Eduardo Galeano: “Por qué desaparecimos a los desaparecidos”.Han pasado más de 24 años ya desde aquel 22 de febrero de 1992 en el que se emitía por primera vez en televisión Española el programa "Quién sabe dónde". Se trataba de un formato televisivo innovador, telerrealidad, presentado por Paco Lobatón. Su propósito no era otro que ser en prime time el altavoz de las familias que se habían encontrado, desafortunadamente, con la desaparición de un ser querido. Durante 249 capítulos, los desaparecidos entraron en nuestras casas. Fueron más de seis años durante los que se alertaron de cerca de 3.000 casos. ¿Y saben lo mejor? Cerca del 70% de los mismos se resolvieron.
Hoy, sin embargo, la historia es otra. Chris Campos, un joven periodista, a través de radio San Vicente, concretamente en el programa 'Elena en el país de los horrores', es de los pocos que con un micrófono consigue empatizar ahora con las historias de los desaparecidos que menos repercusión mediática tienen. Hemos pasado del “Quién sabe dónde” a hacer bueno el dicho que asegura que los desaparecidos nos faltan a todos.Y es que la cruda realidad marca que no todos las personas que desaparecen cuentan con la misma cuota de repercusión mediática. Y la pregunta cae por su propio peso: ¿Cuál es el motivo de que no todas las desapariciones despierten en mismo interés en los medios de comunicación? Para Joaquín Amills, presidente de la asociación Sosdesaparecidos, este hecho "no se debe a una única causa" e indica “que las desapariciones y su espacio en los medios de comunicación es una relación íntimamente ligada a los recursos con los que cuenta la familia así como a las noticias importantes que existan en ese momento ocupando la actualidad". Del mismo modo advierte otro detalle a tener en cuenta: "A veces, dicha repercusión mediática nada tiene que ver con la desaparición y no es buena ni para el desaparecido, ni para las familias, como tampoco para los investigadores a causa de la presión que recae sobre ellos".
El periodista de 'Cuarto Milenio', Francisco Pérez Caballero, es otro profesional de la comunicación que ha opinado sin tibieza sobre el tema. “No debería haber ninguna diferencia, pero lo cierto es que hay desapariciones que despiertan más interés mediático y la presión hace que se destinen más medios, lo que no siempre asegura mejores resultados". Y aclara: "La aparición o no en los medios de comunicación no repercute en los hombres de a pie de los cuerpos de seguridad del Estado, que siempre hacen lo posible según los protocolos de actuación que tienen pautados, sino en los responsables políticos que gestionan los esfuerzos y que parece que se ven apremiados a resolver determinados casos por encima de otros". Para Alfonso Egea, periodista que podemos seguir cada mañana en 'Espejo Público, la repercusión de un caso "depende de muchos factores: situación de la actualidad informativa, proximidad del caso, empática y geográfica, y capacidad de difusión del caso".
Para el Criminólogo Félix Ríos, la repercusión de las desapariciones son proporcionales "al interés que puedan despertar en la prensa". “Un hecho que muchas veces está más relacionado con el amarillismo que otra cosa", agrega. Y, a su vez, observa también como fundamental "el papel que adopten las familias y conocidos del desaparecido, muy activo o discreto", una situación que "cada cual lleva a su manera, todas respetables".
Por su parte, el profesor de la Universidad de Valencia y Criminólogo, Vicente Garrido, sostiene: “Los desaparecidos que despiertan más expectación son los mismos que las víctimas de asesinatos: niños y jóvenes, sobre todo si no se sitúan en ambientes donde ellos mismos estaban ya expuestos a peligros, sino que la desaparición rompe de forma súbita una normalidad donde un acto así no era esperado”.
