(Dada la puntual deriva amorosa que este mes de febrero ha tomado el blog, me ha parecido oportuno colocar este artículo que apareció publicado en el número de noviembre de 2014 de la revista emBLOGrium. Espero que os agrade)
Manos del monumento a los Amantes realizado por Juan de Ávalos
Hace ya unos años, los turolenses, ante el poco caso que les hacía el Gobierno de la Nación y también el de su propia Región, lanzaron una campaña publicitaria en prensa, radio y televisión que logró sus objetivos e hizo que los españoles volviésemos los ojos hacia esta provincia aragonesa. La exitosa campaña popularizó el eslogan de “Teruel también existe”. A partir de ese momento el turismo interior encontró en Teruel un nuevo lugar donde recalar. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de la ciudad pensó en cómo hacer para que los visitantes de la ciudad permaneciesen el mayor tiempo posible en ella. Muchas cosas tiene la ciudad que justifican su visita: magníficas iglesias mudéjares, edificaciones modernistas como la comunicación entre la estación de tren de estilo neo-mudéjar y la ciudad alta o las contundentes casas de la burguesía comercial local realizadas por discípulos de Gaudí. Pero estos elementos, siendo importantes, no eran diferenciadores. La corporación municipal turolense durante los años 90 del siglo pasado pensó que la solución para su ciudad no vendría de fuera sino que estaba dentro de la misma villa. Y ésta no era otra que lo que a lo largo de los siglos la había hecho distinta a otras localidades españolas: la historia legendaria sobre los Amantes de Teruel. La Historia de los Amantes de TeruelLa historia de amor de Isabel de Segura y Diego de Marcilla, los Amantes de Teruel, se remonta al siglo XIII. Él, era el segundo hijo varón de su familia, y por tanto, no tenía derechos de herencia; mientras que ella, era hija única de una de las casas más ricas de la ciudad. Bajo estas condiciones, su amor solo podía culminar si el joven era capaz de lograr las riquezas suficientes como para aportar una dote acorde a las demandas de la familia de Isabel. Así, el padre de Isabel le concedió a Diego un plazo de cinco años para tal fin, y éste se unió como soldado de fortuna a las tropas cristianas que luchaban contra la invasión musulmana con la promesa de volver rico. Mientras, Isabel aguardaba en Teruel, rechazando propuestas de matrimonio de muchos de los nobles de la ciudad y aplacando los deseos de su padre de que contrajera matrimonio cuanto antes.
Pasado el plazo dado, y sin noticias de Diego, Isabel contrajo matrimonio, sin saber que Diego llegaría al día siguiente a la ciudad repleto de riquezas. Al saber que su amada ya había sido desposada por otro, Diego tan sólo se atrevió a entrar en los aposentos de los recién casados para pedirle a su amada un primer y último beso. Ella se lo negó, dada su condición de mujer casada, y él, ante tal desprecio, cayó muerto. Al día siguiente, en los funerales de Diego y consciente de su desgracia, Isabel se acercó al cuerpo sin vida de su amado y, como reza la tradición, "le dio en muerte el beso que le había negado en vida" para, inmediatamente, morir al lado de su amor. Conocida su historia, los restos de los amantes fueron enterrados juntos en una de las capillas de la Iglesia de San Pedro. ¿Historia o Invención? Historias de amores desgraciados entre jóvenes que ven imposible la consumación de su unión por causas ajenas a ellos llenan la literatura universal. La más famosa, sin lugar a dudas, es la de Romeo y Julieta que Shakespeare situó en la ciudad italiana de Verona. Pero antes de ella estaría la de los amores entre Abelardo y Eloísa presentada en forma de cartas que se cruzarían estos amantes en la ciudad de París durante la primera mitad del siglo XII; también la historia de los amores habidos entre la gallega Inés de Castro y el príncipe Pedro de Portugal, amores prohibidos por el padre de éste, el rey Alfonso IV; al mismo siglo que la historia de los amores lusitanos, el XIV, pertenece el cuento octavo