En estos días y a tenor de la polémica por la prohibición, luego atemperada, de la ceremonia de presentación de armas por parte de los cadetes de la academia de Toledo el día del Corpus; de acuerdo al nuevo reglamento de honores militares, se me viene a la mente escribir en dos artículos, al alimón con mi amiga Chan, sobre esto del laicismo y la cercanía, a veces, tóxica, entre lo público y lo religioso. También sobre esa oleada antirreligiosa, haciéndola sinónima a la fuerza a ser laica, que es un descoyuntar de muchas tradiciones.
La religión católica en España ha ocupado un papel histórico preponderante, tan así ha sido que incluso al régimen de Franco se le llamó nacional catolicismo dado los nexos y sinergias evidentes entre ambos. Esta simetría dictadura - religión católica ha logrado que muchas personas se alejen de la iglesia estableciendo una conexión mental que no fue muy falsa pero, hoy en día, seguro que no es del todo cierto. También a esta separación ha ayudado algunas posturas de la iglesia claramente incomprensibles; aunque de cuando en cuando, no muy a menudo, se pone "al día" y reacciona de forma valiosa y valiente, como en el caso de pederastia en su seno. Al estar la religión tan entrelazada con la tradición, historia y costumbres de la España que pisamos, y algunos hollan, ha creado en su historia toda una panoplia de celebraciones, eventos, exhibiciones con carácter más o menos religioso que llena no solo la capacidad espiritual de muchos sino también la de la tradición, celebración, reunión y fenómeno social superando, con mucho el fenómeno religioso y dotándole de otras características laicas, tradicionales y de costumbres que son, al fin y a la postre, lo que muchos siguen. Y esto es así porque la religión aprovechó de manera prosélita las celebraciones paganas anteriores para adaptarlas y convertirlas y, de esta manera, y por medio de la celebración avanzar en su desarrollo y extensión: fiesta de la cosecha, del solsticio de invierno, de la llegada del hijo, de la primera adolescencia, etc.Por esta característica es imposible de separar entre lo religioso y lo mundano, entre lo cultural, como reflejo de la propia historia de un grupo humano, y lo relativo a la fe y la devoción es por lo que los intentos laicistas topan con múltiples detractores. Separar lo que es religioso de lo que no lo es, y más aún, consagrar al tiempo los derechos de todos, cristianos y no cristiano, católicos y no católicos, ateos y creyentes con la historia, la tradición y el pasado es un juego díficil cuando no imposible. Las fiestas populares, los días feriados, las celebraciones patronales, las romerías, entre ellas la multitudinaria de "El Rocío", la Semana Santa, el camino de Santiago o la Navidad, etcétera están hasta tal punto enterrados en nuestras raíces como pueblo que es imposible separarlo o, al menos, muy dificil sin quedarse en fiestas sin trasfondo, sin características, baldíos ejemplo de una nada ahistórica y atradicional.
Por eso no estoy a favor del laicismo militante, el que busca esa separación cortada "a cuchillo" entre lo "civil y laico" y lo "religioso". Aquellos que son capaces de negar una cultura y una tradición histórica, y sinceramente no demasiado religiosa, por ver un resabio curial o unas formas más o menos evidentes de religión, todo ello amparado en un anticlericalismo al cual cada cual tiene derecho pero que puede dar lugar a absurdos canónicos, nunca mejor dicho porque cualquier intento de eliminar y convertir las fiestas en otra cosa sin ese aditamento en muchos casos necesario y tradicional de la religión, por constituyente, lo convierte en algo tonto y fútil. Por ejemplo, los intentos para convertir la Navidad en fenómenos pseudopaganos de invierno. Porque en el fondo, subyace la necesidad de diversión de la sociedad por encima de esa metabolización y asimilación cultural de la religión y por encima de cualquier ordenamiento artificioso. Al final todo queda en verse los amigos, bailar y emborracharse con el santo o la virgen como figura que da la coartada suficiente: a fin de cuentas pocos cuentan las fiestas religiosas como tales y paara muchos, los que así lo quieren, son solo ejemplos o formas de escapar a la vida rutinaria, hacer días de descanso, escaparse a la playa, encontrarse con amigos.
El único beneficio de este laicismo anulador es evitar que otras religiones, confesiones, credos, creencias piensen que pueden ascender a ese olimpo de dos mil años donde se han cocinado pensamiento, historia, ciencia, filosofía para dar lugar al lugar actual del conocimiento occidental y reclamar como parte de ese beneficio histórico parte de sus circunstancias que son en muchas veces sorprendentes involuciones y en otros terribles retrasos, como el caso del pañuelo en las escuelas, como forma de consagrar el respeto, la democracia o los derecho. Ese es el único punto bueno que tiene el hacer la sociedad más laica para estos asuntos de dificil separación se evitan abusos. Porque para el resto, los que serían fáciles de separar, por ejemplo las fiestas laborales del calendario, nadie ni cristianos ni ateos, ni musulmanes ni agnósticos ni siquiera seguidores del pastafarismo se quejan, es más todos, me incluyo, querría celebrar las fiestas budistas, taoístas, musulmanas, judías, ortodoxas en sus diferentes versiones, sectas y composiciones.
Otra cosa diferente es que las religiones deban y tengan que estar amparadas, sustentadas, protegidas por el estado, no solo la católica, sino todas. Eso sería un despropósito claro y como tal no se da, lo que se ocurre es que al igual que la actividad asistencial y hospitalaria está en manos religiosas en gran parte, también la educación lo está y de esta manera a sido un lugar donde la religión católica se ha esforzado tanto para generar parroquia en el futuro como, probablemente, para influenciar en la sociedad y consagrar su voluntad de luchar contra la ignorancia estulta y extendidísima. Contra eso, contra esos favores a la sociedad que la iglesia se toma enunciando su doctrina y su punto de vista no hay nada que reclamar: quid pro quo. Y en cuanto a la posible financiación de la iglesia católica, el célebre concordato, si bien no es lo que debería ser, cada iglesia debería sostenerse con sus fieles, si atendemos a esta labor social conjunta y al patrimonio cultural e histórico que les pertenece parece que las cuentas salen casi parejas aunque le da a la iglesia católica una ínfula de "parte del estado y con derecho a influir en el estado" que es desacertado y equivocado. Pero volviendo al asunto del laicismo beligerante en cada fiesta y en cada celebración.
Dejémonos entonces de tonterías pseudopolíticas, vístámonos de San Fermín, aunque seamos judíos ortodoxos, vayamos a buscar y a celebrar el día de la patrona, aunque hayamos nacido en un país del Islam, y celebremos la nochebuena, "ande, ande, ande", porque celebrar, encontrarse, recordar, reírse y bailar es el ejercicio ciudadano y personal más libérrimo y la religión, ha tenido que aceptarlo históricamente, y por lo tanto es, y que no me oiga nadie, una pequeña-gran victoria contra el ostracismo de la oscuridad de la religión y un rayo de claridad y aire fresco a nuestras mentes más proclives al interesante, cebado y lascivo Don Carnal que a las tibias, enjutas y secas Cuaresmas.
Religiones, personas, fiestas y bullicio en Recuerdos del día de mañana.
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Imagen: http://aravadeblog.files.wordpress.com/2009/07/sanfermin1.jpgDespierte el alma dormida, avive el seso e despierte. A fin de cuenta sino pensamos y vivimos para que queremos estar. Los pensamientos de hoy son recuerdos del mañana que tenemos hoy.