Esta mañana he estado en una gran librería. Me gustan los libros, el objeto en sí mismo, leerlos, hojearlos para encontrar una frase o una imagen que me atraigan.
En las librerías suelo detenerme sobre todo en los libros de Psicología y Coaching, que son los temas principales de este Blog.
En la librería de esta mañana, que es muy grande, los libros de Coaching se encuentran en la zona de “Empresa y Economía”, igual que en otras librerías. Me resulta curioso ver que lo que yo entiendo como un medio para ayudar a crecer y mejorar a las personas, se encuentra en una zona donde los principales parámetros son económicos.
También me resulta siempre sorprendente comparar la cantidad de libros de Psicología con los etiquetados como “Autoayuda”. En el establecimiento en cuestión, los Ibros de Psicología se encuentran entre los de “Autoayuda” y los de “Magia y Esoterismo”. Cierto es que los magos emplean muchas técnicas conocidas desde la óptica de la Psicología, especialmente las que se derivan de controlar y dirigir la atención de las personas hacia un punto determinado mientras hacen algo fuera de ese foco de atención (click aquí)
No entiendo tanto la relación con lo “esotérico”, con la magia no científica. Tal vez sean prejuicios.
Pero con todo, lo que más me sorprende siempre es la cantidad de libros de autoayuda que hay. En esta librería más de cincuenta estanterías y alguna mesa. No hay tantos de Psicología.
Vamos, que con toda esa información, quien no es feliz o tiene cualquier tipo de problema, es porque quiere, ¿o no?. NO, los libros están bien, sin embargo no pueden sustituir la ayuda de los profesionales cuando es necesaria; pueden orientar y dar visiones nuevas de cómo afrontar situaciones, y son más útiles aún cuando son propuestos por un profesional de la Psicología o del Coaching (no es lo mismo, hay Coaches que no son Psicólogos, Coaches que sí son Psicólogos y Psicólogos que emplean técnicas del Coaching).
Un artículo muy interesante sobre este tema lleva publicado en Internet unos cuantos años (desde noviembre de 2000), está en:
http://www.aceprensa.com/articles/adictos-a-la-autoayuda/
Una frase que es especialmente interesante de ese artículo es “Libros que sustituyen a personas”. La autora (Aurora Pimentel) explica que es un reflejo de la sociedad individualista en la que vivimos. El “hágaselo usted mismo” llega hasta las personas, ya sea por individualismo, por miedo a contar nuestros problemas a otros o, cómo no, por la crisis, palabra en la que empiezan a esconderse, excusarse y escudarse demasiados miedos e inacciones.
A veces hace falta acudir a otras personas para obtener una nueva perspectiva, ayuda, o una patada en el culo para espabilar. Los libros están bien, y ciertamente ayudan a divulgar nuevas ideas. Las personas están mejor, aunque sea por videoconferencia, especialmente si son profesionales de este asunto, porque la flexibilidad y la capacidad de adaptación de las personas aun no se ha imitado ni por los libros, ni por las máquinas.
El enorme conjunto de libros existentes de autoayuda parecen implicar una obligación de ser felices, asertivos, razonables, coherentes, inteligentes, comprensivos, proactivos, calmados… y todo ello de modo continuo. Y además por tus propios medios.
Uf.
Tal vez hay que recordar que somos seres humanos, y que tenemos derecho a equivocarnos, enfadarnos, asustarnos, a llorar, a amar, a odiar, a reírnos, a ser incoherentes a veces. Si queremos aprender meditación o relajación, no tenemos por qué ser Buda. Si queremos ser asertivos y manejar nuestra comunicación con los demás de forma no violenta, no tenemos por qué olvidar las emociones, incluso en enfado o la tristeza, el asco o el miedo.
El único equilibrio sin oscilaciones es estar plano.
Por eso los libros están bien, pero las personas están mejor para ayudar. Porque somos capaces de interpretar las oscilaciones, y de comprender al otro.
Es algo que he aprendido con el tiempo de profesión, que las personas se apoyan mejor en personas. Que escuchar es más importante que dar consejos, porque muchas veces quien viene al Gabinete necesita hablar y oírse, necesita a su vez escuchar las preguntas que no quiere hacerse. Necesita una linterna que ilumine zonas oscuras de sí mismo, o un espejo.
Eso es algo que hacemos las personas con las otras personas.