Abril empezó por todo lo alto y ha terminado regular porque ha llegado la primavera, mayo y las flores y yo lo que quiero ahora es meterme en una caverna, un iglú o la cama y no salir hasta octubre, pero he leído mucho y no hay tiempo que perder.
La casa de cristal de Simon Mawer. No consigo recordar quién me regaló este libro por los Reyes Magos ni siquiera estoy segura de que fuera en Navidad pero el caso es que estaba en la estantería y me "llamó" y le tocó el turno. No es una gran novela ni creo que me deje mucha huella. Es la historia de un matrimonio, los Landauer, y la casa que se construyen en una ciudad de Checoslovaquia en el periodo entreguerras. En esos años después de la I Guerra Mundial en los que la historia y la sociedad quisieron aferrarse a la ilusión de que todo había terminado, de que no vivían en una pausa tensa, de que sobre los frágiles pilares del Tratado de Versalles se podría construir un mundo nuevo.
La casa de cristal es la metáfora de esa esperanza y esa ingenuidad. Una casa nueva, amplia, con luz, construida desde cero, sin anclajes con el pasado y mirando al futuro, es la protagonista de la historia. La trama de la novela no tiene mucho misterio y cuando alcanza un pelín de profundidad se desvanece como si a Mawer le diera vergüenza y no fuera capaz de seguir por el camino que ha aprendido y optara por la ruta marcada, obvia y sin complicaciones. Lo mejor de La casa de cristal es el contexto histórico en qué se desarrolla, mucho más interesante que lo que ocurre con los protagonistas.
"La idea de que pudieran derribar la casa terminó por derrotar a Liesel, que lloró no sólo por la preciosa casa en la colina de Mesto, sino también por su vida perdida y por su amor perdido y por todos los exiliados para quienes la realidad se encuadra en otra parte y se ven obligados a vivir unas vidas ajenas, como si lo que sucede no les sucediera a ellos, como si les sucediera a otros en un mundo onírico que discurre en el filo de la pesadilla".Estrellas Negras de Ryszard Kapuscinski es un libro SOLO para iniciados en el escritor polaco. Repito, solo para iniciados. Si alguien quiere acercarse por primera vez a la obra de Kapuscinski que NO coja este libro. ¿Por qué? Pues porque es un libro escrito antes de que Kapuscinski fuera quien llego a ser y creo que si alguien empieza por este libro es lógico, normal y natural que nunca más quiera leer nada de él y se pierda sus grandes obras maestras como Ébano, El Sha, El Emperador o La Jungla Polaca.
En Estrellas Negras acompañamos a Kapuscinski en sus primeros momentos en África, concretamente en Ghana y El Congo justo antes de que esos dos países se independizaran y adquirieran su identidad y justo eso es lo que le pasa a Kapuscinski aquí. Nos encontramos un autor que quiere contarnos África pero no sabe cómo hacerlo, no encuentra el tono, ni sabe interpretar lo que ve porque todavía todo lo es muy ajeno y tampoco sabe cómo ubicarse él en esa realidad tan absolutamente nueva.
Esta esquina la doblé porque me recordó a cómo Moehringer describía el Publicans en "El bar de las grandes esperanzas".
"El bar africano es como el foro de la Roma antigua, como el mercado de la ciudad medieval, como la taberna parisiense de Robespierre. En él nacen todos los estados de opinión: idolátricos o demoledores. El él te elevan a un pedestal o te arrojan estrepitosamente al vacío. Si el bar de admira, harás una gran carrera; si se burla, puedes volver a la selva".Lo dicho, solo para fans convencidos de Kapuscinski.
Marcelín de Sempé. Esta historia, comic, cuento o tebeo... no sé muy bien como llamarlo es lo más tierno que he leído últimamente. Es la historia de la amistad entre dos niños diferentes como los somos todos. Marcelín se pone colorado sin motivo y a destiempo y Renato Piqueras estornuda sin control ni razón aparente. Se encuentran, se hacen amigos, se separan y cuando por azares de la vida vuelven a encontrarse.
Me ha encantado el tono de la historia porque no hay un mensaje más allá, ni trascendencia, ni moraleja ni enseñanzas de esas que están tan de moda ultimamente. Marcelín y Renato no son ni mejores ni peores que los demás y los demás no son malvados ni insensibles ni nada por el estilo. Es una historia sencilla, sin más.
Es un libro para tener en la mesilla y leer para sentirse mejor, para sonreír. Como mi vida es absurda muchas veces, yo lo leí una noche de jueves tras ver Shame. Hay pocas cosas en la vida que peguen menos que el protagonista de Shame con toda su soledad desesperanzada y sufrimiento y Marcelín con su celebración de la amistad y la vida... pero así es mi vida, una sucesión de cosas sorprendentes.
