Aprovechando que estoy trabajando en una serie de posts que voy a dedicar al brillante realizador holandés Paul Verhoeven, la primera muerte de la que quiero hablar es sin ningún tipo de duda la del agente de policía Alex J. Murphy en la magnífica “Robocop” ( 1987 ) dirigida por Verhoeven.
Aun la recuerdo con cierto desasosiego y como uno de los asesinatos más crueles y despiadados que he tenido el “placer” de ver en una sala de cine. Debo decir que no soy para nada una persona aprensiva, y que tolero con cierta facilidad la sangre y las vísceras. Es más. Soy y he sido un gran consumidor y coleccionista de Gore (sobre todo en mis tiempos mozos) y de cine de terror. Pero tengo que admitir que Verhoeven logró que apartara la mirada de la pantalla, y que realmente sintiera odio, angustia, tristeza e incomodidad, viendo como una banda de desalmados acababan con la vida del pobre agente Murphy.
Tenía la tierna edad de 12 años cuando vi Robocop por primera vez.
Muchos pensareis que es muy normal que un niño de tan corta edad se impresionara con una escena tan violenta, y posiblemente tendréis razón. Pero no es la mencionada violencia (que ya de por sí es de una brutalidad extrema) de tan horrendo asesinato lo que logró incomodarme, sino la forma en que están narrados y expuestos los acontecimientos que derivan en esta situación. Tampoco es el momento del crimen en sí, lo más estremecedor (aunque es de las muertes más duras y explicitas que he visto en la gran pantalla ), sino el conjunto de circunstancias anteriores y posteriores a la cruel ejecución.
Hay muchísima “picardia” y “malicia” del realizador, detrás de esta aparentemente simplona escena de violencia . Me explicaré: el “cabroncete” de Paul Verhoeven, haciendo un gran trabajo, nos presenta al veterano agente Alex Murphy, de manera que lo aceptemos rápidamente como un ser amable y familiar, al que es imposible odiar. Una bellísima persona, gran compañero de trabajo, abnegado esposo, y sacrificado padre de familia. Vamos, un tipo realmente simpático y con la apariencia de nunca haber roto un plato. Pero después de mostrarnos a un espécimen con semejantes virtudes, y conseguir que irremediablemente sintamos un cariño fraternal irrefrenable por este personaje, sin que apenas nos demos cuenta, nos encontramos viendo como una panda de irracionales le siegan la vida de una forma despiadada y brutal. Realmente, parece que Verhoeven se recree y disfrute regalándonos tan espantosa y deleznable muerte, sin que apenas nosotros, pobres incautos, tengamos tiempo de digerir y analizar las circunstancias que nos han llevado a este momento de tanta incertidumbre. “Maldad” y hemoglobina gratuita. Una genialidad por parte de este gran director holandés tan amante de la sangre y el sexo.
Sin duda alguna, este asesinato merece ser el primero de esta serie de posts breves que voy a dedicar a las muertes que más me han impactado en el cine.
En estos artículos no relataré las circunstancias de dichas muertes. Simplemente, me centraré en explicar el por qué me impresionaron tanto a mí, personalmente. Y quiero aclarar, que no necesariamente tienen que ser asesinatos (como el que nos ocupa), sino muertes en general (violentas, tranquilas, tristes, sorprendentes etc).
Espero vuestras sugerencias. Seguramente coincidiremos en muchos casos, o en otros no tanto. Pero ahí está la gracia del asunto.
Sayonara!!
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