Revista Libros

Las señoritas de escasos medios (muriel spark)

Publicado el 20 octubre 2011 por Ceci

“Nicholas le dio un beso cariñoso. En ese momento le pareció vislumbrar la ternura que había en Jane, pues no hay nada tan revelador como un estallido de miseria acumulada por parte de una criatura de naturaleza flemática.”

Las señoritas de escasos medios

Muriel Spark

Les hablaba hace ya algún tiempo -¡más de tres años ya!- de cómo Patrick Hamilton había conseguido en Los esclavos de la soledad retratar el Londres de la II Guerra Mundial y mantenerse, al mismo tiempo, alejado de los estereotipos románticos de industriosas enfermeras, audaces “resistentes” y flemáticos y sacrificados civiles, que casi hacían deseable haber podido asistir a un bombardeo con la esperanza de conocer a un piloto de la RAF con la cara de Harrison Ford o a un cínico idealista del carisma de Steve McQueen o, por supuesto, Humphrey Bogart. En la guerra de Hamilton, en cambio, la gente lo pasa mal, condenadamente mal, de hecho, pero no por la amenaza de la Luftwaffe, sino por la zafiedad, mezquindad, crueldad -y demás derivados en -dad que puedan imaginar- del prójimo residente en una casa de húespedes.

LAS SEÑORITAS DE ESCASOS MEDIOS (MURIEL SPARK)

Pues bien, en Las señoritas de escasos medios, Muriel Spark juega también a romper los estereotipos, aunque, eso sí, por la vía del humor, lo que, sobra decirlo, es de agradecer. Su escenario es también una casa de húespedes de Londres, más en concreto, una residencia de solteras, cuyos hábitos se nos describen con ligereza y desparpajo pero con una prosa menos inane e inocua de lo que se pretende aparentar. La ironía campa a sus anchas por esta historia de ligues, enredos, entradas y salidas, préstamos de vestidos, aspirantes a la gloria literaria y mártires de la elocución. La autora llega incluso a elegir un chivo expiatorio, Nicholas Farrington, necio al que convierte en portavoz de ese Londres idealizado de los ’40 para destinarlo después a un ridículo y trágico final. Y no, no les estoy destripando esta novela que resulta, pese a su tema, alegre y divertida, además de, por supuesto, elegante a más no poder. ¿Les había dicho ya que es inglesa? Pues ya saben, lean, lean.


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