Octubre 31Los abuelos de las caricaturas políticas
En el año 1517, el monje alemán Martín Lutero clavó sus palabras de desafío en la puerta de la iglesa del castillo de Wittenberg.
Gracias a un invento llamado imprenta, estas palabras no se quedaron allí. Las tesis de Lutero llegaron a las calles y a las plazas y entraron en las casas, las tabernas y los templos de Alemania y más allá.
La fe protestante estaba naciendo. Lutero atacaba la ostentación y el despilfarro de la Iglesia de Roma, la venta de entradas al Paraíso, la hipócrita soltería de los sacerdotes...
No sólo por palabras se difundían estas herejías. También por imágenes, que llegaban a más gente, porque pocos sabían leer pero todos eran capaces de ver.
Los grabados que ayudaron a difundir las protestas de Lutero, obras de Lucas Cranach, Hans Holbein y otros artistas, no eran muy amables, que digamos: el Papa aparecía como un monstruoso becerro de oro, o un burro con tetas de mujer y rabo de Diablo, o era un gordo muy enjoyado que caía de cabeza a las llamas del infierno.
Estos filosos instrumentos de propaganda religiosa, que tanto ayudaron a la difusión masiva de la rebelión luterana, fundaron, sin saberlo, las caricaturas políticas de nuestro tiempo.