Revista Expatriados

Los chinos y la guerra

Por Tiburciosamsa

Cuando uno compara las historias del Imperio Romano y del Imperio Han, que fueron más o menos contemporáneos, hay una cosa que choca. Mientras que los romanos no paraban de ensalzar a sus generales y de cantar las batallas ganadas, los chinos apenas mencionan sus gestas guerreras, entre otras cosas porque tampoco tuvieron tantas. La guerra no fue algo en lo que se especializaran los chinos ni algo de lo que les gustase mucho hablar ni, menos, vanagloriarse.Cuando se ven las relaciones de los chinos con los pueblos que les rodeaban, se aprecia que recurrían sobre todo al “soft power” mucho antes de que Joseph Nye lo hubiese descubierto. Los chinos habían convertido en todo un arte el atraerse a los jefes extranjeros jugando con su superioridad cultural y con una cierta mística que rodeaba al poder imperial. Ese “soft power” iba acompañado, según las circunstancias, de artículos de lujo “made in China” y de princesas chinas para que se casaran con el jefe. Después de un buen polvo entre sábanas de seda como que apetece menos ponerse a conquistar países. Sonará a chiste, pero de las princesas se esperaba eso y que de paso familiarizasen al líder bárbaro con la cultura china. El principal enemigo militar de los chinos fue siempre el bárbaro nómada de la frontera norte, ya se llamase hiung-niu, jurchen, mongol o manchú. Al imperio chino siempre le falló la cría caballar. China nunca tuvo una buena caballería autóctona. Sus ejércitos, que necesitaban más logística que los de los bárbaros del norte, eran más lentos y no podían igualar en agilidad a unas fuerzas montadas en su mayor parte y que vivían unirse y decidían atacar, los chinos se las veían y se las deseaban para frenarlos.  Al menos en tres ocasiones, los bárbaros del norte fueron capaces de conquistar China completa o parcialmente y fundar sus propias dinastías: los jurchens en el siglo XII, los mongoles en el XIII y los manchúes en el XVII. En los tres casos, los conquistadores no pudieron soportar la combinación de superioridad cultural y peso demográfico de los han. Con el paso del tiempo, acabaron convertidos en unas élites sinizadas que se las veían y las deseaban para no ser sumergidos por la marea han y mantener su identidad. En los tres casos fracasaron. El poco amor chino a la guerra no deriva sólo de una cuestión de pragmatismo, de no insistir en aquello que no se hace bien. También había factores ideológicos. Ni el taoísmo ni el confucianismo veían la guerra con simpatía. El taoísmo abogaba por una sociedad compuesta por pequeñas comunidades rurales autosuficientes, que viviesen en una noble austeridad. Lo más contrario a este ideal es la idea de un imperio conquistador." Ayudar al gobernante con el Tao, significa no servirse de las armas para conquistar el mundo, porque las armas gustan de la represalia. Allí donde hay ejércitos, crecerán matas de espinos. Después de una gran guerra, seguirán años de desgracias.""Cuando en el mundo reina el Tao, los caballos de guerra se crían en los arrabales. No hay mayor calamidad que ser insaciable, ni hay mayor desgracia que ser ambicioso". La guerra, hasta la que es victoriosa, es el peor de los desastres: "... la matanza de mucha gente se debe conmemorar con pena y lloro, y la victoria se debe conmemorar como un funeral."El taoísmo no es tan ingenuo como para pensar que la sociedad humana es siempre pacífica. Sabe que las armas siempre estarán ahí, porque son precisas para defenderse, pero previene: "Un país se gobierna con tranquilidad. Las armas se usan con