El blog de 1madreinitaly hablaba hace unos días de la diferencia entre los españoles y los italianos: sus costumbres en el coffee time, el jamón de york, los karaokes...
Según iba leyendo se me iba ocurriendo tomar como punto de partida su post para comparar a little Ana, representando a los niños de hoy en día, con un servidor, representando a los niños que en su día fuimos. Para no perderme demasiado voy a tocar solo un tema que me llama la atención: las meriendas y el jamón de york como elemento introductorio.
A mis 3 o 4 años el papá de la "Muy" merendaba bocadillo de jamón de york. Concretamente se trataba de un tipo de jamón que se compraba al peso en la charcutería del barrio y que generalmente estaba en oferta... ¿conocéis alguna charcutería de barrio hoy en día?. El pan de entonces venía a costar 20 pesetas y cubría al embutido sin contemplaciones, no lo dejaba escapar, era ese tipo de pan recio, sin adornos que te miraba desafiante como diciendo: a ver si tienes huevos de comerme sin que me haga bola. Para completar el show, la merendola (que así lo llamábamos por entonces) venía encima de una bandeja de metal con dos asas a los lados y podía acompañarse de yogur natural sin azúcar o una triste pera. Lo trataba de ingerir mientras veía el único programa de contenido infantil de mi época: Barrio Sésamo... Espinete, Don Pinpón, Chema... aderezados con sketches de Epi, Blas, la vaca Juana, Coco, etc. El objetivo era claro: acabar de merendar antes de que acabe el programa... si no estabas jodido.
Justo al acabar arrancaba una canción: siempre que vuelves a casa me encuentras en la cocina embadurnada en harina... Con las manos en la masa (por cierto, acabo de descubrir que la canción era de un tipo llamado Jacuín que estaba empezando y que se apellidaba Sabina). Lo odiaba porque significaba el fin de la programación infantil hasta el día siguiente.
Hoy la "Muy", los días que tiene mala suerte, tiene sándwich de jamón de york envasado al vacío, con su pan de molde sin corteza, su margarina... debería deslizarse por la garganta, sin embargo, tarda sus 20 minutos de reloj en comérselo (si tenemos la suerte de que se lo termine). Otros días tiene sándwich de Nutella, o zumo de naranja, macedonia, algún helado cae en verano seguro... Mientras merienda tiene tres canales para elegir que emiten 24 horas de programación infantil, también puede elegir otros contenidos en Internet, que a su vez puede ver en el ordenador, en el smartphone, en la tablet...
No puedo negar que en un primer momento he analizado el asunto con una perspectiva negativa, pensando que hoy en día lo tienen todo a un clic de distancia, sin embargo supongo que esto no es necesariamente malo, simplemente está en nosotros, sus papás, poner los límites a nuestros bichos, hacerles entender que la vida no es tan sencilla como nos la venden los tipos de Jelly Jam y que la diversión se obtiene, sobre todo, lejos de la caja tonta (¡ya no se le puede llamar así, demonios!) compartiendo juegos con los amigos...
Y escribiendo esto caes: nuestros padres tuvieron que hacer lo mismo 30 años atrás. Nos hicieron entender que los rombos en la tele tenían un sentido, que aunque tuviéramos muchos juguetes (sí, los teníamos) teníamos que saber compartirlos con los amigos, que el Spectrum era sólo para los fines de semana... En definitiva, cada generación es distinta y tiene que adaptarse a las circunstancias que rodean la educación de sus hijos, de la mejor manera posible, con el objetivo de criar a sus hijos, educarles y que sean felices.
Por cierto, después de ver Salvados, si tus hijos se meten en política, habrás fracasado...casi seguro.