Revista Espiritualidad

Lecciones aprendidas del Harlem Shake

Por Chocobuda

Desde niño siempre he sido un bufón. Aunque no lo parezca, siempre trato de hacer reír a quien esté a mi lado.

Apesto para contar chistes, pero siempre que es posible me gusta jugar bromas y hacer el ridículo sin importarme las consecuencias o lo que pensarán.

Quizá me vea como un completo tonto. Quizá mis esfuerzos parecen pretenciosos. Pero al final me divierto mucho.

Así que cuando mi Maestro, Jundo (en Japón), pidió voluntarios para un Zen Harlem Shake, no dudé ni un segundo en decir ¡YO!

Por si has estado viviendo bajo una piedra, Harlem Shake es un meme en video en el que un grupo de personas parece indiferente ante un ritmo pop, pero al mismo tiempo uno de ellos baila una danza tonta. De pronto la música se acelera y todos comienzan a bailar o a hacer algo ridículo por unos 15 segundos.

Claro que es lo más tonto del mundo. Por supuesto que todo Internet lo ha hecho y YouTube está saturado de estas muestras. ¿Pero a quién le importa?

Así pues, nos dimos cita en Google Hangouts. Jundo y su bella familia en nuestro Zendo en Tsukuba, Japón; Daizan desde Canadá.; Jenell en Estados Unidos; y Koshin y yo en México. Este es el resultado:

Yo soy el de la cubeta azul en la cabeza.

Ya puedo escuchar a muchas personas quejándose de cómo un Zen Master puede encabezar tremenda falta de respeto al mundo budista. El budismo zen tiene que ser serio y ceremonioso. No hay danza ni alegría, sólo meditación y calma. No puede haber risa porque las escuelas Rinzai y Soto nunca han hecho algo similar. ¡Esto es un ultraje!

Pero no creo que sea así.

Primero que nada, tal como la vida incluye sufrimiento (marcado en las Cuatro Nobles Verdades); la vida también incluye risa, alegría, humor tonto y bailes absurdos.

Esta existencia es una danza de innumerables factores que se mueven con sincronía tan sublime, que hay que callar la mente para apreciarlo.

Los planetas danzan al rededor del sol. El clima en este planeta baila a un ritmo de 4 tiempos, por más que nos empeñemos en echarlo a perder. Las ciudades respiran la caótica sinfonía de la urgencia. Las personas bailan, ríen, aman y se abren paso; perdidas en su ego y tratando de destruir el balance de universo. Y dentro de nosotros, la sangre fluye al beat que marque el corazón.

Todo es parte de una sola experiencia que se puede apreciar cuando estamos con nuestros sentidos fijos en zazen.

Y zazen es la danza de la realidad.


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