¿(los) enemigos otra vez?

Y yo las necesito tanto

Los Enemigos

1.
Dos sofás, uno frente a otro. A la derecha de cada uno de ellos hay una mesita y sobre ésta una copa de ron cola. La lámpara de pie alumbra el primero de los asientos, el otro, donde tú te encuentras sentada, permanece prácticamente a oscuras. Luego sale C y se sienta bajo el foco, enciende su pequeño amplificador y afina la guitarra. Tú estás expectante, vas a asistir a un concierto único y espectacular. Un músico, una espectadora. Entonces C interpreta cinco canciones, casi sin descanso ni bises, del tirón. Canta bajito y toca despacio. No quiere despertar a los vecinos. Lo único que pretende es despertarte a ti. Aun a riesgo de multa.
2. No voy a decirte adiós ni tampoco hasta la vista. No pienso despedirme nunca más. He aprovechado todos los instantes como si el mundo se acabara minutos después. Y el mundo ha terminado, así de repente, pero no me siento culpable, porque he peleado cada centímetro y, como decía mi maestra de primaria, las cosas con esfuerzo saben mejor. No voy a negar que tú sabes especialmente bien, de día y de noche, pero has tocado la tecla pause, la esencia de la nostalgia y la despedida. Solo que yo no diré hasta la vista ni adiós. Quiero decir bienvenida, aunque tenga que esperar.
3. Tengo las manos manchadas de cola y rajadas por el filo del papel. Me he pasado noches sin dormir maquetando textos, haciendo dibujos en forma de boceto suelto, colocando los textos de esta historia literaria para construir un libro único. No pienses que se trata de un volumen lleno de sangre y odio, de golpes directos. No voy a escribir ni un solo poema-ataque más en esta vida. No con la de tiburones que hay ahí fuera. Tan solo quiero salvaguardar la literatura, tu literatura, de la tecnología. Un día cerraré el blog y hay cosas que deberían permanecer ahí. En tu poder.