Por Ileana Medina Hernández
Que cada vez haya más mujeres que ocupen cargos políticos, es sin duda una buena noticia.
El derecho de las mujeres -y de cualquier ser humano- a ocupar cualquier puesto, en igualdad de condiciones, según su capacidad y según su talento, es innegable.
Pero, la presencia de las mujeres en la vida pública, en las instituciones, en el Parlamento y en los gobiernos, debería tener consecuencias más allá de la plena realización INDIVIDUAL de esas mujeres.
¿En qué se beneficia la sociedad en su conjunto de la presencia de las mujeres en las instituciones? ¿QUÉ CAMBIA O PODRÍA CAMBIAR EN LA FORMA DE EJERCER EL PODER, DE FUNCIONAR LAS INSTITUCIONES, desde que las mujeres presiden?
Como consecuencia del acceso de las mujeres al mundo laboral-productivo, y a las grandes instituciones administrativas, jurídicas, legislativas y ejecutivas, debería NOTARSE un cambio en estos sistemas, diseñados por hombres y para hombres cuando las mujeres nos quedábamos en casa con los niños.
El sangrante caso de Habiba, en manos de instituciones dirigidas por Esperanza Aguirre y Paloma Martín, es un ejemplo de cómo, efectivamente, la presencia de las mujeres en cargos políticos no convierte a las instituciones en más EMPÁTICAS, SENSIBLES, a la infancia, a los niños, a la maternidad, a los derechos humanos.
Hay UN HECHO SOCIOLÓGICO DE BASE: LAS MUJERES DE CLASES ALTAS NUNCA HAN CUIDADO DIRECTAMENTE DE SUS HIJOS. Durante siglos, los han dado a criar y a cuidar a nodrizas, ayudantes, institutrices y criadas varias. Por ello, las mujeres políticas, las mujeres de clases altas que ocupan altos cargos, siguen sin considerar prioritario el cuidado directo de los niños, y por tanto, sin comprender las demandas de las mujeres trabajadoras.
Sarah Palin, Rachida Dati, María Dolores Cospedal, Carme Chacón... todas se han incorporado al trabajo a los pocos días de haber dado a luz (incluso quizás en contra de su propio deseo, presionadas por un entorno que es eso lo que espera de ellas o por una noción del "deber" establecida). ¿Quién cuida de sus hijos? ¿Sus parejas en un reparto igualitario de tareas? Uhmmm... ¿O delegan la crianza en otras mujeres más pobres, que a su vez delegan en otras, y así... hasta dejar las tareas de cuidado en manos de inmigrantes que a su vez dejan a sus hijos en sus países de origen, prolongando la cadena del desamparo de un lado a otro?
Y no cuestiono ni me interesa en lo más mínimo lo que estas mujeres HAGAN CON SU VIDA PRIVADA, que es suya propia, sino el ejemplo que desde sus cargos dan para el resto de la sociedad, y cómo en la medida en que desarrollen sensibilidad en su propia vida, adquieren capacidad real y moral para GESTIONAR LAS DE LOS DEMÁS.
¿Estamos eligiendo a dirigentes, hombres y mujeres, con sensibilidad, conciencia y capacidad real para gestionar el gasto público en las mejores políticas para todos?
El modelo feminista predominante en las instituciones y en la mayoría de las mujeres con dimensión pública: cesáreas programadas, cuerpo perfecto a los tres días, reincorporación inmediata al trabajo, sin huellas de la maternidad en su cuerpo ni en su trabajo ni en su vida social... supone un feminismo masculinizante (reducimos al mínimo los efectos de la maternidad, como si no existiera, como si fuera un cuerpo masculino el que se hubiera reproducido), y denota además una falta de sensibilidad hacia las necesidades de los bebés, de los suyos propios, cuya necesidad fundamental, como ha demostrado la NEUROBIOLOGÍA Y LA ECOLOGÍA DEL NACIMIENTO en las últimas décadas, es de CUERPO Y LECHE MATERNOS, de extero-gestación, de porteo, de continuum con el cuerpo que lo ha gestado...
Ese modelo de MATERNIDAD SIN HUELLAS, SIN TIEMPO, SIN CUERPO MATERNANTE, es en realidad funcional al patriarcado y al sistema consumista; ES ADULTOCÉNTRICO, al dejar fuera las necesidades de los bebés recién nacidos; y además, lo que hace es SUBROGAR LA CRIANZA de las mujeres ricas hacia las pobres, con lo cual desplaza el problema, pero no lo soluciona.
Y como consecuencia, tampoco se legisla ni se toman medidas a favor de los BEBÉS, y por tanto, a favor de la SALUD PRIMAL de las futuras generaciones.
El hecho de que nos gobernaran mujeres que vivieran sus embarazos, partos y puerperios de un modo intenso, nos haría quizás a todos más sensibles a las demandas sociales de bajas maternales y/o paternales (optativas) más largas; que se conociera y generalizara en todas las instituciones los preceptos de la Declaración de Innocenti; que todos los hospitales y centros médicos cumplieran la Estrategia de Atención al Parto Normal del Ministerio de Sanidad ; que se SINTIERAN urgentes casos como el de HABIBA; que se legislara a favor de las familias que quieran ocuparse ellos mismos de sus hijos en lugar de llevarlos a guarderías desde el mismo momento del nacimiento, como dijo hace poco el Ministro de Trabajo.
Mujeres conectadas con la vida a través de la oxitocina y la prolactina, podrían quizás hacer avanzar las políticas sociales de verdadera protección a las mujeres y a la infancia, que es el futuro de toda la sociedad en su conjunto.
El milagro de la vida, de la gestación, del parto, de la lactancia, de la crianza... ha sido siempre un conocimiento guardado por las (algunas) mujeres y transmitido de generación en generación. Ahora además es un CONOCIMIENTO CIENTÍFICO, pero ya sabemos que a la ciencia sólo le hacemos caso cuando nos conviene. Si ese conocimiento se pierde ¿qué será de la humanidad? ¿Si las mujeres que dirigen "la tribu" dejan de conocer en qué consiste la reproducción y el milagro de la vida, del amor primario, qué puede esperar la especie humana?
Que nos gobiernen mujeres, sí, pero mujeres sabias y sensibles. Y hombres sabios y sensibles.