Mi primera reacción echando un vistazo a El Fotógrafo (Sins Entido, 2011) fue de extrañeza por el choque entre dos medios tan distintos como el cómic y la fotografía. Sin embargo, metidos en lectura rápidamente descubrimos que no se trata de un juego formal, sino de una fusión al servicio de una narración absorbente y apasionante. El buen hacer de Emanuelle Guibert nos permite conocer una historia vivida, fotografía y narrada por Didier Lefévre: el relato de un viaje iniciático real junto a una expedición de Médicos sin Fronteras a través del Afganistán en guerra con los soviéticos. Más información, a un click.
El Fotógrafo
Los miembros de la expedición médica llevaban años sobre el terreno, conocían las rutas, el idioma y los contactos necesarios, sabían respetar las tradiciones. Didier tendrá que aprenderlo todo en poco mas de tres meses, pero tras esta experiencia regresó a Afganistán hasta en ocho ocasiones, llegando a publicar un libro sobre sus viajes a este país castigado por las sucesivas guerras, que aún así no deja de enamorar a quienes lo visitan.
Me acerqué a este cómic tras vencer mis primeros prejuicios estéticos. Lo cierto es que un cómic se ojea, muchas veces sin que podamos pararnos a leer, y ese vistazo puede darnos impresiones erróneas. El impulso definitivo me lo dio la lectura de Los Ignorantes, donde Étienne Davodeau narra como la lectura de esta obra impactó tanto al viticultor Richard Leroy, que después de charlar con el dibujante, Guibert, viaja para conocer a dos de los protagonistas de la historia, Robert y Régis, que ya retirados de las misiones humanitarias en zonas en conflicto con Médicos sin Fronteras, decidieron dedicarse también a la viticultura. El primer aspecto a tener en cuenta al leer El Fotógrafo es que se trata de una historia real.
Encontrar los auténticos rostros de los personajes en las fotografías de Lefévre nos permite compartir a un nivel mas profundo la empatía del fotógrafo con sus compañeros de expedición
En el año 1986, el fotógrafo Didier Lefévre se unió a una expedición de Médicos sin Fronteras que partía de Peshawar, en el norte de Pakistán, para internarse en el Afganistán en guerra con los soviéticos y atender a la población local de las zonas en conflicto. El equipo, compuesto por tres médicos, un anestesista y dos enfermeras, preparó cuidadosamente su expedición, atravesando las montañas junto a una caravana de mujahidines que transportaba armas para los afganos. Tras una penosa travesía a lomos de caballos y transportando el equipo en mulos por los estrechos desfiladeros pedregosos que evitaban los controles soviéticos, arribaron a su centro de operaciones, un establo pobremente acondicionado en la aldea de Zaragandara. Lefévre documentó la actividad del equipo médico y un mes después, cuando se decidió alargar la expedición, emprendió por su cuenta el camino de regreso a Pakistán. Durante el viaje tomó más de tres mil fotografías, de las cuales se publicaron seis.
“…me pregunto que hago allí, y como siempre respondo haciendo fotos”. Lefévre y sus compañeros del equipo médico coinciden en la motivación mas profunda de su aventura: una vocación por su profesión que no conoce límites. Estas viñetas son buena muestra el genio narrativo de Guibert, que a su manera realizó también este viaje por la memoria del fotógrafo persiguiendo su necesidad de contar historias reales mediante el cómic.
Veinte años más tarde, el dibujante y autor de cómics Emanuelle Guibert, que ya había comenzado a dibujar las memorias de Alan Ingram Cope durante la segunda guerra mundial en la serie La guerra de Alan, propuso a su amigo Lefévre contar esa historia en cómic, utilizando sus fotos como vehículo para la narración de la historia real, vista por el ojo del fotógrafo, mientras el dibujo para se encargaba de conducir y completar el relato de ese viaje, las conversaciones con los compañeros, el aprendizaje de los usos afganos, las vicisitudes del camino, las reflexiones del propio Lefévre.
Una historia vivida, fotografiada y narrada por Didier Lefévre
Pese a que Didier Lefévre (1957 – 2007) llevaba un diario de la expedición, este se perdió en el camino de regreso. Para este proyecto, reconstruyó la historia junto a Guibert mediante las fotografías y muchas horas de conversaciones en torno a ellas grabadas en cintas, algunas de las cuales podemos escuchar desde el sitio web de la editorial original francesa, Dupuis.
El ojo de Didier, siempre agudo para los momentos de sencilla belleza, se va deteniendo en sus compañeros y en los hombres de mejor y peor ralea que se cruzan en su camino. Juliette es la jefa de la expedición, la que mejor conoce Afganistán y a sus gentes, y sabe hacerse respetar entre los mujahidines y los jefes de las aldeas a pesar de ser una mujer extranjera.
Poco conocemos en el cómic del pasado de Lefévre o de cómo llega a participar en esa aventura. Se centra en el relato del viaje y de su aprendizaje. Conocemos su personalidad a través de su capacidad de asombro y su mirada curiosa, que incide especialmente en los rostros y los gestos, en la personalidad que descubre en aquellos que le acompañan y en quienes encuentra en el camino. Tampoco quedan fuera del relato el horror de la guerra, el esfuerzo estoico y no carente de romanticismo de los miembros del equipo médico o las anécdotas más mundanas. Todo el relato rezuma sinceridad, con la profundidad que otorga mirar hacia el pasado y encontrar en las fotografías los instantes congelados de una experiencia que fue real y decisiva en la vida del fotógrafo.
