Revista Sociedad
Vendrían años en los que las mujeres no podrían salir solas de casa, pero en los 60 podían soñar con ser médicas como las tres estudiantes de la foto.
La Universidad de Kabul era modesta, pero tenía sus ambiciones. A finales de los sesenta lanzó su primera revista académica, “Serrana”. La universidad también se contagió del virus político que infectó Kabul en aquellos años y se formaron grupos de estudiantes muy combativos en ambos extremos del espectro político. Por un lado estaba la Juventud Musulmana, que pronto se emancipó de sus tutores académicos y se fue volviendo más y más radical. Por otro estaban los marxistas. Ambos grupos tenían en común más de lo que hubieran querido creer: ambos creían que el futuro estaba con ellos; ambos deseaban modernizar el país, pero a su manera exclusivista; ambos querían salir de lo que percibían como el estrecho marco de las lealtades tribales tradicionales; ambos eran extremadamente paranoicos y creían que lo mejor que podía hacerse con los rivales era borrarlos del mapa.
Azafatas de la línea nacional Ariana. En los sesenta todas las azafatas del mundo se vestían así de cursis, no sólo las afghanas.
Kabul tenía su zoo y hasta su león, Marjan, un regalo que les hizo Alemania a finales de los sesenta. El zoo llegó a tener hasta 500 animales y el número de visitantes en 1972 fue de 150.000.
El Ministerio de Finanzas, donde estaba ese restaurante tan majo.
Había turistas y algunos, sobre todo los pakistaníes, la llamaban “el París del Asia Central”. Comparada con Peshawar, lo era. La revista “Vogue” le dedicó unas páginas en su número de diciembre de 1969 y un editorial con el título “Aventura Afghana”. No creo que hubiese hecho lo mismo con Peshawar. Marks & Spencer abrió en Kabul su primera tienda en Asia Central. ¿Hace falta que diga lo que hubieran hecho en Peshawar?
Si este parque sigue existiendo hoy en día, lo más probable es que esté lleno de drogadictos. Para los hippies que querían recorrer el mundo Kabul era una de las tres “K”s que había que visitar. Las otras eran Katmandú y Kuta. En torno a los hippies y a los mochileros se había desarrollado un underground de guías turísticos free-lance, camellos y hasta proxenetas.
Algo del bienestar de Kabul llegaba hasta el campo. Proyectos de irrigación en los ríos Helmand y Kabul convirtieron al país en un exportador de grano y en los mercados de la capital se amontonaban las patatas, las cebollas y los melones.
Los huertos de los alrededores de Kabul siempre fueron famosos por la calidad de sus frutas.
Resulta irónico pensar que después de doce años de intervención internacional en Afghanistán nos daríamos con un canto en los dientes a poco que consiguiésemos que Kabul volviera a ser lo que fue hace 50 años.