Iván Duran Valverde, desaparecido desde el 25 de agosto de 2016 en Baiona, Pontevedra; Manuela Chavero, desaparecida desde el 5 de julio de 2016 en Monesterío, Badajoz; Andrés Mora Toledo, desaparecido desde el 2 de febrero de 2012; Caroline del Valle, desaparecida desde el 14 de marzo de 2015 en Sabadell, Barcelona; Francisco Molina Sánchez, desaparecido desde el 2 de julio de 2015 en Córdoba; Joaquín Fernández García, desaparecido el 11 de septiembre de 2008 en Carboneras, Almeria. ¿Les suenan estos nombres? Seguramente, no. Pues bien, estos son solo algunos ejemplos de desapariciones que no han logrado llegar a conectar con los medios de comunicación y alcanzar el interés mediático que se merece la propia persona desaparecida y las víctimas secundarias de la desaparición: sus familias. Y es que tras teclear en nuestro navegador www.sosdesaparecidos.es y ver la fotografías de los cientos de personas que desaparecen sin dejar rastro, un pensamiento se escapa al aire: cuánto dolor y cuantas familias rotas deja tras de sí una desaparición. Y es que como dice el presidente de Sosdeaparecidos, “nadie está preparado psicológicamente para vivir día tras día con la experiencia de tener un familiar desaparecido”.
En los últimos meses, un par de preguntas invaden muchas de las charlas en torno a los desaparecidos. ¿Qué perfil de desaparecido despierta más expectación?; ¿Cuáles por el contrario menos? Para Joaquín Amills está claro: “Las desapariciones de jóvenes entre 18 y 26 años de edad son las de mayor exposición mediática, justificado en ocasiones por el morbo que se genera tras su desaparición o el que rodea al caso en sí mismo”. Y, desgraciadamente, observa cada día como “los que menos foco mediático atraen son los casos de mayores que sufren algún tipo de enfermedad que afecte a la memoria. Un hecho fácilmente subsanable colocando georadares sobre estas personas ya que casi todos aparecen a escasos kilómetros de su domicilio”.
El periodista Francisco Pérez Caballero comparte una opinión similar. “Tiene mucha mayor repercusión social la desaparición de una chica joven, por ejemplo, que la de una persona mayor. Y los motivos son banales. Toda vida vale lo mismo. Pero claro, la posibilidad de que la desaparecida haya sido víctima, por ejemplo, de un agresor sexual escandaliza mucho más a la sociedad que la ausencia de una persona mayor, que se ha desorientado y se ha perdido. Las búsquedas tendrían que ser siempre proporcionales y adecuadas a cada caso. Pero también hay que dejar claro que los medios con los que cuentan los cuerpos llegan hasta un determinado punto. Los propios policías se frustran a veces porque no pueden llegar más lejos” .Para Alfonso Egea la desaparición de “una persona joven siempre inquieta más que un adulto en plenitud de facultades para protagonizar una desaparición“.
En el mundo de la Criminología, Felíx Riós, ve un perfil claro en el interés mediático y este es el de “las desapariciones de menores sin duda, especialmente si hay sospechas de un delito sexual tras la desaparición”. Para el Criminólogo, en cambio, las que menos son “las desapariciones de ancianos. Rara vez se les da importancia”. El profesor Vicente Garrido menciona además que ayudan también “aspectos periféricos como la belleza o la existencias de circunstancias 'misteriosas' o intrigantes que auguren que hay 'más de lo que a simple vista se ve'. También, por supuesto, personas famosas o que por algún motivo sean relevantes (financieros, por ejemplo)”. Y coincide con el resto en que “los ancianos, personas de bajo estatus o aquellas que moralmente tienen conductas despreciables son los que menos interés despiertan”.
Parece claro, por tanto, que la repercusión mediática de una desaparición no depende de un único factor. La actualidad informativa en el momento de la desaparición, los contactos que posean las familias o el papel que éstas mismas adopten son elementos claves que pueden favorecer la repercusión mediática de la misma. Sin olvidarnos, obviamente, de las causas que rodean a esa desaparición, como tampoco de la juventud y la belleza de la persona desaparecida.