No llevo mucho tiempo con ésto de las redes sociales, para mí un universo por descubrir.Mis seguidores en Twitter hace dos días eran 97 , me incomodaba un poco el echo de no estar en los 100, así que empecé a frecuentar mis entradas en Twitter para ver si tenía algún seguidor más a sabiendas que el móvil me daba un aviso, aún así lo miraba cada vez más. No tarde como buen tuitero nobel en seguir a gente nueva para que a su vez ellos me siguieran y tener mis 100 seguidores cosa que a mí no me gusta porque solo lo utilizo a modo de información, pero está vez me ganó el ansia. No tarde en tener 99 seguidores por lo tanto sabía que era cuestión de horas poder alcanzar los 100 , mi incremento de visitas en Twitter aumentaba cada 15 minutos pero no llegaba mi ansiado seguidor, mi incomodidad crecía pero yo no quería seguir a gente sin sentido así que aguante unos días. Mi incomodo 99 seguía hay, así que decidí no esperar más y seguir a gente para que me siguieran, en cuestión de minutos tenía 103 seguidores. ¡¡CONSEGUIDO!!
A la mañana siguiente subí en el autobús como cada mañana para ir a trabajar cuando abrí mi Twitter...¿adivinen que? Tenía 99 seguidores , mi siguiente pregunta fue clara ... ¿para qué quería yo 100 seguidores ? Abrí mí libro de Jorge Bucay "Dejame que te cuente" y leí un cuento llamado ...(parece que me estaba esperando )
El círculo del 99
Un rey muy triste tenía un sirviente que se mostraba siempre pleno y feliz. Todas las mañanas, cuando le llevaba el desayuno, lo despertaba tarareando alegres canciones de juglares. Siempre había una sonrisa en su cara, y su actitud hacia la vida era serena y alegre. Un día el rey lo mandó llamar y le preguntó: — Paje, ¿cuál es el secreto? — ¿Qué secreto, Majestad? — ¿Cuál es el secreto de tu alegría? — No hay ningún secreto, Alteza. — No me mientas. He mandado cortar cabezas por ofensas menores que una mentira. — Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atendiéndole. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado, estamos vestidos y alimentados, y además Su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas que nos permiten darnos pequeños gustos. ¿Cómo no estar feliz? — Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar —dijo el rey—. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado. El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación. El rey estaba furioso, no conseguía explicarse cómo el paje vivía feliz así, vistiendo ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le preguntó: — ¿Por qué él es feliz? — Majestad, lo que sucede es que él está por fuera del círculo. — ¿Fuera del círculo? ¿Y eso es lo que lo hace feliz? — No, Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz. — A ver si entiendo: ¿estar en el círculo lo hace infeliz? ¿Y cómo salió de él? — Es que nunca entró. —¿Qué círculo es ese? —El círculo del noventa y nueve. —Verdaderamente, no entiendo nada. —La única manera para que entendiera sería mostrárselo con hechos. ¿Cómo? Haciendo entrar al paje en el círculo. Pero, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo. Si le damos la oportunidad, entrará por sí mismo. — ¿Pero no se dará cuenta de que eso es su infelicidad? —Sí se dará cuenta, pero no lo podrá evitar. — ¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos lo hará? —Tal cual, Majestad. Si usted está dispuesto a perder un excelente sirviente para entender la estructura del círculo, lo haremos. Esta noche pasaré a buscarlo. Debe tener preparada una bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de oro. Así fue. El sabio fue a buscar al rey y juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. El sabio guardó en la bolsa un papel que decía: “Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no le cuentes a nadie cómo lo encontraste”. Cuando el paje salió por la mañana, el sabio y el rey lo estaban espiando. El sirviente leyó la nota, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció. La apretó contra el pecho, miró hacia todos lados y cerró la puerta. El rey y el sabio se acercaron a la ventana para ver la escena. El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa, dejando sólo una vela, y había vaciado el contenido de la bolsa. Sus ojos no podían creer lo que veían: ¡una montaña de monedas de oro! El paje las tocaba, las amontonaba y las alumbraba con la vela. Las juntaba y desparramaba, jugaba con ellas... Así, empezó a hacer pilas de diez monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres, cuatro, cinco pilas de diez... hasta que formó la última pila: ¡nueve monedas! Su mirada recorrió la mesa primero, luego el piso y finalmente la bolsa. “No puede ser”, pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja. “Me robaron —gritó—, me robaron, ¡malditos!” Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas. Corrió los muebles, pero no encontró nada. Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había noventa y nueve monedas de oro. “Es mucho dinero —pensó—, pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un número completo. Cien es un número completo, pero noventa y nueve no”. El rey y su asesor miraban por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, tenía el ceño fruncido y los rasgos tensos, los ojos se veían pequeños y la boca mostraba un horrible rictus. El sirviente guardó las monedas y, mirando para todos lados con el fin de cerciorarse de que nadie lo viera, escondió la bolsa entre la leña. Tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para comprar su moneda número cien? Hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla; después, quizás no necesitaría trabajar más. Con cien monedas de oro un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas de oro se puede vivir tranquilo. Si trabajaba y ahorraba, en once o doce años juntaría lo necesario. Hizo cuentas: sumando su salario y el de su esposa, reuniría el dinero en siete años. ¡Era demasiado tiempo! Pero, ¿para qué tanta ropa de invierno?, ¿para qué más de un par de zapatos? En cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien. El rey y el sabio volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del noventa y nueve. Durante los meses siguientes, continuó con sus planes de ahorro. Una mañana entró a la alcoba real golpeando las puertas y refunfuñando. — ¿Qué te pasa? - le preguntó el rey de buen modo. — Nada —contestó el otro. — No hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo. — Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría Su Alteza, que fuera también su bufón y juglar? No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
Hoy en día hay miles de empresas en todo el mundo que se esfuerzan en tener más seguidores con el objetivo de llegar a más público , con métodos de reclamo como concursos , regalos , sorteos, etc... todos ellos destinados a captar al nuevo seguidor con la idea de cuantos más mejor, más gente a más sitios llego y mi trabajo como comunity manager queda justificado. Sin embargo mi observación es que cuando pasan los sorteos ,regalos y toda la zanahoria esta comida el falso seguidor huye en una alta proporción o directamente no compra mis servicios , el único que me compra es el mismo de siempre.
Entonces ¿por qué no basar nuestros esfuerzos en los que nos han seguido sin concursos ? ¿Por qué no premiar a los seguidores fieles y motivarlos para que sigan comprando? Lo que esta claro es que mis "99"seguidores (989,2798,3546... )son mis clientes potenciales y a ellos tengo que dedicar mi esfuerzo.
En lo personal mi conclusión final es que este nuevo circulo de redes sociales donde nos hemos metido , donde paradójicamente el logotipo de twiter es un pájaro (nos tienen en una jaula) solo sirven para alimentar que más me queda el alma del ego y la curiosidad ajena ,siempre y cuando no se utilice de forma informativa o como negocio.Y así en todo en la vida , solo necesito tener lo que necesito.
Esta experiencia me ha servido para recordarmelo una vez más.
¿y para que quiero yo 100 seguidores en Twitter ? Los 99 que tengo son los mejores. Digo Twitter como digo Facebook.