Houston, años sesenta,
tonos pastel secuenciados
iluminan los televisores
el hombre en la luna
y el pequeño paso para la humanidad.
Poco a poco nos convertimos en imágenes,
iconos cargados de simbolismo.Si aparece en una pantalla existe,
detrás el negro, lo imperceptible.Saboreas tu nueva cámara de fotos
y recorremos las callesexplorando la técnica,
escapando de la vanguardia,
de la indiscriminada fotografía móvil
que no sabe nada del romanticismo
ni del papel
ni siquiera del revelado.
El píxel es contrario del amor,
a pesar de los chat o las redes.16 instantáneas recorren el asfalto
camino de algún laboratorio clandestino:un horno de pan artesano,
un secadero natural de jamones,
un árbol que ofrece sus frutos.
Pequeños placeres de otro tiempo
sobreviven tras la alambrada de la autopista.Aquella sonrisa decorará el pasillo,
despierta tu lado artísticoy aprende a mirar bien, con calma,
con el ojo abierto
y el flash a punto de encenderse.
No volveremos a perdernos nada.
No volveré a perderte ni en color,
ni en blanco y negro.El papel fotográfico sobreviviría a la catástrofe.