Atleta frío, sobrio y de estilo elegante, Viren ha pasado a la historia como el único capaz de lograr en dos ocasiones el doblete olímpico en 5.000 y 10.000 metros, algo que consiguió en Munich´72 y Montreal´76. Otros grandes campeones, como Hannes Kolehmainen en 1912, Emil Zatopek en 1952, Vladimir Kuts en 1956 o Kenenisa Bekele en 2008, han conseguido este mismo doblete en unos Juegos, pero ninguno de ellos lo ha podido repetir. Después de conocer este dato, sorprende echar un vistazo a su palmarés, en el que “sólo” encontramos estas cuatro medallas de oro olímpicas…. y una medalla de bronce en los Campeonatos de Europa de 1974. Sin duda, un caso excepcional.
Lasse Viren era un chico de campo con raíces fuertemente asentadas en Myrskylä, un pequeño pueblo de Finlandia rodeado de bosques, lagos, extensas praderas y empinadas colinas, donde nació el 22 de julio de 1949, donde creció y donde ha residido toda su vida. De pequeño practicaba esquí de fondo (llegó a ganar varias carreras infantiles), pero pronto se decantó por el atletismo, deporte por el que lo dejó todo. Siendo un adolescente abandonó sus estudios de mecánica para entrenar más, y ya por aquel entonces daba muestras de una fuerza de voluntad y una disciplina inquebrantables. Desde el principio se decantó por las pruebas de fondo, distinguiéndose por sus extraordinarios finales de carrera.
Su primer gran éxito en el mundo del atletismo lo consiguió en 1969, cuando se proclamó campeón Juvenil de Finlandia. Pocos meses después lograba el título absoluto de 5.000 metros, y batía el récord junior de Escandinavia con una marca estratosférica para la categoría (13:55). En sólo un año había mejorado su marca personal en la distancia de 14:59 a los referidos 13:55; de ser un desconocido había pasado a ser la gran esperanza del atletismo finlandés.
Su ascenso a la élite fue meteórico. En 1971 disputa su primer gran campeonato absoluto, acabando 7º en los 5.000 metros del Europeo de Helsinki; sólo un año después, escribiría una de las páginas más brillantes del atletismo olímpico. Apenas 20 días antes de los Juegos de Munich ya maravilló a todos logrando en Estocolmo su primer récord del mundo, en la distancia de las dos millas (8:14.0). Era el primer aviso de lo que estaba a punto de lograr.
Triunfos olímpicos
El 3 de septiembre de 1972, los espectadores que abarrotan el estadio Olímpico de Munich asisten a una de las grandes gestas de la historia del olimpismo. La final de los 10.000 metros transcurría desbocada, a ritmo de récord del mundo, cuando en la vuelta 12, poco antes de su ecuador, Viren y Mohamed Gammoudi tropezaron, perdieron el equilibrio y se fueron al suelo. El tunecino tuvo que abandonar la prueba dolorido; la carrera peligraba para nuestro protagonista… Sin embargo, se levantó con rabia y reanudó la marcha. En una demostración de fuerza, recuperó en poco más de una vuelta los 30 metros que había perdido respecto a los hombres de cabeza, entre los que se encontraba el español Mariano Haro.
En las últimas vueltas, Viren y el belga Puttemans firman un duelo apasionante, corriendo el último kilómetro en 2:29.2. El finlandés se impuso al sprint, con un tiempo de 27:38.4, que suponía un nuevo récord del mundo. La carrera tuvo un nivel descomunal, como demuestra que los tiempos de los tres primeros clasificados -Viren, Puttermans (27:39.6) y el etíope Mirus Yifter (27:41.0)- pasaron a ser las tres mejores marcas mundiales de la historia. Y Mariano Haro acabó 4º con 27:48.2, que suponía la quinta mejor marca de todos los tiempos.
Una semana después repetiría medalla de oro en la final de los 5.000 metros derrotando a Gammoudi –campeón en México´68- con un tiempo de 13:23.4, nuevo récord de los Juegos. Así, emulaba medio siglo después a los “finlandeses voladores“ (Kolehmainen, Paavo Nurmi o Ville Ritola), grandes dominadores de las pruebas de fondo en los años 20. Pocas semanas después de los Juegos, establece en Helsinki un nuevo récord mundial en los 5.000 (13:16.4)… y a partir de aquí su nivel baja de manera espectacular.
Pensando casi exclusivamente en los Juegos, Viren se olvidó de sus marcas y su palmarés durante el periodo olímpico, en el que se centró en hacer entrenamientos en altitud (una innovación por aquel entonces) en las montañas de Colombia y Kenia. Entre 1973 y 1976 encadenó una decepción tras otra. En los Campeonatos de Europa de Roma (1974) tan sólo pudo ser 3º en los 5.000 metros y 7º en la prueba del 10.000; además, terminó 5º en la Copa de Europa de Helsinki. Resultados impropios de todo un bicampeón olímpico.
