Hoy quiero mostraros un tesoro muy cercano a la capital, que muchísimos madrileños no conocen. Se trata de los jardines del palacio de la Granja de San Ildefonso y sus fuentes monumentales. Situado en la provincia segoviana a tan sólo 13 km de Segovia, por supuesto es conocido por las gentes de la región, pero no es tan visitado por los madrileños que sólo tienen que cruzar la sierra para contemplar la belleza de estos parajes. Si que son más asiduos a las visitas segovianas pero incluso muchos desconocen la existencia de este palacio. Fue construido por Felipe V e Isabel de Farnesio en 1720 sobre un terreno que adquirieron a los jerónimos, y sus jardines barrocos fueron muy afamados en la época, sobre todo por el esplendor de sus fuentes y sus juegos de agua.
El jardín posee tantas fuentes porque cuenta con un gran depósito de agua que se nutre de varios arroyos procedentes de la sierra de Guadarrama como Morete, Carneros y Cacera de Peñalara o Chorranca. Este gran depósito es un estanque conocido como El Mar. Está situado en la cota más alta del jardín, de forma que se consigue una fuerte presión en los sistemas hidráulicos, aprovechando la pendiente natural del terreno. La presión conseguida resultó ser única entre los demás jardines de la época, pues consigue una altura del agua de 40 metros. Aparte de este estanque hay otros ocho más pequeños, situados a diversas alturas del jardín, que permiten conseguir diferentes presiones adecuadas para cada tipo de fuente.
Las 21 fuentes no deben funcionar a la vez porque consumen unos 9000 metros cúbicos y el depósito principal se agotaría en trece horas. Estaban pensadas para encenderse sólo con el paso del rey. Y, por eso, sólo funcionan a la vez tres veces al año. Si queréis contemplar las fuentes en todo su apogeo debéis apuntaros tres fechas claves: el 30 de mayo coincidiendo con la festividad de San Fernando; el 25 de julio de Santiago y el 25 de agosto, que es San Luis.
Tanto la planificación del jardín como el trabajo escultórico y decorativo están inspirados en el del palacio de Marly y no en Versalles, primer jardín en el que piensa todo el mundo al visitar la Granja. De hecho, dos de los escultores principales: René Frémin y Jean Thierry, eran dos franceses que trabajaron conjuntamente primero en Marly, por lo que se aprecian muchas semejanzas entre las facturas de ambos jardines. Fue André Le Nôtre quien se encargó de la planificación urbanística al modo francés y Entienne Boutelou I quien llevó a cabo los trabajos de jardinería. Excepto las zonas de parterre y otros espacios más organizados, casi todo el jardín cuenta con las especies salvajes de la zona organizadas eso sí por el trazado urbano.
Todas las fuentes cuentan con un programa iconográfico relacionado con la mitología grecolatina. Hay dos avenidas principales que son perpendiculares: la de la Cascada, con las fuentes de Anfitrite y Las Tres Gracias, que asciende hacia la parte más alta del jardín y cuenta con las mejores vistas de la fachada del palacio y la de la Avenida de Valsaín, con dos fuentes importantes: La Fama y los Baños de Diana. Distribuidas por el resto del espacio se encuentran otras fuentes relevantes como El canastillo, Los Dragones, Las Ranas, los Vientos o las Ocho calles.
La fuente de Anfitrite está situada frente a la fachada del palacio. Fue realizada por Jean Thierry en plomo pintado de bronce para evitar la corrosión al igual que el resto fuentes. En ella, la esposa de Neptuno e hija de Océano aparece en una carroza formada por una gran concha y tirada por delfines. Junto a ella aparecen algunas nereidas, ninfas del mar, formando su cortejo
Paralela a la cascada se encuentra la fuente de Neptuno. Realizada también por Jean Thierry, en ella vemos al dios vigoroso, con el tridente en mano, sobre una carroza tirada por hipocampos con delfines y tritones formando su escolta. El chorro más grande brota de la boca de uno de los delfines.
Presidiendo la comitiva por delante y escoltando por detrás aparecen otros dos hipocampos conducidos por genios que sostienen cuernos de la abundancia, indicadores de la importante riqueza que posee el dios, dueño de océanos, mares, ríos y, en definitiva, señor de todas las aguas. Las esculturas resultan muy bellas relucientes al sol, pero cuando se encienden los juegos de agua resultan espectaculares.
René Frémin, alumno de Girardon y Coysevox, perteneció a la Academia francesa y estudió a Bernini en Roma. Poseía cierta homogeneidad estilística con el trabajo de Jean Thierry, lo que facilitó su compenetración en el trabajo juntos. Realizó el programa escultórico de las Ocho calles, una plaza de la que irradian ocho calles con ocho fuentes en cada intervalo y en el centro una escultura de Mercurio capturando a Pandora.
Estas ocho fuentes están dedicadas a: Saturno, Minerva, Hércules, Ceres, Neptuno, La Victoria, Marte y Cibeles. Formadas por unas pilas mixtilíneas con baldosas de mármol y pizarra y unos arcos muy barrocos a modo de altares en los que se inserta la figura del dios en cuestión y a los lados dos animales enfrentados: ciervos, caballos o dragones. El mármol blanco contrasta singularmente con el reluciente broncíneo de las esculturas y los detalles decorativos.
Por otro lado, en las esquinas de las fuentes, encontramos a unos genios alados con cisnes.
En la fuente de Andrómeda, vemos a la protagonista medio desnuda encadenada a una roca. Mientras unos genios alados intentan liberarla, el héroe Perseo intenta matar al monstruo, un dragón que ya se encuentra moribundo. Minerva permanece detrás de Perseo indicándole su ayuda en caso de necesitarla en su hazaña.
Otra de las fuentes principales es la de Apolo. Se erige sobre un estanque, subdividido en cuatro, formando pequeñas cascadas. En tres de estos estanques aparecen pequeños tritones jugando con dragones y en el último, sobre un gran peñasco, Apolo. La lira en su mano, la corona de laurel y la serpiente Pitón a sus pies son los indicadores más reveladores de su identidad. Junto a él, Minerva, con su gran escudo y su lanza. En le suelo podemos ver a un dragón tendido y a la ignorancia arrastrándose.
Los dragones están muy presentes en el programa iconográfico de estos jardines, teniendo un papel casi protagonista en muchas de las fuentes. Los hemos visto en Andrómeda, Apolo y en las Ocho calles por ejemplo. Sin embargo, este papel se acentúa en dos fuentes dedicadas por completo a ellos. En este caso no forman parte de ningún mito y en vez de representar una amenaza, simbolizan la fortaleza de la monarquía.
Concluyo el paseo por estos magníficos jardines con la Fuente de las Ranas o de Latona, que me llamó mucho la atención aunque no pude contemplarla en su más ferviente esplendor, cuando tienen lugar los juegos de agua. Sintiéndolo mucho no puedo extenderme mostrándoos todas y cada una de las fuentes que hay, pues son especialmente numerosas. Por ello he escogido las que a mi gusto me han parecido más singulares. De esta forma, os animo más a una excursión a La Granja porque os entrará el gusanillo de querer verlas todas.
Esta fuente cuenta con más de 60 surtidores de agua. Ofrece por tanto el espectáculo acuático más fascinante. Sus esculturas narran la historia de Latona, madre de Diana, que sintió sed durante su peregrinación y ante la negativa de los licios de proporcionarle agua, Diana los convirtió en ranas. La escultura de Latona aparece en la parte superior de la estructura octogonal de mármol. Hombres convertidos en rana y diversas ranas dispersas por la fuente emiten chorros en diferentes direcciones.