Thomas Allen
He leído poco, no sé que hago con los días, con las noches. No tengo tiempos muertos para leer y se me pasan los días sin avanzar en mis lecturas. Mi pila de libros por leer, de libros que quiero leer no para de crecer y siento que los desatiendo, que me esperan con ansiedad.Al lío.
Empecé el mes con Una librería en Berlín de Françoise Frenkel. Lo primero que hay que decir es que el título en castellano es un engaño. El título original es, tal y como señala Patrick Mondiano en el prólogo, Ningún sitio donde descansar la cabeza y refleja muchísimo mejor lo que esta novela nos cuenta. Françoise Frenkel era judía polaca y tras casarse montó con su marido (que no aparece en la novela ni siquiera mencionado) una librería especializada en literatura francesa en el Berlin de finales de los años 20. El título en castellano da a entender que vas a leer una historia sobre libros, librerías y literatura y lo que nos encontramos es, en realidad, la huida de Frenkel desde que en 1939 sale de Berlín con destino primero a Paris, luego a la Francia no ocupada y más tarde a Suiza donde en 1945 publicó la novela por primera vez.
Frenkel nos relata su huida. Correr, escapar, alejarse del peligro, en una carrera sin fin descanso tanto física como mental porque junto a la necesidad de estar permanente alerta para no ser detenida se suma el hecho de no poder pensar en otra cosa más que en la guerra, en el peligro que corres, en la muerte, en la suerte que sus seres queridos habrán sufrido.
El problema de este libro es que al haber leído el mes anterior Charlotte de David Foenkinos a ratos sentía que lo que estaba leyendo ya lo había leído, que ya lo conocía. No es una crítica, miles de personas huyeron o intentaron huir de los nazis y muchas escribieron su historia, todas se parecen y todas son únicas y probablemente si las casualidades lectoras no hubiera unido esos dos libros en mis lecturas la historia de Frenkel no me hubiera resultado tan anodina. Los mejores pasajes son el canto a su amor a los libros, la literatura y las librerías que están en las veinte primeras páginas:
«No sé muy bien a qué edad se remonta mi vocación de librera, en realidad ya desde muy niña me podía pasar las horas muertas hojeando un libro con imágenes o un gran volumen ilustrado»
Mi madre dice que eso hacia yo, pasar las páginas de cualquier revista como si supiera leer.
El país donde florece el limonero de Helen Atlee. Compré este libro en Tipos Infames porque lo habían recomendado Guillermo Altares en La Cultureta y Elena Rius en su blog, dos personas con un criterio en el que confío plenamente.
El país donde florece el limonero es una frase que Goethe utilizó en su libro Viaje por Italia en el que relataba su viaje por ese país en 1787. Yo no lo sabía pero Italia estaba plagada de plantaciones de cítricos en esa época, era la meca de la producción de cítricos en Europa. Atlee es una investigadora especialista en jardines y paisajismo, que nos lleva de viaje por Italia, por su geografía y su historia descubriéndonos ( o por lo menos descubriéndomelo a mí que no sabía nada del tema) todo tipo de datos tanto económicos, como históricos sociales o botánicos sobre los cítricos y todo lo que les rodea. Limones, naranjas sanguinas, mandarinas, bergamotas, cidras y un sin fin de variedades aparecen en sus páginas. A ratos me ha recordado un poco a Bryson porque Atlee es también inglesa y tiene esa misma visión del mundo que mezcla la sorpresa y la ingenuidad con unas leves gotas de «están locos estos romanos».
Es un libro más que recomendable, entretenido, divertido, interesante y que al cerrar te deja con unas irresistibles ganas de planificar un viaje a Italia y comer naranjas a bocados (sin cáscara).
«Cuando se habla de cidras o de cidros, la gente no sabe muy bien a qué te refieres o bien los confunden con limones. Pero no es un Citrus limon, sino un Citrus medica, algo mucho más antiguo y primitivo que un limón. La cidra recuerda la idea incipiente de un fruto, un prototipo tosco hecho en las primeras etapas del proceso de diseño, una cosa basta e indefinida, un dinosaurio que se salvó de la extinción, un Neardental arbóreo».
—¿Por qué me regalas este libro?—Pues porque leí la historia del autor y pensé que te gustaría.—¿Cual es la historia?—Pues salía con una mujer y había quedado con ella para verse en Singapur o un sitio así. Antes de la cita, un día antes o el mismo día él le envío un correo diciendo que la dejaba y que terminaba con un «Cuidese mucho». Ella hizo que un montón de mujeres leyeran el mail y lo grabó para una video instalación de arte. El autor de este libro es el que le mandó el mail. —Ajá. No voy a seguir preguntando. No quiero saber porqué pensaste que una historia así me pegaba.
