
Al tema. ¿Qué hace que mi tristeza huya a un rincón? La lluvia. Cuando, como hoy, se levanta un día gris muy oscuro con la nubes cubriéndolo todo y no para de llover estoy más feliz. Consulto la previsión del tiempo para saber si lloverá o no, si el cielo estára cubierto y pulso con miedo el botón de "previsión para quince días", cuando veo un par de dias grises, cruzando los dedos para que la racha dure. Sé que es raro, sé que mucha gente dirá: eso es porque no tienes que salir de casa, si tuvieras que coger aceituna en La Mancha no te gustaría tanto. Correcto y si fuera rubia y me llamara Lotta sería danesa. Que mi tristeza huya cuando llueve, cuando los días son grises, cuando hay niebla no quiere decir que yo sea imbécil, que no digo que no lo sea, pero no por eso.
Los días cortos también ahuyentan mi tristeza. El domingo de octubre después del cambio de hora, del cambio bueno, me levanto feliz, energética, contentísima ante la perspectiva de los meses que me quedan por delante con los días más cortos, con las noches más largas, con las tardes en casa con las luces encendidas viendo la calle oscurecerse. Me encanta que se haga de noche pronto porque eso, por alguna razón, termina con la necesidad de salir de casa, de hacer cosas, si es de noche hay que recogerse como decían nuestros abuelos. ¿Dónde vas a estar mejor que en casa? "Si en vez de casa tuvieras un sitio mugriento en el que vivir preferirías los días largos". ¿Y si no tuvieras casa?" ¿Y si trabajaras en la calle?" Y si tuviera plumas sería Caponata.
Le he estado dando vueltas y creo que prefiero la lluvia, el invierno, la oscuridad y el frío porque me meten en mí. Si llueve, si hay niebla, si es de noche pronto no puedes hacer grandes planes ni reales ni mentales, ya lo pensarás cuando deje de llover. Lo más inteligente, la respuesta evolutiva correcta es hibernar, descansar tanto física como sobre todo mentalmente. No hay luz, no veo lo que hay más allá, lo que está por venir y así no me agobio. No sé explicarlo mejor pero sé que es así.
Ni soy Lotta, ni soy Caponata, ni estoy loca por preferir la lluvia, el frío, la noche y el invierno. Leyendo por ahí he descubierto que lo que a mí me pasa se llama TEA inverso, trastorno afectivo estacional inverso. Está bien ponerle nombre a las cosas pero llamarlo trastorno no me convence, para mí no es un trastorno, es simplemente una querencia.
Estos días me siento a salvo.