Sin embargo no hay evidencia de que la falta de efectos secundarios signifique que la persona vacunada no esté protegida contra COVID-19, ya que en los ensayos clínicos, menos de la mitad de los que recibieron la vacuna informaron episodios moderados o graves de efectos secundarios como fiebre, dolor de cabeza y fatiga.
Lo cierto es que las vacunas funcionan incluso si no tiene efectos secundarios y no es necesario desarrollar efectos secundarios para estar protegido. Los 2 fenómenos, adquirir inmunidad y experimentar efectos secundarios, son activados por la misma serie de señales de advertencia inflamatorias en el sistema inmunológico una vez que te inyectan.
Pero solo porque esta inflamación inicial tiene éxito en desencadenar la producción de anticuerpos y otras defensas contra la enfermedad, no necesariamente causa fiebre en el trato. No existe una fuerte correlación entre las dos cosas.
El hecho de que las personas experimenten efectos secundarios podría estar determinado por otros factores además de su sistema inmunológico, como la fatiga, el estrés y cómo perciben el dolor. Las tasas de varios efectos secundarios son ligeramente diferentes en cada una de las vacunas COVID-19, y en aquellas que requieren dos dosis, tienden a ser más comunes después de la segunda dosis.
Los únicos efectos secundarios comunes en todos los vacunados es el dolor en el brazo o enrojecimiento en el lugar de la inyección, pero dada la alternativa y el beneficio, esto bien vale la pena.
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