Revista Cultura y Ocio

Lecciones de cultura clásica

Por Cayetano
Lecciones de cultura clásica

Afrodita. Museo Arqueológico de Tesalónica (Foto de Jean Housen)

Alexis Demóstoles nació en la Macedonia central, en la ciudad de Tesalónica, sin previo aviso. Llegó a este mundo, junto al Egeo, un 12 de abril, aunque él no lo recuerda; pero fue aquella mañana, la de su nacimiento, una mañana luminosa: el viento estaba en calma y el mar tranquilo, como una piscina de color azul intensísimo. Seguro que Poseidón y Eolo estaban durmiendo. O no andaban enfadados con los mortales, pues siempre fue costumbre de estos dioses agitar los vientos, encrespar las aguas y provocar oleajes de ruido y espuma.
Alexis era de cuerpo esbelto y bellas proporciones. Su agraciada anatomía respondía a la perfección al canon clásico de Policleto, con su altura de siete cabezas, su cabello negro rizado y la nariz recta y perfecta. Creció rodeado de cabras y olivos. También del afecto de su madre y de sus hermanas, mayores que él. Ya de niño mostró habilidades en lo referente al cultivo floral y al encalado de las casitas marineras, y se convirtió pronto en un experto en el arte de bailar el sirtaki. También se reveló como un enamorado del arte culinario y un aficionado a catar buenos vinos de la tierra. Solo tenía un defecto, si es que se le puede llamar así: era poco dado a perseguir a las helenas cual sátiro en celo. Más bien era comedido, sosegado y prefería el embeleso de la música o de las columnas de capiteles jónicos antes que las volutas y redondeces insinuantes de las damas del lugar, aunque en las noches tórridas de verano, con el Egeo como testigo, Selene bañara de luz lechosa sus desnudeces, que más parecían diosas ansiosas de libar el néctar de sus copas y otros placeres que mujeres discretas que, como Penélope, aguardan fieles el regreso del esposo tras su dura travesía.

Eran otros placeres los que le seducían: su trabajo como guía en el museo arqueológico de Tesalónica, contemplar la puesta de sol cuando tiñe de tonos cárdenos el firmamento, degustar una musaka o una ensalada con queso de cabra acompañadas de un buen pan de pita frente al mar en uno de los innumerables chiringuitos de la costa, todo ello regado con un buen vino blanco de Santorini.

Recordando los viejos versos de Cavafis: "si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo... Pide que el camino sea largo."

Lecciones de cultura clásica

Imagen de Russell Yan,  de uso libre en Pixabay

Alexis era un enamorado de la gastronomía, del arte y de la música de cámara, pero nunca fue un depredador sexual... al menos del sexo femenino, que se sepa. Y no era falta de sensibilidad ante la belleza. Antes al contrario: en cada mujer encontraba la reencarnación de una diosa, solo que sus preferencias no iban por ese camino, a no ser el meramente estético.

Cuando le propusieron aquel cargo en Bremen (Alemania), lejos de su tierra, lejos de su mar y de sus puestas de sol, renunció a él para seguir con su empleo de guía en el museo arqueológico local. Prefirió quedarse a esperar la vejez a orillas del Egeo, sin más compañía que los atardeceres y el vino blanco de Santorini.

Tranquilo y feliz.

Más solo que la una.

Siempre Cavafis:

"Dejadme estar aquí. Dejadme también mirar la naturaleza un rato.La orilla del mar matutino y el cielosin nubes, brillante, azul y amarillotodo iluminado bellamente, y vasto."

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