridad.

Tuve que sentirme muy enferma para priorizar. 


Triste que reaccionemos solo a las situaciones límite.
Entonces, decidí confiar en mi potencial de hacer realidad lo que imaginaba y en que mientras construyera mi idea, no iba a ser fácil pero a mi hijo no iba a faltarle nada.
Te mentiría si dijera que fue simple y viví todos los días de los últimos seis meses con certeza y comodidad, pero algo puedo asegurarte: a Camilo no le faltó nada. No le falta y tampoco le va a faltar.
Claro, tuve que hacer elecciones. Elecciones de vida para mí y para él. Sentí culpa, miedo, ansiedad y todo lo que te imagines que se puede sentir cuando tomás decisiones que involucran un hijo. 
Tampoco fue un camino llano sino uno de esos recorridos donde vez a lo lejos  un cerro y no sabés qué es lo que viene detrás. Das pasos en falso. Trastabillás pero seguís. Porque tenés que seguir y porque tenés pocas certezas pero algo es cierto: si te sentás a esperar, te devora la costumbre y terminás por abandonar.
La zona de aprendizaje es eso: un camino en el que vas viviendo valles y cerros. Momentos en los que el camino parece llano y despejado y momentos en los que ves, 300 metros de tierra sobre tu cabeza y no tenés idea lo que viene más allá.
¿Podés vivir con eso?
¡Claro que sí!
Podemos vivir con eso. De lo contrario no existiría "evolución" -otro día discutimos lo controvertido de esta idea. Yo puedo. Vos podés. 
Así me sentí los últimos meses. Los días se fueron sucediendo con la consciencia de ser la responsable de diseñarlos para construir lo que en mi imaginación ya tenía forma. ¿Dudas? Algunas. Pocas para ser honesta. Porque siento una certeza difícil de explicar respecto al proyecto que estoy creando.
Porque es más que un proyecto laboral es una forma de ser y estar en el mundo.

¿Te paso tres sugerencias para vivir tu zona de aprendizaje?


Quizás ya me hayas escuchado pronunciarme respecto a tu necesidad de creer en el proyecto. Si querés, no creas en vos, pero sí creé en lo que tenés para comunicar. Mi primera sugerencia es:
- Creé en el mensaje, independientemente del mensajero.
Cuando el mensaje se consolide, te vas a sentir fuerte para creer en vos como portavoz del mensaje y ahí, es cuando comienza lo bueno.
¿Otra más?
Ponele que no soy la reina de la originalidad pero... también sabrás que no creo en la sobrevalorada idea de ser "original".
- Trabajá por la idea, no por el resultado.
En el único momento de estos seis meses en el cual trabajé por el resultado, me equivoqué. Por un momento, ansiosa por cumplir con la deuda que adquirí para educarme, tomé una decisión desde la razón y la necesidad antes que desde la emoción y el propósito.
¿Resultado?
Me sentí fatal. No actué de acuerdo a mi intuición. Obtuve resultados pero seguramente no fue desde mi mejor versión.
Finalmente, quiero compartir contigo una sugerencia más:
- Aprendé a valorar el proceso. 


Ta. Una cosa es que no pretendas ser original Paula y otra muy distinta que te pases de repetitiva. Sin embargo, fue el gran aprendizaje de estos meses. Todos las visiones trágicas que pude trazar en el momento en el que decidí emprender, no se cumplieron. Me despierto entusiasmada de los planes que tengo para cada día y si bien tuve que honrar la deuda que contraje... ponele que nunca tuve que pedirle nada más a nadie para seguir viviendo la vida que me tracé hace seis meses.
Hoy vivo en el proceso y además, confío en que todo será mejor con el tiempo porque lo que ofrezco es auténtico. Si deja de serlo, deja de ser La Desmesurada.
Ponele.
Ahora que te conté estar parte, el viernes, hablemos del plan práctico. 
¿Te parece? Si vos tenés tu propio plan, contámelo, los comentarios me hacen feliz (no te olvides que esta desmesurada es antes que nada, una bloguera)

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