Tres circunvoluciones alrededor de un sol cada vez más negro, de Gregorio Bouillier era el libro que llego a mis manos después de esta curiosa conversación. Lo primero que tengo que decir es que la edición de Hurtado & Ortega ediciones es preciosa. El otro día pensaba que cuando empecé a leer, cuando era joven e inexperta en la lectura y en casi todo, la edición era algo en lo que ni pensaba. Era impermeable a la edición, el tacto del papel, el tamaño de la letra, la tipografía, los acabados, la traducción, todo eso me daba igual, ni siquiera lo veía. Poco a poco he tomado conciencia de cada uno de esos detalles editoriales y ahora me recreo en cada uno de ellos cuando están cuidados y mimados. Esta edición es espectacular, preciosa de ver, un placer al tacto de tocar y una sorprendente lectura.
Hurtado & Ortega han recogido en este volumen dos relatos ya publicados por Brouillere, su primera novela Informe sobre mi persona y El invitado secreto y otro que no se había traducido al castellano, Cabo Cañaveral.
Informe sobre mi persona me ha recordado mucho a Paul Auster y su Diario de invierno. (Sophie Calle fue en cierto modo musa de Auster, que la retrató como el personaje de María en Leviathan). Esta mini novela fue la que hizo a Brouillere famoso con cuarenta y dos años y lo entiendo. Es una operación a corazón abierto a su vida y a la de su familia. Se abre en canal y de manera muy meticulosa sin ahorrar ni una gota de sangre o crueldad va sacando cada uno de sus órganos, de sus miserias. Es un libro escrito para mayores de dieciocho años, pertenece a ese género que lo los franceses cultivan tan bien y cuya característica principal es hacerte sentir de manera permanente que lo que buscan es escandalizarte. Como no creo que ningún autor francés piense en mi al escribir, he llegado a la conclusión de que es una competición que mantienen entre ellos, los autores franceses y que imagino que terminará con unos devorándose a otros y los que queden lo retratarán con todo lujo de detalles.
Brouillere consigue desde luego atraparte en lo que cuenta y en como lo cuenta. El comienzo te deja sin posibilidad de escapar, de dejar de leer:
«TUVE UNA INFANCIA FELIZ
Un domingo por la tarde, mi madre aparece en nuestro cuarto, donde mi hermano y yo jugamos cada uno en su rincón: «Niños, ¿creéis que os quiero?» Su voz es intensa, su nariz se abre desmesurada. Mi hermano responde sin medias tintas...Yo dudo en lanzarme desde las alturas de mis siete años. Soy consciente de la situación, pero también asustan las posibles consecuencias. Acabo por murmuras: « Quizás nos quieres un poco demasiado». Mi madre me mira con espanto. Se queda desconcertada un momento, luego se dirige a la ventana, la abre con violencia y parece querer arrojarse desde nuestro quinto piso. Alertado por el ruido, mi padre la sujeta cuando ya está en el balcón con una pierna colgando en el vacío. Mi madre grita y se resiste».
El segundo relato del volumen El invitado secreto relata la fiesta de cumpleaños de Sophie Calle a la que él fue invitado por una ex pareja que le rompió el corazón al abandonarle y que le invita como eso, como un invitado secreto para la anfitriona. Aquí Brouillere me recordaba muchísimo a algunas de las mujeres protagonistas de los relatos de Dorothy Parker. Ellas y él se sientan a diseccionar cada frase, cada palabra, cada circunstancia mínima de lo que el objeto de su amor o su desamor les ha dicho o dejado de decir. Sobre ese análisis pormenorizado se construyen un castillo de palillos de dientes en el que viven una ilusión que con el mínimo soplo de realidad se desmorona dejándolos desamparados y contemplando su propia estupidez. Brouillere despliega aquí bastante sentido del humor y se burla de sí mismo con ingenio e inteligencia. Tú le acompañas en ese recorrido porque todos hemos sido así de patéticos alguna vez en la vida y, posiblemente, volveremos a serlo en cuanto tengamos la más mínima oportunidad.
«Siempre había detestado los jerséis finos de cuello alto y a los hombres que llevan jerséis finos de cuello alto, en mi opinión el tipo de hombre más abominable que existe de atractivo más fraudulento y, como suele decirse, el mismo perro con distinto collar.»
Cuando la ex novia le dejó sin una palabra empezó a llevar esos jerséis... y de hecho en el relato de la fiesta lleva uno de ellos.
El último relato Cabo Cañaveral cuenta un ligue casual del autor que acaba de una manera totalmente inesperada y que a él y al lector le dejan con los ojos como platos.
Brouillere no es para todos los públicos pero si queréis leer algo que no se parezca a nada y que os deje pensando «esto no puede ser, ¿me está tomando el pelo» y que además esté bien escrito con grandes hallazgos como «grandes edificios de alquiler social donde la gente se aburre hasta el disturbio durante kilómetros» o cosas que solo los franceses pueden decir como «y a pesar de sus tetas y su piel finísima , su sintaxis me resultaba insufrible» haceos con este librito en esta edición tan chula.
Podéis incluso regalarlo.
Y con esto, un bizcocho y esperando tener mucho más tiempo para leer el próximo mes, hasta los encadenados de marzo.