El fotógrafo no esconde su admiración por algunos personajes ni su desprecio por otros. Najmudin es un líder mujahidin que profesa amistad y respeto por los miembros de la expedición, una de las muchas figuras protectoras y positivas que encontrarán en su camino.
Tras desarrollar una intensa carrera que le llevó por medio mundo retratando gentes y lugares remotos, culturas diversas, con el ojo de un antropólogo siempre respetuoso para el que la fotografía era una necesidad vital, Lefévre falleció en el año 2007 a causa de una afección cardiaca.
Escrita y dibujada por Emanuelle Guibert
Guibert nació en París en el año 1964. Tras formarse en la École nationale supérieure des arts décoratifs, emprendió su carrera en la bande desinée (apelativo de la historieta franco-belga, literalmente “tiras dibujadas”) con un ambicioso proyecto, Brune, un relato del ascenso del nazismo en la Alemania de los años treinta. Vinculado a la editorial L’Association, referente del cómic independiente francés desde principios de los años noventa, emprende varios proyectos junto con Joann Sfar y David B. antes de embarcarse con La Guerra de Alan, obra que alcanzará un gran éxito de crítica y público. El estilo de dibujo de Guibert, de línea clara y sin apenas medios tonos, es heredero de la influente escuela de Hergé. Sin embargo, partiendo de la simplificación, es realista y el entintado refleja en muchas ocasiones la peculiaridad de una de sus técnicas favoritas, empleada para toda la serie de La Guerra de Alan y en muchas viñetas de El Fotógrafo.
Guibert parte del respeto por el relato de su amigo Didier y del material que lo estructura, las fotos que fueron resultado de esa experiencia. Resuelve con gran acierto las transiciones entre las fotografías y el cómic, y establece una narración que, desde su minimalismo, muestra mucho arte y poco artificio, siempre al servicio de la historia.
Guibert consigue con su dibujo y su forma de narrar una expresividad que se combina con sorprendente facilidad con las fotografías de Lefévre
Por supuesto el constante juego entre las miradas del fotógrafo, la del narrador gráfico y las de los personajes, que son verdaderas personas, nos remite a un previsible análisis postmoderno, pero Guibert rehúye del carácter experimental, dejándonos una obra accesible para cualquiera que tenga interés por conocer una historia apasionante, una realidad ajena para muchos. Y lo hace mediante un medio, la narración gráfica, que muestra su faceta más intuitiva y absorbente por su manejo de los ritmos para dejarle el protagonismo al relato.
Maquetada y coloreada por Frederic Lemercier
Colaborador habitual de Guibert, Lemercier se encarga de aplicar los colores planos, que contrastan definitivamente con las fotografías en blanco y negro. Son esos colores planos los que acercan más la estética del dibujo al de la tradición de la “línea clara”, e incluso en varias escenas de multitudes fácilmente podría haberse colado Tintín disfrazado con chilaba. El uso de esos tonos planos hace aún más accesible la lectura del cómic para los no habituados a leer historietas, y le dan la expresividad necesaria, dentro del minimalismo general de la parte dibujada, a muchas viñetas de fondo plano.
El “hospital”, poco mas que una choza a escasos kilómetros de la zona de combate. La falta de medios no impide, sin embargo, que los médicos realicen su trabajo y que los pacientes acudan a ellos caminando heridos desde kilómetros de distancia. Las escenas de intervenciones médicas, recogidas por las fotos de Didier, muestran toda la crudeza de una guerra en la que, como siempre, los que mas sufren son los inocentes.
Otra colaboración que mencionan los autores es la de Marjane Satrapi, la popular autora de Persépolis, en la rotulación de las caligrafías persas.
Edición Integral
El Fotógrafo se publicó en Francia en tres entregas, entre los años 2003 y 2006, correspondientes a las tres etapas que pueden distinguirse claramente: los preparativos y el viaje, en segundo lugar la llegada a Zaragandara y el trabajo de los médicos cumpliendo su misión, y, finalmente, el periplo de regreso. Este mismo formato en tres volúmenes fue el que siguió la editorial Glénat para publicar la edición española, entre 2005 y 2007. Esta edición integral de Sins Entido proporciona a la obra una integridad estructural que se agradece en la lectura, como señala El Tío Berni en su reseña para Entrecómics.
La tercera parte recoge la etapa mas oscura, el regreso en solitario de Didier, que tiene que enfrentarse no sólo a la dureza del camino, sino a sus propios miedos y a la sensación de desamparo sin el apoyo de sus compañeros mas expertos. Guibert transmite esa sensación con su dibujo minimo, desolado, y un manejo elegante del ritmo, al servicio de las palabras con las que Lefévre evoca sus peores momentos.
El volumen, que respeta el tamaño original, está impreso en buen papel satinado que permite apreciar la belleza de las fotografías en blanco y negro, e incluye un apéndice con las biografías de los participantes en la historia, que nos revela los caminos que tomaron sus vidas después de la expedición, y un par de sencillos mapas que permiten ubicar las distintas etapas del camino.
En conjunto, una estupenda forma de adentrarse en un cómic especial y único.
Raúl A. Astruga
Mercader de historietas en La Parada de los Cómics y miembro de la Asociación Cultural El Planeta de los Cómics.
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