Revista Opinión

Lillias Campbell Davidson y su bicicleta

Publicado el 08 julio 2018 por Miguel García Vega @in_albis68
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A Lillias Campbell Davidson (1853-1934) le encantaba montar en bicicleta. Dicho así no parece gran cosa, pero eso le hizo pasar a la historia. Cuando a sus veinte años la joven Lillias se enamoró de su primera bici, inició un viaje que iba mucho más allá de un puro divertimento.

En 1892, Davidson fundó en Inglaterra la Lady Cyclists’ Association (Asociación de Mujeres Ciclistas), que hoy día se considera la primera organización ciclista para mujeres. Puede seguir pareciendo poca cosa para hacer historia.  Pero hay que tener en cuenta que a finales de 1800 una mujer en bicicleta no significaba solo una mujer en bicicleta.

En aquel tiempo una mujer en bici era un desafío.

Campbell Davidson y la sensación de libertad 

Lillias Campbell Davidson nace en Estados Unidos, pero de niña se muda a Inglaterra. Crece en el seno de una familia con buena posición económica, algo que marca su obra y su carácter. Campbell será una feminista elitista y moderada, por decirlo de alguna manera.

Pero su amor por el ciclismo es radical. Ella disfruta montando en bicicleta. Un disfrute inmediato, físico. Según recoge el New York Times, le maravilla “la sensación de movimiento activo, del poder de la locomoción libre, la emoción del ejercicio saludable”.

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Esto ya le enfrenta a la sociedad bienpensante de la época. Machista, por supuesto. Desde la política e incluso desde la medicina salen voces escandalizadas ante el pretensión de las mujeres de realizar deportes que supusieran esfuerzos físicos. Paréntesis: no me consta el mismo escándalo ante las trabajadoras en las fábricas o en el campo, pero será que no he mirado bien.

Algunos médicos llegan a inventarse una enfermedad: cara de bicicleta. Resumiendo: ir en bici no es natural para una mujer. La cara enrojecida propia del esfuerzo físico, aparte de ser poco femenina podía traer males terribles: insomnio, dolor de cabeza e incluso infertilidad y tuberculosis.

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Grupo de mujeres ciclistas en 1889.

Davidson no temía a la bici, todo lo contrario. La alegría por el puro ejercicio físico, pero también la sensación de libertad, la habían cautivado desde muy joven. Lo que temía un poco más era el reproche social ante una actividad tan poco apropiada para una mujer de su posición. Lillias se levantaba muy temprano. Cuando las calles desiertas mantenían a su bicicleta a salvo de miradas indiscretas ella daba su paseo matutino.

Lady Cyclists’ Association

Lillias pensó que si eran más, sería más fácil aguantar los reproches y los improperios que recibían las jóvenes ciclistas. Así que abogó por formar grupos de mujeres ciclistas, lo que le llevó a crear en 1892 la primera asociación de ciclistas femeninas que se conoce. La única posible para ellas en aquellos tiempos. Hasta 12 años después no se permitió la presencia de las primeras mujeres en asociaciones ciclistas masculinas.

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Campbell Davidson es la primera presidenta de la Lady Cyclists’ Association, cargo que ostentará durante cinco años. Tiene su sede en el 35 de Victoria Street, en Londres y la cuota anual cuesta tres chelines y seis peniques. Sus principales actividades son la organización de rutas y excursiones, así como consejos sobre bicicletas y equipos.

En 1986, Campbell Davidson publica Handbook for Lady Cyclists (Manual para mujeres ciclistas) donde escribe que “se abre un nuevo mundo de placer para la mujer que se encuentra a sí misma”. Así podía escapar del pequeño mundo que se había construido para ellas. Según Davidson, “el mundo de las mujeres han sido antinaturalmente estrecho y contraído de puertas para adentro.

En el mismo sentido, en 1889 publicó Hints to Lady Travellers, una guía que animaba a las mujeres a viajar por su cuenta y les proporcionaba consejos prácticos.

Batalla cultural

Tanto los médicos inventores de la cycle face como las feministas sabían que la popularización de la bici era una cuestión que iba mucho más allá del deporte. Era lo que ahora se llamaría una “guerra cultural”.

La líder feminista norteamericana Susan Anthony, declara en 1896 al New York World: “la bicicleta ha hecho más por la emancipación de la mujer que ninguna otra cosa en el mundo. Le da una sensación de libertad y seguridad en sí misma. Le hace sentir como si fuera independiente”.

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Los ‘terribles’ efectos de la bicicleta.

Campbell Davidson está en esa guerra. Es consciente de la oportunidad que la bicicleta proporciona a las mujeres. Al menos a las de clases altas y medias, que pueden permitirse comprar una bici en aquellos tiempos. Años más tarde la bici se popularizará.

La bicicleta da a la mujer independencia. Le permite salir del espacio acotado de la casa y moverse sola a voluntad, sin depender de un marido o un cochero. Y una vez que se prueba eso, no se suele volver atrás. Normalmente se quiere más.

