Las manos de Alessa son el resultado de un exitoso cóctel genético que, por suerte, me excluyó. Son largas y delicadas como las de mi hermana y lucen las uñas de mi madre, finas y elegantes; casi transparentes, como las del padre, se les adivinan las venas violáceas bajo la piel, cual alas de libélula abrazándole los dedos. Cuando las mueve -a veces precisas, a veces enérgicas, pero nunca torpes- mutan en mariposas que revolotean inquietas; y en reposo, serían la envidia de la Venus de Milo.
Me puedo pasar horas mirando las manos de mi hija.
(tengo esta entrada escrita hace tiempo, siempre a la espera de sacarle una foto a sus manitos para publicarla... al final decidí usar una foto vieja -del 2006- y no tan específica. Igual ilustra.)
EriSada