Un año más, el 12 de junio recordamos a los 152 millones de niños que son víctimas del trabajo infantil, y así seguirá siendo mientras no se solucione este problema que roba la infancia a tantos niños.
Según los datos más recientes publicados por la OIT, entre 2012 y 2016 apenas hubo ninguna reducción del trabajo infantil en niños de entre 5 y 17 años, y la cantidad de niños expuestos a trabajos peligrosos en realidad ha aumentado.
El pasado 4 de junio se celebraba una mesa redonda previa al Día mundial contra el trabajo infantil organizada por la Organización Internacional del Trabajo y moderada por la periodista de la BBC Nomia Iqbal, en la que intervinieron expertos, activistas y víctimas de esta lacra. En ella participaba el director de la OIT, Guy Ryder, en la que destacó la importancia hacer frente a las causas económicas profundas del trabajo infantil, adoptando medidas urgentes. Para detectar estas causas, comenta, que no sólo hay que prestar atención a cadenas mundiales de suministro, sino también al trabajo familiar no remunerado en la agricultura.
Ryde, durante su intervención comentaba que “el desafío no concierne sólo los productos comercializados a nivel global como los textiles, el tabaco y el cacao, se trata también de los mercados locales de sorgo, mijo, y ladrillos, así como del trabajo doméstico”. Aseguraba así que la erradicación de este problema exige un enfoque integrado que ataque a las causas profundas del trabajo infantil, y no solamente poner parches sobre los síntomas.
Este enfoque integrado incluye la aplicación de las normas internacionales referidas al trabajo infantil; políticas del mercado de trabajo centradas en los ámbitos donde se encuentra la mayor parte del trabajo infantil, es decir en la economía rural y la informalidad; la protección social contra la pobreza y la inseguridad, y la educación universal de calidad accesible a todos.
Por ello es necesario que todos nos concienciemos en contra de este tipo de explotación, que viola los derechos de los niños, especialmente en las áreas más desfavorecidas, arrebatándoles el derecho a la educación, el juego, y a crecer en paz. Desde los organismos internacionales, pasando por las normas internas de cada país, hasta el ejercicio de un consumo consciente y responsable.
Fotografía: Zeyn Afuang