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Las 10 de Fotogramas en filmin: Cult Movies

Publicado el 05 junio 2013 por Fimin

05 de Junio del 2013 | etiquetas: Fotogramas, Tops filmin

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Resulta tremendamente compicado definir y ponerse de acuerdo en qué es una cult movie. La etiqueta es tan moldeable que todo el mundo la adapta a su antojo para poder meter en el saco las películas que para uno son de culto. Así, para La Redacción de Fotogramas podríamos definirlas como aquellas obras del todo imperfectas y por lo general alejadas del éxito comercial que, no obstante, poseen algún encanto que las hace especiales, y con las que, por el motivo que sea, mantenemos cierta relación emocional.

Este mes, diez redactores de Fotogramas eligen su película de culto favorita de entre los más de 4.700 títulos que componen el catálogo creciente de filmin. Os presentamos la primera parte de esa selección, junto a las razones que han motivado cada elección. Mañana os presentaremos la segunda tanda de cinco películas.

"El muerto y ser feliz" de Javier Rebollo (2012)

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por Juan Pando.

Esta road movie, con mucho humor y un José Sacristán que se come la pantalla, provoca rechazos y adhesiones inquebrantables, como la mía. Y, mientras, claro, le ha pasado inadvertida al gran público. ¿Se puede pedir más a una película para convertirse en auténtico cine de culto? Lo mejor es que ni siquiera sé por qué me produce esa sensación tan placentera cuando la veo, porque representa un tipo de cine con el que no sólo no conecto sino que diría que aborrezco. Pero me pueden esos narradores en off que van adelantando la acción con tono socarrón; la lógica absurda de ese asesino a sueldo herido de muerte por el cáncer que emprende con Camborio, su coche que se cae a pedazos, como él, una huida hacia la nada, y Sacristán cantando a capela la copla ‘Ay pena, penita pena’. Sólo desde la emoción más irracional, como cuando se profesa un culto, se explica mi devoción por ‘El muerto y ser feliz’.

"9 Songs" de Michael Winterbottom (2004)

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por Sergi Rodríguez.

¡Por fin alguien se atrevió a narrar una relación amorosa sin cortarse ante las escenas sexuales! De hecho, lo que hizo Winterbottom en este caso fue justo lo contrario: narrar la relación entre Matt y Lisa SÓLO a través de sus encuentros carnales (y de nueve canciones, de ahí el título, que los protagonistas ven en directo en nueve conciertos). Sexo auténtico, crudo, romántico, juguetón, apasionado, salvaje, guarro, cachondo; sexo con secreciones, con felaciones, con cunnilingus, con penetraciones, con orgasmos reales en camas desechas. El sexo de verdad que tienen las parejas de verdad mostrado de verdad, no ese sucedáneo coreografiado, limpio, rápido, con gemidos de sala de doblaje y sin efluvios que el cine nos lleva vendiendo desde hace décadas. “Porno”, lo llamaron algunos; “intimidad de pareja”, respondimos muchos. Eso sí: no les voy a contar con qué escena me siento más identificado… Como máximo, les diré cuál de las ’9 Songs’ me gusta más: el ‘Jacqueline’ de los Franz Ferdinand. ¿Les sirve?

"Cube" de Vincenzo Natali (1997)

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por Carlos Alonso.

Seis personas encerradas en un complejo laberinto de cubos repleto de trampas mortales sin saber que hacen allí. Una angustiosa y misteriosa trama que triunfó en 1998 en el Festival de Sitges (Mejor Película y Mejor Guión) y que no se pierde en absurdas explicaciones ni en sorprender al espectador con un final Made in Hollywood. No es una película con diálogos brillantes ni con interpretaciones de Oscar ni con espectaculares escenas de acción. Pero te atrapa desde el principio, te aterroriza. Funciona como una metáfora de la vida: vivimos enjaulados en busca de un destino incierto. Si andas cansado de ver tanta precuela, secuela o remake o si estás harto de que todas las historias te traten como un tonto desvelándote hasta el último detalle, sin dejar un hueco a tu imaginación, ponte ‘Cube’ y déjate seducir por su extraño terror, su sencilla puesta en escena y su inquietante incógnita que tú tendrás que solucionar.

"Twin Peaks: Fire Walk With Me" de David Lynch (1992)

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por Roger Salvans.