"Dibujo mis propias debilidades". Sempé.Y luego llegó él. Jamás pensé que diría algo así pero me he enamorado de un gato detective con gabardina y pantalones de pinzas. Blacksad ha sido el descubrimiento del mes y de lo que llevamos de año. Llegué a él porque alguien me dijo "Lea Blacksad", sí llamándome de usted. Recordé entonces que Pobrehermano Pequeño me había hablado de estos comics hace tiempo y se los pedí prestados. Me he pasado una semana acostándome entre humo de tabaco, casos de novela negra, amores entre gente compleja, traiciones, alcohol, música, corrupción y, sobre todo, con él... con el detective.
Blacksad es una obra maestra de guión con un protagonista redondo tanto en lo que hace como en lo que piensa, siente y dice. Es uno de esos personajes que tiene el "amor propio" del que hablaba Joan Didion para no esconderse de sí mismo, para escudriñarse hasta hacerse daño y aceptarse.
Cada tomo es un caso distinto con un millón de referencias a libros, música, acontecimientos políticos, históricos, sociales. Desde el nazismo hasta la literatura de la generación beat, desde la música de Nueva Orleans hasta el jazz de Nueva York. Tiene, además, el aroma de la novela negra más clásica, casi sorprende que no sea en blanco y negro y que las páginas no huelan a tabaco y a garito de mala muerte.
Y si las historias son una pasada, el dibujo es increíble. Incluso a mí que soy una completa neófita en esto del comic y dudo muchísimo que tenga el ojo adiestrado para valorarlo como se merece el dibujo me ha parecido sencillamente alucinante, me he quedado atónita. He pasado minutos escudriñando las escenas, cada detalle, cada expresión, cada personaje. A veces parece el story board de una película y otras El jardín de las Delicias de El Bosco.
Corred a leerlo.
"Para mí el infierno es la nada. Un lugar sin amigos, sin música, sin palabras que estimulen la imaginación ni belleza que exalte los sentidos". (Vol 4. El infierno, el silencio)
He terminado el mes con Y Eso Fue Lo Que Pasó de Natalia Ginzburg que compré en la Librería Antonio Machado del Círculo de Bellas Artes mientras esperaba a un amigo. Lo he leído del tirón en una mañana, metida en la cama viendo el cielo azul y las montañas y los árboles. El azul y la amplitud del paisaje creo que hicieron más llevadera esta historia tan terrible, tan claustrofóbica y tan gris.
Es una historia tan trágica y tan angustiosa por lo real y cotidiana que resulta. Una relación amorosa que empieza por casualidad, y que evoluciona hacia una trampa mortal, más bien vital porque es una condena a vivir en desgracia, porque ninguno de los dos protagonistas toma ninguna decisión en su vida, se dejan llevar por una inercia que acaba envileciéndoles hasta destruirlos a ellos y a todos los que les rodean.
Está escrita en primera persona, desde el punto de vista de la protagonista y, por eso, y por el hecho de que ella cree estar enamorada de un hombre cuando en realidad está enamorada de la idea de estar enamorada me ha recordado muchísimo a "Carta de una desconocida" de Stefan Zweig. Dos historias en las que las protagonistas se anulan a sí mismas, se aniquilan en beneficio de unos hombres que ni siquiera las perciben... ni las ven.
Ginzburg, de la que ya había leído Léxico familiar, escribe de una manera que te encoge el aliento, la palabra justa, la frase exacta.
Del prólogo rescato estas palabras de Natalia Ginzburg que se me han quedado grabadas porque podía haberlas (salvando las distancias) escrito yo.
Una maravilla de lectura solo para valientes porque es un libro que te deja del revés, con el alma al aire y sin aliento.
"Algunas personas cuando han leído esta historia, me han llegado a decir: Si hubieses sido más feliz, habrías escrito una historia más bella. Yo nunca decía nada porque me parecía que tenían razón, pero era más cierto aún que no se trataba de que yo estuviese intentando ser menos infeliz escribiendo aquella historia, sino sencillamente intenta escribir algo a pesar de mi infelicidad y sin haberme curado, escribir sin dejar que mi infelicidad enturbiara e hiciera enfermar las cosas que escribía. Aunque para llegar a ese punto es necesario que la infelicidad no sea en nosotros una pregunta lacrimosa y llena de ansiedad, sino una conciencia absoluta, inexorable y mortal".
Y con la Ginzburg resonando todavía en mi interior, hasta los encadenados del mes de mayo.