Revista En Femenino

Leonora

Por Tenemostetas
Fragmento de la novela Leonora, biografía novelada de la pintora Leonora Carrington, escrita por Elena Poniatowska. Premio Biblioteca Breve 2011. Editorial Seix Barral, 2012, págs. 11-12.
Leonora
«Sus hijos tienen miedo de Harold Carrington. Viven aparte, su reino es la nursery, y saludan a sus padres una vez al día. A veces son requeridos por los adultos para la hora del té en la sala o en la biblioteca. Sólo les dan permiso para hablar si los interrogan: "¿Con limón o con leche?" pregunta su madre con la tetera de Sheffield sostenida en el aire por su brazo derecho. Tiene la curiosa costumbre de decir: "Por allí  hay alguien que acaba de mancharse el vestido... Por allí hay alguien que está sorbiendo su té... La tinta negra se metió debajo de las uñas de alguien a quien veo en este instante... Por allí hay alguien que señala con el dedo... Por allá alguien hace sonar su cuchara dentro de la taza... Por allí hay alguien que no se sienta derecho..." y los cuatro hermanos se enderazan al unísono. Leonora ve pasar a los sirvientes como corrientes de aire, no le hablan, apenas. Sólo le dirigen la palabra la institutriz francesa,  mademoiselle Varenne, la niñera y el tutor de sus hermanos que a ella también le enseña catecismo.  Eso sí, los adultos preguntan: "¿Cómo van tus estudios? ¿Podrías leerme en voz alta?" Las buenas maneras se aprietan contra los muros, los grandes espejos, los taburetes, las tazas de té hirviendo que hay que mantener derechas al llevarlas a la boca, las pinturas de antepasados incapaces de un solo guiño de complicidad. Aquí todo es rompible, hay que fijarse dónde uno pone los pies y mantenerse alerta. -Leonora, ¿me informarías de tus progresos en clases? -Harrold Carrington la mira con simpatía. Disfruta su inteligencia. Leonora pone en tela de juicio las palabras de los adultos y a él eso le sorprende. La sigue con los ojos por los corredores de Crookhey Hall: la encuentra graciosa. En ella no escatimará esfuerzos ni dinero.
Las clases se devanan interminables unas tras otras como las cuentas del rosario. Mr. Richardson, un gordito, tortura a Leonora en la clase de piano dos veces por semana. Los dedos largos de las manos de la niña alcanzan una octava, y por ello el maestro le asegura a Maurie que su hija puede llegar a ser buena pianista. Cada vez que Richardson inclina su rostro al teclado, caen sus anteojos pequeñitos y Leonora los esconde hasta que él le implora que se los regrese. Luego siguen las clases de esgrima y de ballet que se parecen entre sí: hay que saltar hacia atrás y hacia adelante y dar en el blanco. Preferiría correr por el jardín con sus hermanos a dar clases de costura y bordado, y se pica las yemas de los dedos del coraje porque no le permiten salir.  Todo el ala derecha de la casa es de los hijos, Harold y Marie los remiten a la institutriz y la niñera. Mademoiselle Varenne come en la mesa con sus padres, mientras que la niñera irlandesa comparte el día y la noche con ellos, y por eso la quieren.»

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