David Lynch decidió lanzarse a dirigir esta precuela cinematográfica de su revolucionaria serie de TV ‘Twin Peaks’ un mes después que la cadena ABC decidiera cancelarla. Eso es tener sentido de la oportunidad. Casi tanto como presentarla en Cannes, un festival que sólo un par de años antes ya había mostrado su amor-odio hacia el director de Missoula concediéndole, entre abucheos, la Palma de Oro a ‘Corazón salvaje’ (1990). La prensa especializada más corta de miras nunca entendió qué hacía en el certamen más prestigioso del mundo este subproducto bastardo, hijo de una TV aún acomplejada, una película rara dónde las haya, de trama inconexa y asincopada. Sólo algunos vieron que Lynch se descubría otra vez más como un mayúsculo cineasta de sensaciones. Un arquitecto de emociones ambiguas con un propósito evidente: servirse de los recursos de la narrativa, de los lugares comunes del género o de las convenciones de la puesta en escena para arrastrar al espectador a un lugar desconocido y extraño. Y una vez allí abandonarlo para que, si era capaz, volviera a encontrar el camino de vuelta a casa.

En ‘Twin Peaks’ todo giraba alrededor de la ausencia de Laura Palmer, en ‘Twin Peaks: Fire Walk With Me’ es su turbadora presencia la que lo contamina todo. Una Sheryl Lee pluscuamperfecta reina en esta fábula malsana, reverso negro del mundo ideal que retrató en la serie. Aquí, Lynch se permite llegar y mostrar todo aquéllo que la TV de los 90 sólo podía sugerir, regalándonos algunos de los momentos más terroríficos del cine del siglo XX, revelando de pasada cuán domesticado estaba el género esos días. Una película fundamental para todo aquél que busque respuestas a los enigmas de la vida y no tenga miedo a pasear entre los sicómoros de noche.

"Hermanas" de Brian De Palma (1973)

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por Pere Vall.

Unos cuantos años antes de ser un filigranas de la cámara, con todos los medios para ofrecernos deslumbrantes espectáculos estéticos, Brian De Palma firmó esta película espartana, seca, primitiva, que ya homenajeaba a Alfred Hitchcock, incluso con la complicidad del músico Bernard Herrmann. De todos los personajes hiperchalados que pueblan la filmografía del director, tengo una comprensible debilidad por Margot Kidder, que, es a la vez, Danielle y Dominique. Y hasta aquí (las) puedo leer. ‘Hermanas’ es una peli sucia, cero glamourosa sobre el voyeurismo, la soledad y los grandes misterios de la cordura.

"Protopartículas" de Chema García Ibarra (2009)

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por Philipp Engel.

El mundo de los cortos nos da miedo, y es natural, comprensible, porque rebosa de aterradores trabajos de colegio. Pero también ahí, si buceamos en la basura como Luke en el vertedero de la Estrella de Muerte, encontramos lo mejor de nuestro cine. Chema García Ibarra, al menos, es uno de nuestros genios, de nuestros pocos y más grandes genios, por mucho que sus películas no duren demasiado. Mejor, así pueden verse más veces. Filmada en blanco y negro, con planos de insobornable belleza, en su barrio de Elche y con los amigos de siempre, ‘Protopartículas’ sería una prolongación de la poética de ‘El ataque de los robots de Nebulosa 5′. Se abre con algo parecido a un astronauta que sale de una casa cualquiera a tirar la basura y una caja de pizza. Pronto nos enteraremos de que es un experimento fallido llegado del futuro que ha sido adoptado por los pintorescos vecinos. Ciencia ficción vs costumbrismo aka surrealismo. Another Masterpiece. Si tienen ocasión, no se pierdan la siguiente obra maestra de este señor: ‘Misterio’.

"Love Exposure" de Sion Sono (2008)

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por Gerard A. Cassadó.

Existen pocos directores en el mundo actualmente que respondan mejor al adjetivo de “loco depravado” que el japonés Sion Sono. Arcángel del exceso en todas sus manifestaciones, películas como ‘Cold Fish’ (2010) o ‘Guilty of Romance’ (2011) son buena muestra de un imaginario profundamente enfermo y asocial que dispara sin piedad contra todas las instituciones que rigen el mundo: el matrimonio, la familia, las relaciones sociales… En ‘Love Exposure’, su obra magna, atenta en principio, y sólo en apariencia, contra la religión. Pues en realidad todo consiste, como siempre, en presentarnos un prolongado descenso a los infiernos (en este caso, la película dura más de 4 horas) que desemboca en un brutal y autodestructivo estallido final de violencia.

