De niño, cuando ya había dejado de lado a Mortadelo y a Zipi y Zape, un día llegó a mis manos un cómic muy distinto a todo lo que había leído hasta aquel momento. Se trataba de una aventura en solitario de un miembro de la Patrulla-X (en aquellos tiempos nadie se imaginaba que en realidad fueran los X-Men) que ya conocía. Hasta aquel momento Lobezno había sido un personaje secundario que cada vez tomaba más protagonismo. Creado para asumir el rol de pendenciero en el equipo de superhéroes, poco a poco Lobezno fue haciéndose más popular, un hecho que fue potenciado con la llegada del guionista Chris Claremont, que otorgó al personaje un pasado y un singular halo de misterio. Como decía, su aventura en solitario fue realmente algo revolucionario para mis ojos de niño. Lobezno no era un superhéroe al uso: se emborrachaba, se acostaba con mujeres y mataba sin escrúpulos a sus enemigos. Dibujaba nada menos que Frank Miller, que ya había demostrado su valía con la serie Daredevil. En Honor (que así se llamaba el cómic, como descubrí mucho más tarde), Miller demostraba su amor por la cultura japonesa y potenciaba el lado más violento del personaje, enfrentándolo a hordas de ninjas en escenas verdaderamente impactantes. El Lobezno de Claremont y Miller no se parecía demasiado al actual. Era un hombre de aspecto maduro y mucho más asilvestrado. En aquella época se decía que Harvey Keitel hubiera sido el actor ideal para interpretar al personaje.
El Lobezno de Hugh Jackman, un actor que ha sabido hacerse con el personaje hasta el punto de que nadie se imagina a otro intérprete en la piel del mutante canadiense, es una especie de sex-symbol con garras. En la película anterior, dedicada a sus orígenes, parecía un hombre casi inofensivo, que solo anhelaba que le dejaran en paz. Por suerte, en Lobezno inmortal, han echado toda la carne en el asador adaptando a nuestros tiempos el famoso cómic de Claremont y Miller y los resultados son mejores, aunque eso no sea suficiente para que estemos hablando de un trabajo redondo. La historia comienza muy bien, con una impresionante escena que transcurre en 1945 en Nagasaki. Después volvemos a la actualidad y encontramos a un Logan que ha perdido sus ganas de vivir a causa de la muerte de su amor, Jean Grey (que se le aparecerá repetidamente en sueños), hasta que las circunstancias le hacen viajar a Japón para enfrentarse a un enemigo insospechado.
La trama de Lobezno inmortal va de más a menos, pues después de este comienzo espléndido, Mangold lleva al espectador a terrenos de sobra conocidos, sin apenas desarrollar nuevos aspectos del personaje - aunque Jackman cumple muy bien con su papel - y todo se limita a una especie de videojuego en el que el protagonista debe ir superando pruebas hasta llegar al enemigo final. Todo bien filmado, muy espectacular, pero sin alma. La trama amorosa, que podía haber sido lo más interesante de la película, está resuelta con algunas pinceladas, aunque al menos aquí Mariko no es un personaje tan pasivo como en el cómic. Lo que realmente suscita enorme curiosidad, es la ya clásica escena post-créditos, donde aparecen Ian McKellen y Patrick Stewart, como aperitivo del nuevo proyecto del gran Bryan Singer: X-Men, días del futuro pasado.