Un poco de filosofía para introducción
El hombre viene del bien y es para el bien, se afirma en el cristianismo, y concentrándonos en la segunda parte de la oración, obligatoriamente, nos indica que en algún momento después de venir del bien, nos encontramos fuera de él, aunque tendríamos que ensenderearnos nuevamente a él, de hecho esto no se reduce a una simple norma, sino que está dentro de nuestros propios deseos; deseamos el bien, el bien total, Dios.
A partir de ese postulado se han elaborado muchos trabajos en la antropología y ética para explicar y desarrollar ese postulado teológico. Entre los trabajos más importante de estos campos está, por su puesto, la suma teológica, de santo Tomás de Aquino que, sintetiza la revelación judeo-cristiana con la filosofía clásica griega, particularmente, la aristotélica.
Tanto el cristianismo como la filosofía aristotélica plantean que hay una jerarquía de los bienes en la vida, esto es, que hay cosas que valen más que otras, según nos ayudan a llegar a nuestro fin último, que sería Dios. Ahora bien, independientemente, creamos que Dios sea nuestro fin último o no, o según la forma en que lo concibamos, todos valoramos unas cosas más que otras; nadie en sus facultades consideraría que su casa vale menos que una almohada, por ejemplo. Por lo tanto, la jerarquía de los bienes y los valores una condición esencial de la propia vida.
El mecanismo de nuestros deseos
Nada puede ser deseado si no se concibe, si no se conoce, al menos en nuestra mente. Los seres humanos tenemos memoria e imaginación, dos facultades que nos permiten concebir y desear bienes, incluso sin haberlos experimentado. Naturalmente apetecemos ser reconocidos y tener éxito profesional., sin embargo, los problemas pueden comenzar cuando se nos presentan soluciones tan claras, pero sobre todo impersonales que contradicen la naturaleza tan personal del deseo de desarrollo y de realización, porque como ya hemos comentado en otros artículos, nuestra labor, independiente o subordinada, tiene que conectar con nuestra persona y esto lo hace único. Aunque, muchas veces este suele ser el menor de los males, cuando en realidad, nuestra jerarquía de valores es tan incoherente que sobrepone bienes inferiores al su superiores, o separa los atributos de un bien para buscarlos por si mismo al margen de su genitivo.
Todo se explica por la falta de orden axiológico
Ser una persona rica por causa de nuestro trabajo no es posible si no ofrecemos productos apreciados por el público, cuyo mercado permita producir lo suficientes para generar una fortuna. Normalmente, es en esta última condición donde caen los esfuerzos de la mayor parte de los emprendedores con problemas en su jerarquía de valores, terminando, en el mejor de los casos, desilusionados, o en el peor, estafados; nos enfocamos demasiado en buscar aquello que tenga las características de hacernos ricos, pasando por alto la cualidad personal de todo trabajo, esto es que conecte con nuestra vocación, y subordinando, atrozmente, el atributo de un negocio exitoso, que es la alta producción, a preparar un negocio exitoso, cultivando clientela y satisfaciendo sus necesidades.
Todos los servicios de “gurus”, “coaches” y “asesores” que exaltan más los resultados estimulantes del éxito, como la popularidad, el reconocimiento, el confort, la vanidad y la extravagancia, que el propósito de ser exitoso esto es llegar al sentimiento de realización y paz interior, así como el de ser una persona útil y buena para la sociedad, son, inequívocamente, fraudulentos o como mínimo defectuosos e incompletos. Lamentablemente, en una sociedad mas preocupada por la opinión que por la verdad, y el tener más que el ser, nosotros mismos ya vivimos engañados.