Revista Cultura y Ocio

Las aventuras de Tintín

Publicado el 04 enero 2011 por Santiagobull
Las aventuras de Tintín ¿Cómo olvidar al reportero del peinado gracioso que, acompañado por un equipo impensable (un capitán alcohólico, un genio sordo y un perrito blanco) resuelve algunos de los casos más difíciles, enfrentando situaciones imposibles y personajes peligrosísimos? Tengan por seguro que cuando Hergé se sentó a escribir la primera tira de Las aventuras de Tintín no estaba haciendo poca cosa: al menos para mí, se trata de uno de los héroes más importantes de mi juventud, y pocas cosas he disfrutado tanto como leer sus diferentes historias (y, luego, verlas en la televisión, cuando las pasaron a dibujos animados). Oigan, ¿es que acaso soy el único que ha crecido pensando que el Capitán Haddock es un ídolo y un ejemplo a seguir? ¿Ya nos entendemos? Pero no hablemos sólo de juventud, porque nos va a crear una falsa idea. La pura verdad es que, para leer este tipo de historias, no hay edad límite: hace poco, de hecho, estuve releyendo algunas de las aventuras de Tintín (que hacía muchos años no tenía en mis manos), y las he disfrutado con toda la alegría de un niño. Todavía puede cortárseme la respiración ante el peligro inminente, como puedo reír a carcajadas con las torpezas de Hernández y Fernández, las maldiciones de Haddock o los malentendidos del Profesor Tornasol. Y no veo por qué dejar de hacerlo: ya que hay que envejecer, bien podría hacerlo leyendo Las aventuras de Tintín Por todo esto, que no es todo, quería darme un momento para recordar a estos personajes, estas historias, estas lecturas. Yo le estaré agradecido por toda mi vida a Hergé. E insisto en que sé muy bien que no soy el único. 

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