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Sufragistas inglesas anunciando un meeting de Emmeline Pankhurst

Annie Londonderry

Como siempre, las pioneras tuvieron que pagar un precio. Fueron insultadas, menospreciadas, algunas incluso apedreadas. Pero era imparable.

En 1895 se hizo famosa Annie Londonderry, la primera mujer que dio la vuelta al mundo en bicicleta. En realidad se llamaba Annie Cohen y había nacido en Letonia y emigrado a Estados Unidos siendo niña. Lo de “Londonderry” forma parte de su hazaña. Era el nombre de la empresa que patrocinaba su vuelta al mundo en bici.

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Annie “Londonderry” Cohen. La primera mujer en dar la vuelta al mundo en bicicleta.

Annie no era aficionada a la bicicleta, pero sí lo era a la aventura. Así que se montó en su bici, se despidió de su marido y sus dos hijos y salió de Boston con una muda de ropa, un revólver y un cartel del agua de manantial Londonderry Lithia. Rodeó el mundo y volvió meses después.

Hay que decir que su vuelta al mundo no sería hoy día “homologada”, ya que utilizó muchos otros medios de transporte. Sus críticos decían que había viajado más ‘con’ una bici que ‘en’ una bici. Pero sí alcanzó su objetivo principal, demostrar que las mujeres podían atravesar el mundo valiéndose por sí mismas.

Aunque para ello tuvo que deshacerse, al principio del camino, de su antigua e incómoda vestimenta.

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Bloomers

La afición por la bicicleta aceleró cambios en la moda de las mujeres. Otra batalla cultural muy ligada a la popularización del ciclismo.

La moda lleva una fuerte carga ideológica, en todas las épocas. En aquellos tiempos la moda femenina significaba pesados vestidos y corsés, pensados únicamente para gustar a los hombres. Además, tenían el conveniente efecto de reducir mucho la comodidad y el movimiento. Las mujeres no necesitaban hacer nada por sí mismas y quedaban a merced de maridos y sirvientes. Hablamos de clases medias y altas, obviamente.

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Amelia Bloomer

Esa ropa no servía para montar en bici, para ganar su libertad e independencia. Y llegaron los bloomers. En 1851 Libby Miller, una abogada feminista, los presentó en sociedad. Eran unos pantalones bombachos de inspiración oriental que deben su nombre a otra feminista, Amelia Bloomer. Ésta dirigía un periódico “dedicado a los intereses de la mujer”, The Lyli. Y esa publicación se encargó de popularizarlos. Solían ir acompañados por una especie de túnica atada a la cintura.

Los bloomers era una ropa funcional, más cómoda, que sí permitía ir en bici. Además se convirtieron en una manera de expresar unos valores, al estilo de algunas tribus urbanas actuales.

El ambiente estaba creado. Pudo ser cualquier otra, pero fue Campbell Davidson la primera que dio un impulso importante al ciclismo femenino. Y aunque Davidson era consciente de todo lo que había detrás, que ella misma promovía, también podríamos decir que le sobrepasaba.

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Una mujer de orden

Por una parte Davidson era de familia rica, y nunca se desprendió de su carácter elitista. En su libro de sugerencias a las damas viajeras recomienda que para viajar por Europa “es una gran comodidad llevarse la bañera”. También recomendaba tener cuidado con los sirvientes, que “provienen de una clase muy inferior”; y que “los compañeros de viaje más desagradables” son “sirvientas y lacayos de damas”.

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Leyendo el perfil que publica Amanda Hess en  The New York Times sobre Campbell Davidson, la podríamos definir como una feminista descafeinada. Incluso en lo referente al ciclismo, desanimaba a las mujeres a presentarse a competiciones, ya que “el sistema nervioso de una mujer sufre cien veces más que el de un hombre”.

A la vez que enseña en su manual el funcionamiento y las partes de la bicicleta, advierte de que “no hay necesidad de que la mujer transmita constantemente sus conocimientos en una conversación”. Y que una vez renovadas por el ejercicio mañanero, podían volver a ejercer su labor de amas de casa “renovadas y preparadas para asumir la carga de la vida cotidiana una vez más”.

Campbell Davidson no pretende cambiar ningún orden social, no quiere asustar a los hombres ni luchar contra el patriarcado. Tal vez solo pretende un poco de libertad para las mujeres de clase alta que estén preparadas para saberla usar como dios manda. Digo yo. Aunque al hacerlo abre una brecha más importante de lo que quizás a ella le pudiera parecer.

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Lillian Campbell Davidson. (Foto New York Times)

Adopta un discurso de orden, aunque su actitud vital supone un desafío para la estricta moral victoriana de la época: nunca necesitó a ningún hombre. En Inglaterra compartió piso con otras dos mujeres, algo escandaloso en su ambiente. Murió en 1934, a los 80 años, sin haberse casado nunca.

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