De un comentario a este blog me fui a ver esto de las personas tóxicas. Que las hay. Muchas. Pero la toxicidad que llevan dentro no se aprecia a veces, hasta que es demasiado tarde.
Algunas se les ve venir a leguas. Otras, son pura cizaña. ¿Alejarse? Eso te llevaría a ser un anacoreta como mínimo, o como sería ahora, agorafórico. Sí, están ahí, y son como camaleones. Cambian de color para camuflarse. Poéticamente diría que tendríamos que ser como el colibrí, el único ave que puede volar hacia atrás muy rápido. Huir si se puede o estar alerta. Es como si fueran mutantes mentales que se alimentan de nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, actitudes y aptitudes. Vampiros emocionales o simplemente psicópatas o sociópatas de este proyecto llamado Sociedad. Yo qué sé. Yo soy un romántico. Son personas tóxicas y se alimentan de nuestras alegrías y felicidades por muy efímeras que sean. Y nos apagan el ánimo. Lo detectan con un radar fino y acuden tal buitres y carroñeros a destripar nuestras ilusiones, que tener ilusiones no es lo mismo que ser iluso. Las ilusiones nos ayudan a vivir. Ser fuerte. Pero la fuerza nos hace toscos. Ser inteligente, pero ¿de qué tipo de inteligencia estamos hablando? Sí, de esa, la emocional. Sólo siendo emocionalmente inteligentes podemos combatir la toxicidad de las personas tóxicas sin ser toscos. Que las hay. Muchas.