Una de esas obras maestras que demuestran lo que es buen cine, cine de verdad. Jaques Becker predispone desde el minuto uno al espectador en Le Trou (La Evasión, 1960), de que todo lo se va a ver en la peli es un suceso real. Esto no hace sino sumergirnos en la historia y convertirnos en un personaje más de esta película. El protagonista indiscutible: el espectador, que será guiado por el resto de compañeros de celda a través de una trama salpicada por el compañerismo, la tenacidad y la astucia de sus personalidades.
Una cárcel que poco tiene que ver con las cárceles a las que nos tiene acostumbrados el cine americano, o incluso el último exponente carcelario del cine español: Celda 211. Los presos que vemos tienen apariencia normal y la vida en la cárcel transcurre sin demasiados sobresaltos. Comen, charlan, trabajan, y tienen sus trapicheos, sí, pero los reclusos utilizan más la imaginativa que la violencia y el acoso. Unos diálogos que, si bien no dicen demasiado del pasado de los personajes principales, irá desmembrando con agudeza la psique de cada uno de ellos.
Este fue el último film de Jaques Becker, que falleció sin ni siquiera poder terminar el film ni mucho menos verla estrenada. Fue su hijo, el también cineasta Jean Becker, el que culminó los detalles que faltaban en cuanto a postproducción. Su padre es considerado uno de los maestros de la cinematografía gala, responsable de títulos como Los amantes de Montparnasse o París, bajos fondos; y ha servido de inspiración a grandes cineastas como el mismísimo François Truffaut.
VANESSA PASCUAL