"Mamá es boba" de Santiago Lorenzo (1997)

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por Álex Gil.

Hay algo en ‘Mamá es boba’, que la hace irresistible, para bien o para mal. La película de Santiago Lorenzo está en la frontera de la comedia negra, en ese punto en el que unos ven la crítica que contiene y otros no pueden disfrutar con las desgracias ajenas. Lorenzo sigue la tradición de Berlanga y Azcona, una comedia negra que hiela la sonrisa y que no deja de estar de actualidad. En ella vemos la mirada adulta de un niño, que ve como sus “inocentes” padres son el objeto de las mofas de toda una cruel ciudad de provincias expuestos en un programa de televisión. Tras esta incomprendida película, Lorenzo abandonó el cine, pero su humor vitriólico sigue presente en sus novelas: ‘Los millones’ (Mondo Brutto, 2010), adaptación de un guión que no llegó a encontrar financiación; y en la divertidísima ‘Los huerfanitos’ (Blackie Books, 2012).

"Beautiful Girls" de Ted Demme (1996)

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por Àlex Montoya.

Hombres y mujeres, y viceversa. La más cruenta guerra de los sexos se libra en aquel momento en que ellas pretenden empujarnos al abismo del crecer. La resistencia (y la reticencia) masculina vs. el rechazo femenino hacia el peterpanismo de manual. El malogrado Ted Demme firmaba una mirada ejemplar hacia un tema universal, a partir del inesperado regreso de un pianista de bar (Timothy Hutton) al pequeño pueblo de Minessotta donde creció. El tipo, que vive una crisis de camello, se reencuentra allí con su desestructurada familia y sus inmaduros (aunque lo disimule mejor, tanto como él mismo) amigotes: tomarse unos chupitos de whisky, cantar el ‘Sweet Caroline’, acudir a las raíces para descubrir que todo tiempo pasado no fue necesariamente mejor.

El ligón cutre (Matt Dillon), el casado castrado (Noah Emmerich), el pajillero que ha acabado con la paciencia de su chica (Michael Rapaport) y el solitario (Max Perlich) son los cuatro colegas que completan el mosaico y que le sirven de antimodelo: el reflejo en el espejo a evitar por nuestro protagonista. Y su lío se enreda todavía más por culpa de una vecina pre-adolescente y listísima (Natalie Portman), a la que sus padres llamaron Marty como homenaje al abuelo que nunca conoció, y con la que conecta de forma inesperada.

Sensible y hermoso relato generacional teñido de cierta melancolía, ‘Beautiful Girls’ remata la conquista del espectador con una de las mejores escenas del cine de los 90: aquella en que, mientras Portman patina y le pide que la espere hasta que sea mayor de edad, Hutton decide que será su Winnie the Pooh y que en unos años ni siquiera le recordará. Crecer o no crecer, esa es la cuestión.

"Los Amantes del Pont-Neuf" de Léos Carax (1992)

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por Paula Ponga.

Ni concitó el entusiasmo unánime de la crítica (a diferencia de ‘Holly Motors’, lo último de Léos Carax, su director), ni funcionó en la taquilla (todo lo contrario: para ser una de las películas más caras del cine francés se pegó un buen batacazo que hizo que Carax, envuelto en un aire de malditismo desde sus comienzos, desapareciera del mapa casi una década), ni parece llamada a ser un clásico. Quedémonos con esos rasgos, y algunos otros (excesiva, imperfecta…) que encajarían con la etiqueta “de culto”. Tanto si piensan que el cine es ante todo imagen, como si aman las historias de amor trágicas e ¿imposibles?, asomarse a la crudeza de la indigencia parisina de la mano de un ex artista de circo alcoholizado (Denis Lavant) y una pintora al borde de la ceguera que no ha superado una ruptura (Juliette Binoche, por aquel entonces pareja del director) es una experiencia hermosa y extrema que habla de algo muy común: la necesidad de querer y ser querido.


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