parquedad." “"Las buenas armas son instrumentos nefastos. Todos las detestan, y por eso el hombre del Tao no recurre a ellas.”El buen general, para el taoísta, es aquél que se da cuenta de que la guerra es un mal y se comporta con humanidad:"Las armas son instrumentos nefastos y no instrumentos de caballeros. Si no tiene más remedio que usarlas, su primer principio es la serenidad y moderación. Aun cuando vence no lo considera grandeza. Considerarlo grandeza es alegrarse en la matanza de los hombres y quien se alegra matando a las personas, nunca llegará a tener éxito como gobernante de un reino..." Un taoísta no habría entendido, por ejemplo, el orgullo que sienten los franceses por la figura de Napoleón, un hombre de ambición desmedida, que causó sufrimientos inenarrables a toda Europa. Otros rasgos del general taoísta: "... no es belicoso, el buen luchador no es irascible, el buen vencedor evita las luchas, el buen líder es humilde."El confucianismo es algo más realista en lo político que el taoísmo, pero comparte su disgusto por la guerra. Acepta que es algo que en ocasiones puede ser necesario, para defenderse o para luchar contra un súbdito rebelde, pero no aprueba la guerra de agresión. En una anécdota muy significativa, la “Analectas” cuentan que el duque Ling de Wei le preguntó a Confucio sobre táctica militar. Confucio respondió humildemente: “Tengo alguna experiencia en el manejo de las vasijas rituales, pero nunca aprendí cómo manejar tropas.” La anécdota concluye diciendo que al día siguiente Confucio se marchó de Wei. Entre líneas se sobreentiende que el duque estaba planeando una campaña militar y estaba considerando utilizar los servicios de Confucio. Confucio no quiere saber nada de eso. Niega tener conocimientos militares y abandona el estado para no tener que ayudar al duque. Si sabemos cómo Confucio pasó la vida buscando que algún gobernante hiciese uso de sus conocimientos para gobernar, esto nos indicará su rechazo a la guerra de agresión. Prefiere renunciar a tocar poder. La guerra es terrible y por ello sólo debe emprenderse después de largas deliberaciones.Éstos son los asuntos que el Maestro aborda con cautela: el ayuno, la guerra y la enfermedad”. La guerra es algo que debe acometerse con sabiduría.” El Maestro dijo: «Se necesita ser enseñado por buenos hombres siete años antes de poder tomar las armas.»” “El Maestro dijo: «Enviar a alguien a la guerra que no ha sido apropiadamente instruido es mandarlo a la tumba.”Al igual que los taoístas, Confucio desconfía de los generales llenos de ardor marcial y sueños de gloria.Zilu preguntó: «¿Si hubieras tenido el mando de los Tres Ejércitos, a quién habrias nombrado tu lugarteniente?» El Maestro respondió: «Como lugarteniente mío no hubiera escogido a quien lucha con tigres o atraviesa ríos sin sentir miedo. Más bien a alguien que estuviera lleno de temor antes de entrar en acción y prefiriera siempre una victoria lograda mediante la estrategia.” Aquí Confucio se hace eco del pensamiento estratégico chino tradicional, al que luego me referiré, que prefiere la victoria que se consigue con añagazas y sin combatir, que la que se consigue en una batalla campal. Confucio, además, valora que el general sea ético. El valor por el valor no lleva a ninguna parte, o lleva a partes que no son buenas. “Zilu preguntó: «¿Aprecia un caballero el valor?» El Maestro respondió: «Un caballero pone la justicia por encima de todo. Un caballero valiente, pero que no es justo, puede convertirse en un rebelde; un hombre del vulgo que es valiente, pero no justo, puede convertirse en un bandido.”
