Revista Expatriados
Resulta irónico. Es investigando sobre el haiku como vengo a descubrir a Juan José Domenchina, un poeta olvidado de la Generación del 27. Su nombre me sonaba vagamente de las clases de literatura del colegio. Al estudiar la Generación del 27, después de páginas en las que se hablaba de Federico García Lorca, de Rafael Alberti, de Gerardo Diego y de Luis Cernuda, había un párrafo de dos líneas al final de la lección que comenzaba diciendo “otros poetas de la Generación fueron…” y ahí asomaba la cabeza Domenchina, si acaso. En cuanto a su esposa Ernestina de Champourcin, su nombre no llegaba ni a aparecer. Por cierto si alguien se mete en la página de la Wikipediarelativa a la Generacióndel 27, descubrirá que también se ha olvidado de mencionarla.
Leyendo los haikus que escribió Domenchina, los primeros de los cuales datan de su libro “La corporeidad de lo abstracto” de 1929, me ha sorprendido su fidelidad al ritmo 5/7/5, mucho más difícil en castellano que en japonés. Me gustan sus haikus, aunque se alejan del modelo japonés en varios aspectos: falta el elemento estacional, la naturaleza está ausente, son demasiado explicativos, lo que suele ser una característica común de los haikus escritos por occidentales. Algunos ejemplos:
“Pájaro muerto,¡qué agonía de plumasen el silencio!”
Es su haiku más conocido. He visto quién echa en cara a este poema que utiliza una temática demasiado macabra, que un poeta japonés nunca habría escrito nada tan dramático. Pues sí, pues es cierto, ¿y qué? A mí me parece impresionante.
“Lluvia de besosUna virtud solloza: ríen sus senos”
“La novia exangüe:bajo una luna pálidaotra de sangre”
“Por sus ojerasse asoma a la mañanaque la despierta”
“Bajo la lluvia,Va, casi transparente-Mente desnuda…”
“Sus ojos tienenun volar de libélula¡tan transparente!”
“Lluvia de estío:en los árboles verdescuelga sus nidos.”
“La verdad valeMenos que el labio sabioQue se la calle”
Su mujer, Ernestina de Champourcin, también le dio al haiku, o a lo que ella llamaba haiku, en la segunda parte de su carrera. En 1967 publicó “Hai-kais espirituales” y confirmó lo que siempre he pensado sobre la poesía religiosa en las religiones monoteístas. Creo que en el monoteísmo la única manera de componer poesía religiosa con resultados estéticamente aceptables es desde el misticismo. Cuando uno no es un místico a la manera de San Juan de la Cruz o de Yalal ad-Din Muhammad Rumí y se pone a escribir poesía religiosa, o le salen versos fríos e intelectuales o le salen versos ñoños, que se quieren intimistas. A de Champourcin le sale el segundo tipo de versos. Por cierto que les llamó “hai-kais” como hubiera podido llamarles “federicos”, porque tienen de haikus lo que un banquero de oenegero:
“Todo el mundo olvidándote.Y Tú, desde el cielo,amándonos a todos.”
Lo lamento, pero a mí me suena a declaración buenista de niña que acaba de hacer la Primera Comunión y se siente con vocación de santa, vocación que en tan señalado día no suele sobrevivir al atardecer.
“Si es verdad que te busco, úngeme de alegría.Si equivoqué el camino, dame gracia, Señor,para empezar de nuevo”
Comparemos ese supuesto hai-kai con esta estrofa de Santa Teresa de Ávila:“Si queréis, dadme oración,
Sí no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?”
El siguiente poema de de Champourcin es como una greguería espiritual. Tiene su gracia pero, como me ocurre con las greguerías de Gómez de la Serna, me resbala. Me parece un buen fuego pirotécnico del que me olvido en cuanto cierro el libro:
“La página es muy densa, pero hay que terminarla.¿En qué línea estás, Tú,acechando, buscándome?”
Aparte de las limitaciones de de Champourcin como poeta, es posible que el haiku con su brevedad y tendencia a la elisión de contenidos, no sea la forma más adecuada para transmitir un sentimiento religioso, a menos que uno sea un místico.