Esta mañana he tenido un idilio con mi cama (con y no en) y me he levantado tarde. Como consecuencia de esos momentos de placer he salido tarde y como castigo a esa debilidad me he zampado un atasco precioso y muy muy prolongado. Tan prolongado que me ha dado tiempo a escuchar un trozo de mi programa de radio habitual que jamás había escuchado porque a esas horas ya estoy currando.
He dicho programa de radio y no es verdad, lo que he escuchado ha sido una sucesión de cuñas de radio, una detrás de la otra. A lo mejor alguien está pensando pero ¿por qué has hecho eso? ¿por qué no has cambiado de emisora o has puesto música o un podcast? Pues porque he descubierto que el verdadero talento publicitario está en los guionistas de cuñas de radio.
Un guionista de radio tiene que escribir un reclamo para un producto que no da la talla para anunciarse en televisión. Bien porque es un demasiado idiota bien porque no tiene suficiente dinero o bien por una equilibrada combinación entre ambos factores. Los productos que se anuncian en radio tienen siempre un aroma a cosa antigua, a reducto de viejos tiempos, a idea del listo de tu pueblo que quería hacerse rico con algo revolucionario... y lo más que consiguió es que los vecinos se lo compraran por pena o dejándose engañar.
Los guionistas de radio tienen poco recursos y unas condiciones hostiles. El escuchante está a por uvas, y según se apaga la voz de su comunicador de confianza su atención se apaga y no vuelve a conectarse hasta que la voz amiga retoma el discurso. Entonces, ¿qué pueden hacer los guionistas?
Nada. Y eso es lo mejor. Si prestas atención a las cuñas de radio descubres un mundo fascinante, tan fascinante como escuchar un vinilo al revés. Detrás de esas frases y esos reclamos hilarantes hay gente... y yo me los imagino en una habitación sin ventanas, al fondo de un pasillo, inmersos en una nube de humo y con botellas de vino (quién sabe, quizás de un anunciante agradecido) escondidas en la cajoneras.
Llega el jefe. Abre la puerta del cuchitril de golpe y grita las órdenes del día.
—Chavales, tenéis trabajo.
—¿qué toca hoy, jefe?
—Una almohada con la que tienes el cuello fresco. Lo primero ponedle nombre.
—Ok jefe, entendido.
—¿Qué os parece "Nukita seca"?
—Deja el vino.
—No en serio, "Nukita seca" mola.
—Si lo llamamos así nos echan.
—¿Qué te apuestas a que no? Decimos que es japonesa y listo.
"Llega Nukita seca, la almohada japonesa con la que sus noches respiran, sus noches serán más frescas"
—No os olvidéis de meter el jingle de Publipunto, ese que cuando lo escuchas se te mete en el cerebro y ya no te libras de él en 48 horas.
—¿Te refieres al de "Publipunto, publipunto punto com" cantado por un coro de coristas de los 40?
—¡Noooo!
Entra el jefe de nuevo, ahora lleva un puro.
—Chavales, esto os va a molar. Porsche.
—Quiere decir terrazas en plan grandilocuente, no?
—No. Coches deportivos "Porsche".
—Ok, jefe. Entendido.
"Desde el día tal nuestro servicio de ventas está en el mismo sitio con acceso por la parte trasera del edificio".
—¿Tú crees que es buena idea decir eso en la cuña?
—Claro, así parece más exclusivo, más secreto.
—Joder, pero si la esencia de comprarte un porsche es que te vean.
—¿Tú has comprado uno alguna vez?
—No.
—Pues entonces. Hazme caso, los ricos son así.
La puerta se abre de golpe, por sorpresa.
—Chavales, patatas.
—¿patatas? ¿en serio? Pero si eso se vende solo.
—Sin excusas, patatas.
—Ok, jefe. Entendido.
-Patatas, tubérculo, tierra. Apelemos al momento terruño, apego al campo y a esas cosas. Da igual que la gente esté en el coche y que toda la tierra que haya visto en los últimos seis meses esté en la alfombrilla. Y metamos también unas gotitas de patriotismo y, por supuesto, algo de salud que eso está muy de moda.
"Esta tierra es la nuestra, la cuidamos y mimamos y ella es generosa con nosotros. Patata de nuestra tierra, como ella no hay otra".
—¿Ponemos pajaritos para que se vea que es natural?
—Ponlos.
"Compra patata nueva recién cosechada, con vitaminas, sin calorías y con mucha energía y fibra".
—¿Eso es verdad?
—¿Ahora te vas a preocupar por eso? Sube el audio de los pájaros.
Se abre la puerta, el jefe se apoya en el marco de la puerta sensualmente.
—Chavales, un clásico. Los Fernández.
—¿Los de las alfombras OTRA VEZ?
—Sí, esmeraos, pagan bien.
—Ok jefe, entendido.
—¿Qué decimos de los Fernandez? ¡Quién coño limpia alfombras todavía? Es más, ¿se limpian? ¿no se tiran y se compra otra de ikea? ¿Qué decimos este año? ¿Por qué la gente tiene que llamar a los Fernández?
"Porque los Fernandez lo hacen bien, por el precio, porque son serios y porque ¡ah! son muy amables."
Back to the basics de la publicidad.
A última hora, cuando ya están los ceniceros llenos y las papeleras a rebosar, se abre la puerta otra vez. El jefe tiene roderas de sudor y la corbata mal anudada.
—Chavales, el último del día. Ginebra.
—¿Ginebra? ¿Vamos a anunciar ginebra a las 9 de la mañana?
—Pues claro, ¿qué problema tenéis? Eso sí, sed originales.
"Londron dry Gin, equilibro y armonía. Más de 10 botánicos: mandarina, enebro, almendra pero sobre todo el toque inconfundible de la mano de Buda. Criada para disfrutar de una experiencia única. Creativa e intensa. Con espíritu propio y un diseño electrizante. Tocada por la mano de Buda".
—Quizás hubiera sido mejor no bebernos la botella antes de escribir el texto.
—¿Qué es la mano de Buda?
—¿Y qué más da? Me lo acabo de inventar pero mola.
Llego al curro con ganas de un chupito de la mano de Buda.
Larga vida a las cuñas de radio y sus creadores.