Revista Cine
EL PASADO (el documental): Stanley Kubrick’s Boxes es un documental hecho para televisión, que dura unos 48 minutos y que, sin otra pretensión que narrar un hecho de forma sencilla, nos cuenta el “descubrimiento” de las alrededor de 1.000 cajas que guardaba Stanley Kubrick por toda su casa, cajas en las que había almacenado toda su vida artística, es decir, guiones, latas de película filmada por una de sus hijas (que grabó a su padre durante el rodaje de Full Metal Jacket), discursos de agradecimiento registrados en VHS, miles de anotaciones a mano y a máquina y a ordenador, esbozos, memorándums, cartas de admiradores y de enemigos, fotografías de rodaje y de preproducción, producción y postproducción, recortes de los anuncios de sus películas en prensa, críticas de cine, carteles y gacetillas, materiales relacionados con todos los proyectos que no llegó a rodar (Inteligencia Artificial, Wartime Lies, Napoleón…). El autor del documental nos cuenta cómo exploró el contenido de las cajas durante cinco años, cuántas respuestas había en ellas y dónde se encuentran actualmente esos archivos (fueron donadas por la familia de Kubrick a la UAL, siglas de la University of the Arts London).
EL PRESENTE (mi experiencia): A mediados de agosto de este año, o sea, tan sólo hace un par de semanas, pasé unos días con mi familia en Londres. Mi objetivo primordial era visitar los Archivos de Stanley Kubrick porque yo aún no había visto el documental y pensaba que en la UAL tenían una exposición permanente de artículos relacionados con Kubrick y sus famosas cajas. Cuando llegamos al edificio (poco después de la sobremesa), con nuestro hijo dormido en el cochecito de paseo, y nos plantamos en la entrada, y mi mujer habló en inglés con uno de los tipos de recepción, lo primero que preguntó éste era si teníamos cita previa. No, no la teníamos. Ignorábamos que hubiera que pedir cita. Cogió un teléfono y habló con alguien y apenas un par de minutos después apareció una amable señora inglesa que atendió a mi mujer. La señora nos explicó que no era una expo, sino un archivo como tal, puesto a disposición del público, por supuesto, pero en realidad destinado a facilitar la labor de biógrafos, estudiosos e investigadores. Creo que el niño dormido le inspiró ternura, y supongo que vernos allí con el cochecito, con cara de cansados, con acento de extranjeros, con algunos bolsos al hombro… hizo que nos preguntara si queríamos echar un vistazo por curiosidad. Sí, queríamos echar ese vistazo. Antes de franquear la puerta, tuvimos que inscribirnos en el registro: nombres, teléfono, etc. La señora nos condujo hacia un ascensor, luego recorrimos un pasillo, luego bajamos por una escalera con el cochecito sujeto en alto por mi mujer y yo. Nada anunciaba lo de los archivos, no se veía el nombre de Kubrick por ninguna parte, como si todo aquello fuera secreto, como si estuviéramos en una versión reducida de los almacenes del final de En busca del arca perdida. Tras la escalera llegamos a una puerta blanca. Tras esa puerta, unas oficinas pequeñas y blancas, muy adecuadas, muy kubrickianas (se disciernen hacia el final del documental). Y, dentro, entre el silencio, sólo roto por el teclear de un par de oficinistas, algunas huellas del maestro: biografías y manuales sobre su obra, sus películas en dvd, algún que otro fetiche, e incluso la cabeza cortada y ensangrentada de un maniquí (se trata de la cabeza que utilizaron para el asesinato de una vietnamita de La chaqueta metálica, escena rodada pero no incluida en el montaje). Y también carteles de tres o cuatro películas de John Schlesinger. La señora nos dejó en manos de una chica. La chica nos dijo que tendríamos que consultar los archivos en un ordenador. Y luego registrar cada petición en un papel, como cuando antaño ibas a la biblioteca y aún no estaba todo informatizado: signatura, nombre del visitante, etc. Como temíamos que el niño despertara, me di toda la prisa que pude. El archivo está clasificado por películas, y cada película tiene subapartados y dentro de éstos hay otros subapartados, de tal modo que era jodido pedir un bloque de documentos (ejemplo: si querías fotos de Eyes Wide Shut, estaban divididas en imágenes de rodaje, de postproducción, de promo, etc). Al final me decidí por las notas manuscritas de Kubrick valorando algunos aspectos y detalles de la novela El resplandor de Stephen King, además de los planos del laberinto de la película, y fotos de rodaje de Eyes… y no sé si algo más. Las prisas y la emoción me bloquearon. Ahora sé que tendría que haber empezado por La naranja mecánica o Espartaco, que son las dos películas de SK que más veces he visto. Para revisar el material, que trajeron en grandes archivadores, tuvimos que ponernos guantes de látex. No nos permitieron hacer fotografías, ni siquiera de aquella oficina, así que cuando mi hijo crezca y le cuente la historia, no habrá pruebas tangibles. Aunque luego, al salir, mi mujer me hizo una foto junto a la puerta de esa oficina, donde sólo pone “University Archives & Special Collections Centre” (se puede ver al término de estas líneas). Estuvimos apenas unos minutos echando un vistazo a ese material, flipando porque SK lo guardaba todo (vi folios de A-4 que sólo contenían una o dos frases breves, meras observaciones sobre algún aspecto de la novela o del proyecto). Pero allí estaban: la letra del genio, sus papeles personales, su material… Los originales.