de la Jornada IV del “Decamerón” de Boccaccio que narra los amores entre Girólamo y Salvestra, y cuyo argumento es prácticamente idéntico al de los amantes turboletas. Y todo esto sin remontarnos al poeta clásico amoroso por antonomasia, el latino Ovidio del siglo I a. C.La primera versión literaria de la leyenda española es del valenciano Rey de Artieda que en 1581 escribió la obra teatral “Los Amantes”. Está, pues, esta dramatización muy próxima al descubrimiento en 1555, en el transcurso de unas obras que se llevaron a cabo en la iglesia turolense de San Pedro, de los cuerpos momificados de un hombre y una mujer, él amortajado y ella con ropa de calle, que habían sido enterrados varios siglos antes. Si bien en seguida las gentes de Teruel relacionan estos restos con los auténticos de los malogrados jóvenes amantes, D. Diego Marcilla y Dª Isabel Segura, rápidamente se buscan apoyos más fiables; así en 1619 -¡¡64 años después!!-se levanta acta notarial que asegura que los susodichos restos lo son en efecto de esos dos mozos como lo justificaría un “papel antiguo” no datado que contendría esta historia de amor, pero que había caminado durante los siglos que van de la muerte real de los amantes en 1217 hasta la fecha del acta notarial -¡nada menos que cuatro siglos!- a través de papeles intermedios. Por esto los estudiosos de nuestra literatura, con Emilio Cotarelo y Marcelino Menéndez Pelayo a la cabeza, restaron credibilidad a esta secuencia escrita del “papel antiguo” y atribuyeron la paternidad de la historia a Giovanni Boccaccio en el cuento citado aquí antes.La Leyenda en la literatura españolaLos ciudadanos de Teruel con su Ayuntamiento a la cabeza se han esforzado –y en el imaginario popular, creo que lo han conseguido- en fijar la existencia de los amantes como hecho histórico. Cuando se visita el Mausoleo de los Amantes de la ciudad abierto al público en 2005 aparte de contemplar el conjunto escultórico realizado por Juan de Avalos el año 1955 y la magnífica restauración de la iglesia de San Pedro en cuyo claustro fueron encontradas y luego expuestas las momias de dos jóvenes, el esfuerzo de la exposición se centra en sostener la veracidad histórica de lo que luego pasaría a la literatura y a la inmortalidad legendaria. Tras escuchar las apasionadas explicaciones de los cicerones uno, que está de visita turística y abierto por lo tanto a todo, sale bastante ‘convencido’ de la veracidad histórica de esos huesos encontrados.Pero el asunto no está entre verdad o no-verdad, el verdadero asunto está en cómo un suceso bastante común en su tiempo pudo impresionar de tal manera las mentes de quienes lo vivieron y de los que luego a través de la transmisión oral lo escucharon, hasta el punto de llegar incólume hasta nuestros días.
El camino artístico no ha sido escaso y los autores que en él han intervenido siempre han tenido un altísimo nivel. Literariamente, al ya citado Rey de Artieda, seguiría dentro de España la obra de Tirso de Molina “Los amantes de Teruel” (1615) que incide más en el aspecto trágico de la trama y cambia la ubicación temporal del relato que en ésta de Tirso sucede durante el reinado del emperador Carlos V y no como su predecesor en 1282, reinando Alfonso X. Coetáneo de Gabriel Téllez es Juan Pérez de Montalbán que en 1635 incluyó dentro de la edición de sus “Comedias” la titulada “Comedia famosa de los Amantes de Teruel”; como ya avisa el título, en ésta de Pérez de Montalbán el asunto se noveliza un tanto al aparecer por medio una figura femenina, Elena, que hará cuanto le sea posible para conseguir el afecto de Diego y su distanciamiento de Isabel.El asunto no volverá a tener cultivo literario hasta el Romanticismo en el siglo XIX. Será en 1837 cuando Juan Eugenio de Hartzembusch dará a la imprenta la obra que fijará para siempre la leyenda, “Los Amantes de Teruel”. Fiel a la ideología romántica tradicionalista Hartzembusch expone en este drama la idea de que el amor perfecto nunca se logrará en la tierra por muy a punto de realizarse que