Una personalidad enigmática
Convertido ya en una estrella del atletismo, durante estos cuatro años se le solicitó para participar en numerosas pruebas atléticas, pero la mayoría de las veces rehusó las invitaciones. Frío y calculador estratega sobre la pista, introvertido, reservado y sarcástico en su vida personal, Lasse Viren (1,80 metros; 69 kilos) vivía por y para la cita olímpica, una forma de actuar que, como veremos más adelante, levantó no pocas suspicacias.
Viren llegó en plena forma a los Juegos de Montreal 1976, donde subió el listón y buscó el más difícil todavía: emular el triplete olímpico que lograra Emil Zapotek en 1952: oro en 5.000, 10.000 y maratón. Se quedó muy cerca de la proeza; tras ganar el oro en los 5.000 y los 10.000 metros, no pudo repetir triunfo en el maratón… disputado tan sólo 18 horas después de la final de los 5.000. Agotado por el esfuerzo de los días previos sólo puede ser quinto (2h13:11) en una prueba dominada por Waldemar Cierpinski.
En la recta final de su carrera todavía disputó unos terceros Juegos Olímpicos (Moscú 1980), donde ocupó la 5ª plaza en los 10.000 metros. Llevaba arrastrando desde semanas atrás una lesión en el muslo, y llegó a temer seriamente por su presencia en la capital soviética. De hecho, en un principio no lograría su clasificación para la final, pero la lesión del irlandés Treacy en una de las semifinales propició su repesca y poder disputar su tercera final olímpica en los 10.000.
Tras esta competición se retiró del atletismo profesional, aunque siguió corriendo en algunas pruebas populares, “para que algunos puedan disfrutar presumiendo de haberme ganado”, dijo entonces con ironía. Su enorme fama en Finlandia catapultó su carrera política, llegando a ser parlamentario, entre 1999 y 2007, por el conservador Partido de Coalición Nacional.
Luces y sombras
Lasse Viren fue un atleta de extremos, que levantaba tantas pasiones como recelos. En su época de máximo esplendor, su actitud de dejar de competir al más alto nivel entre una cita olímpica y otra levantó no pocas suspicacias, y se extendió la sospecha de que en este periodo -además del entrenamiento en altura- se sometía a un plan de autotransfusiones sanguíneas para aumentar su hematocrito (tasa de glóbulos rojos).
Estas sospechas se multiplicaron tres décadas después cuando en una biografía sobre el atleta (“Lasse Viren, segundos de oro”) su entrenador, Rolf Haikkola, reconoció que llegó a tener el hematocrito por encima del 70%. “Lasse Viren me ganó dopado en Múnich´72”, declararía en 2007 el español Mariano Haro, 4º en los 10.000 metros de aquellos Juegos. Hay que aclarar que esta práctica –conocida en la actualidad como dopaje sanguíneo- no era ilegal en los años 70, y solo fue prohibida a partir de 1985. En cualquier caso, es evidente que esto le ofrecería una cierta ventaja sobre otros atletas que no utilizaban este método.
Viren siempre ha defendido que actuó de acuerdo a la legalidad(“nunca nadie pudo pillarme en falta”, ha dicho), y atribuyó sus éxitos a un muy exigente sistema de preparación, basado en un volumen de entrenamiento descomunal y en el trabajo en altitud, del que fue un pionero. Este trabajo lo llevaba a cabo en el Pirineo francés, en Bogotá y en las altiplanicies de Kenia, donde pasaba largas temporadas. Sus entrenamientos eran llevados con gran secretismo, aunque años después se supo que eran, en volumen e intensidad, diferentes a todo lo conocido hasta entonces. Según contó Haikkola en el citado libro, Viren no dejaba de entrenar ni un solo día, haciendo siempre dos sesiones diarias, y a veces hasta tres.
En un periodo de doce meses llegaba a acumular entre 7.000 y 8.000 kilómetros (unos 20 diarios), en su mayor parte “entrenamientos de resistencia de la mejor calidad”, según Haikkola. "El objetivo de nuestras concentraciones estaba claro: subir el hematocrito hasta el nivel de los atletas criados en altiplanicie. Lasse corrió en Múnich y Montreal con más del 70% de hematocrito. Era muy fuerte, tenía el cuerpo adecuado. Entrenábamos series de 5.000 metros en una pista de 600, con cambios de ritmo de 200, como si fuera una bala a la espalda de Bedford: hasta 273 cambios de ritmo diarios". Tras los Juegos de Montreal, preguntado por el supuesto dopaje sanguíneo, Viren se limitó a responder: “Corro 8.000 kilómetros al año, y eso es suficiente”. Admirado y criticado a partes iguales, nadie podrá negar -más allá de cualquier polémica-, que ha sido uno de los más grandes atletas de fondo de todos los tiempos.