Si a alguien le debo esta entrada, no puede ser a otra persona que al fan número uno de este restaurante. La verdad es que no se si debería hacer la entrada del restaurante o directamente criticar al Sr. L., ese obsesivo compulsivo de una serie de restaurantes de los que es fijo. Y no lo vayas a mover de ahí. Con cierta lógica defiende la máxima de que si está contento con los tres restaurantes que frecuenta. ¿Para que va a variar? - Y en parte, no le falta razón. Pero bueno, para no perder una amistad, mejor haré la crítica de las Planchas que del Sr. L., porque me estoy calentando y lo mismo esto acaba mal.
He tenido la ocasión de ir dos veces a este apartado restaurante, siempre de la mano de este gran Cicerone, pero solamente voy a hablar la segunda experiencia, pues la primera fue un arroz, y la cosa tuvo poca historia.
Llegamos una lluviosa noche de viernes e iba a decir que para nuestra sorpresa, el local estaba vacío. No fue así, pues allí nos estaban esperando el Sr. L., su señora y los trabajadores del Restaurante. Llegamos a las nueve y media, la hora acordada, pero estoy seguro que él estaría allí desde las ocho. Diría que me dio mala espina que el local estuviera desierto. Pero en estos tiempos que corren, y encima lloviendo, lo extraño sería que hubiera gente. Son malos tiempos y hay que aguantar el tirón.
Como suele pasar en estos casos, al tener todo el restaurante para nosotros, tuvimos que decidir en que mesa nos sentaríamos. Un acto insustancial a priori, pero que hay teorías desarrolladas al respecto. La decoración del restaurante es básica y funcional. Unas fotos recuerdan la antigua utilización del restaurante, lo que explica el origen de su nombre y poco más. Aquí se viene a comer bien y no se pierde el tiempo en cosas superfluas. -!Para ver cosas bonitas, al Prado!
Como llevábamos un anfitrión que conocía bien el terreno que pisaba, dejamos en sus manos la elección, cosa que resultó ser un acierto. Junto con las cervezas, claras y refrescos de siempre empezaron a traer los entrantes. El primero unos tacos de pulpo al horno. Un plato bastante sencillo de hacer, pero no es tanto que quede perfecto, duro por fuera y tierno por dentro. Este estaba bastante conseguido. Enseguida un pastel de secreto ibérico. Un pequeño trozo por cabeza que supo a poco. Venía acompañado de una mermelada de violeta. A mi me encanta esta mermelada. Pero no veía la posibilidad de combinación por ningún lado. Seguimos con los entrantes, ha decidido tomar varios entrantes y terminaremos con un plato al centro. El tercer entrante fueron unos caramelos de bacalao. Bacalao, trigueros y gambas envueltos con unas pasta filo. No entiendo que la decoración de este plato sea sirope de fresa. -¡Volvemos a decorar por decorar! Supongo que el cocinero estuvo dudando entre el sirope y una reducción de vinagre de Módena. - No se por que prefirió el sirope. Mientras traían los entrantes iba cayendo la botella de Ramón Bilbao Edición Limitada de 2009. Los dos últimos fueron tan clásicos como los anteriores. Aquí hemos venido a comer bien, sin florituras. Así que del revuelto de trigueros, setas y gambas, lo único que sorprendió fue lo bueno que estaba y la cantidad. - Reconozco que no pudimos con todo. Además, aún quedaba mucho por llegar. El último de los entrantes fue el volcán de queso. Una bola de queso de cabra semifundido y acompañado por una mermelada a modo de lava. Con este plato acabábamos los entrantes y para no decepcionar, la decoración de este último plato si fue la imprescindible reducción de Módena, un clásico ya de nuestra cocina retro.
Clásico, conservador y carnívoro son los adjetivos que mejor definirían a nuestro anfitrión en su papel de Cicerón. Por lo que para no dar una mínima oportunidad al fracaso, puso la guinda a la cena con un plato al centro que sabía de antemano que no iba a fallar. Un entrecot de Angus que se deshacía en la boca como si fuese mantequilla. No entiendo por que lo trajeron ya troceado. Tiene más empaque sin los tajos del cocinero. Aún así, la cena resultó ser una agradabilisima velada junto a grandes amigos que espero perdonen esta crítica. Con una buena cena que resulto, como debe ser, secundaria y un servicio sin grandes puestas en escena, pero que no tuvo nada de protagonismo, como también ha de ser. Y cierro aqui la crónica de Las Planchas, al no tomar postres, infusiones ni cafés pues terminamos la fiesta brindando por el Sr. L, con un espectacular coctel de naranja.
El Restaurante Las Planchas está en la calle Cid número 12 de Cabezo de Torres, justo enfrente del campo de futbol del Cabezo. aunque para reservar podeis llamar al teléfono 671 06 70 70. También os diría que podeis llamar el Sr. L. y pedirle que os reserve el directamente, que seguro que teneis descuento. Pero no se si le haría mucha gracia que publicara su número.