se encuentre; esta situación de felicidad absoluta sólo podrá conseguirse en el otro mundo. Que la obra del romántico madrileño coincidiese en la época de su publicación con otras magníficas obras de amores imposibles de realizarse en vida (“Don Juan Tenorio” de José de Zorrilla o “La Conjuración de Venecia” de Martínez de la Rosa) no impidió el éxito y aplauso del público. Hartzembusch introducirá algo más de complicación en la trama en forma de la mora Zulima que se enamorará perdidamente de Diego y retrasará todo lo posible su regreso a la ciudad de Teruel para reencontrase con Isabel.Tras estas plasmaciones teatrales, el asunto de los Amantes verá una nueva puesta en escena en forma de ópera con libreto y música del compositor salmantino Tomás Bretón quien para poderla llevar a los escenarios hubo de reescribirla en italiano con el título de “Gli Amanti di Teruel”, lo que demoró hasta 1889 su estreno en el Teatro Real de Madrid.La “vida” de los Amantes de Teruel hoyEn un mundo globalizado y cada vez más pequeño, los Amantes sobreviven estupendamente dentro de un proyecto europeo de hermanamiento de ciudades con leyendas de enamorados. El proyecto se denomina “Europa enamorada” y nació con el hermanamiento entre Teruel (Diego e Isabel) y Verona(Romeo y Julieta). Estas dos ciudades famosas por sus amantes son las iniciadoras de una ruta europea por ciudades de enamorados legendarios. Rápidamente a la iniciativa se unieron Sulmona (patria de Ovidio) y la ciudad italiana Montecchio Maggiore en la que hay dos lomas con dos castillos: uno es de los Capuleto y el otro de los Montesco. Según cuentan los vecinos de esta localidad, el conde Luigi Da Porto resultó herido en la guerra en el siglo XVI y se recuperó en su casa de Montecchio Maggiore, desde cuya ventana veía las dos lomas con los dos castillos enfrentados. Estas vistas le habrían sugerido un cuento, la historiade dos enamorados pertenecientes a familias enemigas, que sería el que posteriormente habría influido en Shakespeare a la hora de escribir Romeo y Julieta. A este núcleo inicial de ciudades europeas enamoradashan pedido unirse París (Abelardo y Eloísa), Coimbra (Pedro de Portugal e Inés de Castro), y seguramente en el futuro muchas otras localidades más.
Condición ‘sine qua non’ para unirse al Proyecto es que la leyenda esté “viva” de alguna manera en la localidad. En Teruel desde el año 1997 el fin de semana más cercano al 14 de febrero se pone en pie en las calles de la ciudad la última escena de la versión de Hartzembusch de “Los amantes de Teruel”. La fiesta comienza con la escenificación de la Boda de Isabel de Segura y Pedro de Azagra, hecho que desencadena la trama que continúa con la Muerte de Juan Diego de Marcilla, tras negarle Isabel el beso que ambos tanto ansían. El momento más emotivo de la fiesta, y el que más espectadores reúne a su alrededor, es el Funeral de Diego, cuando una enlutada Isabel se acerca hasta el cuerpo yacente para besar sus labios antes de caer, también ella muerta, a su lado.FinalSi los cuerpos que yacen en el Mausoleo de Juan de Ávalos correspondiesen efectivamente a Diego e Isabel, dada la fecha de su fallecimiento en 1217, resultaría que los amantes turolenses estarían en la génesis de la historia de amor boccacciana, que sería a su vez la fuente en la que habría bebido, directamente o a través de lo escrito por el conde Luigi da Porto, el mismísimo William Shakespeare para su “Romeo y Julieta”. Ya sólo esto justifica el orgullo con el que Teruel exhibe a sus dos enamorados y capitanea el proyecto europeo de ciudades europeas enamoradas. Pero, sinceramente, a mí me da lo mismo que esas dos momias sean realmente las que acogieron las emociones de Diego e Isabel; para mí la historia de amor está por encima de los cuerpos que la albergaron, ésa sí que es real y, además, inmortal.
Dos preguntas:
1.- ¿Creéis que es engaño imperdonable que una leyenda literaria no tenga suficiente base histórica?
2.- ¿Conocéis alguna localidad que también represente leyendas literarias?