Existe una anécdota en la que aparece este Zilu, al que obsesionaba tanto la gloria militar. Confucio estaba reunido con varios discípulos y les preguntó por lo que se sentirían capaces de hacer si tocasen poder; entonces… “Zilu se precipitó a responder el primero: «Dame un país no demasiado pequeño, atenazado entre dos poderosos vecinos que le atacan y que sufre hambruna. Si me pones al cargo de él, en tres años reviviría el espíritu de su pueblo y le haría recuperar su fuerza.»”Más tarde, cuando todos se hubieron retirado, otro de los discípulos, muy perspicaz, le preguntó por qué se había sonreído con lo que había dicho Zilu. La respuesta fue: Porque un Estado debe gobernarse mediante las restricciones del ritual; pero sus palabras eran jactanciosas.” Vamos, que Zilu era la mamá de Tarzán y a tipos así no hay que dejarles ni que regenten un bar.El pensamiento estratégico chino se corresponde con esta concepción de la guerra como un acontecimiento terrible, que hay que impedir. Resulta muy instructivo comparar lo que dice el principal polemólogo occidental, von Clausewitz, con lo que enseña Sun Tzu.Para von Clausewitz lo esencial en la guerra es concentrar las fuerzas y buscar la batalla decisiva con el enemigo, una batalla que se produzca en las mejores condiciones para nosotros, y en la cual el objetivo último sea destruir las fuerzas del enemigo. Comparemos eso con estas palabras de Sun Tzu: “En el arte de la guerra, lo mejor de todo es capturar el país del enemigo entero e intacto. Devastarlo y destruirlo no es tan bueno. Así, también, es mejor capturar un ejército entero que destruirlo…” La manera de conseguir eso es “quebrar la resistencia del enemigo sin combatir”. Es decir, Sun Tzu aboga por la guerra psicológica y la propaganda, que engañen y desmoralicen al enemigo. Para Sun Tzu, “todo el arte de la guerra se basa en el engaño”. Hay que provocar un estado de desmoralización tal en el enemigo que la guerra esté vencida antes incluso del inicio de las hostilidades.Sun Tzu es un pragmático y un cínico, al que le resultarían extrañas las películas de guerra y los himnos marciales. Para él, la guerra es como un negocio, en el que uno no debe meterse a la ligera, pero del que pueden extraerse beneficios se si ejecuta bien. “Sólo uno que esté plenamente familiarizado con los males de la guerra, puede comprender completamente el modo de llevarla a cabo con provecho.”Sun Tzu da la máxima importancia a los aspectos logísticos y a las bases económicas sobre las que se sustentan los ejércitos. Con estos antecedentes, no extrañará que el arte chino no se recree en las escenas de batallas como el arte occidental, ni su literatura se prodigue en cantos al combate. La compilación de poesía clásica “Poemas de los Mil Maestros” recoge 224 poemas de un centenar de poetas que van del siglo V al XIII. De estos poemas sólo tres son de contenido marcial. A título de comparación, la recopilación de las 100 mejores poesías en lengua castellana que realizó Marcelino Menéndez Pelayo en 1908 incluía cinco de tema guerrero. Los tres poemas de tema marcial de los “Poemas de los Mil Maestros” tienen el mismo leit-motiv: la despedida al que se va, con bastantes pocas ganas, a la guerra. Un ejemplo es “Despidiendo a Ts’ui Jung”, un poema que escribió Tu Shen-yen en 696 para despedir a su amigo Ts’ui Jung, que había sido nombrado secretario del general que iba a combatir a los bárbaros del norte.Nuestra soberana envía a su generalSu secretario se une a la lejana campañaLas tiendas de despedida se alinean en las puertas de palacioColumnas de soldados hacen que las murallas se estremezcanCon banderas y estandartes para marcar las aurorasY flautas y tambores para rellenar las noches en la fronteraEl humo y el polvo se levantarán mientras mirasAl viento de otoño azotar Kupei”Dos notas al poema. No, no me he equivocado al traducir “soberana”. La persona que mandó la expedición guerrera fue la Emperatriz Wu, la única mujer que ascendió al Trono imperial. Kupei era un paso estratégico y a él se dirigía el ejército. Me parece que lo que predomina en el poema es la sensación de melancolía, de un ejército que emprende la marcha con muy pocas ganas. Sólo conozco un poema chino que cante la guerra con el mismo entusiasmo que los poetas occidentales. Se titula “El paso de Loushan”:El viento del oeste sopla con fuerza,Las ocas salvajes llamanA la luna de la mañana de escarcha.La luna de la mañana de escarcha,Los cascos de los caballos repiquetearon y los clarines sollozaron.No digas que la fortaleza realmente es tan fuerte como el hierro, Pues ahora saltamos sobre su cima.Saltamos sobre su cima, Las colinas azuladas son como el mar,Los últimos rayos del sol son como la sangre.”Por cierto que el autor es… Mao Zedong, el menos chino de todos los gobernantes que ha tenido China.  

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