Revista Diario

Las pestañas del pibe

Por Julianotal @mundopario
Los argumentos se sostienen sobre sus enormes pestañas, en sus ojitos de pibe feliz. Se balancean a medida que su sonrisa se despliega como un sol que te toma por sorpresa y te enceguece por un momento hasta que lo asimilás y ahí sí, ahí llega la mariconería: unas lágrimas se te caen. Es la emoción, che.Y pensar que en realidad vos no sos nada del pibe y sin embargo él lo es todo.Y te acomodás en el sillón y mirás la luna, cual escena romántica. Quizás para cualquiera que te vea te diría "Qué pelotudo". Claro, estas imagenes no caben dentro de las escenas de la vida posmoderna.Mirás las fotos de ellos, imaginás una vez y otra cuando se reencuentran madre e hijo y se estrechan en un solo ser. Como cuando ella te confiesa en las horas intempestivas de los horarios esclavos: "¡Dios, cómo lo extraño!". Hay veces en qué me dan ganas de decirles "Pero ustedes ¿de dónde se escaparon?". Cuanto amor transformado en arte se pasea por sus pieles.Quisiera inyectarme un poco de ellos por momentos, cuando no los tengo, porque en realidad no soy nada del pibe y sin embargo él lo es todo. Casi, como un planteo platónico, el pibe corretea y ríe desde el mundo ideal, y su madre cuando puede me toma de la mano y me saca de esta oscuridad. Y ella me dice si no me voy a cansar de esperar, y refiere a las ex y al despliegue de mujeres que van y vienen por este teatro citadino. Te juro que me da tanta risa, sin menospreciar, pero ella le dio pinceladas a esta vida tan inestable y banal mientras que el pibe ríe y corre como un loco. De vez en cuando se sube a un dinosaurio rex y se sube a mis hombros y, como si mi torpe cuerpo fuera una nave espacial, el pibe es iron man, max steel o simplemente es el superpibe que esquiva hombresarañas de los arboles y juega hasta que mi reloj se queda sin fichas y es game over. Hasta la próxima.De vuelta al bunker, al cuartel general de tacticas y estrategias, buscando la manera de ganar este Waterloo: le prendo puchos al ekeko y le rezo a los santos que siempre me habían chupado un huevo. Es que ahora hay un motivo, una finalidad que se desliza por la curva de la nariz de ella y se balancea jocosamente en las pestañas del pibe.

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