Una pregunta recurrente en la clínica veterinaria respecto a la nutrición de nuestros perros es la relacionada con los huesos. Yo siempre los recomiendo. A pesar de la clásica imagen caricaturesca del perro mordiendo o enterrando un hueso existe un miedo infundado hacia la inclusión de huesos en la dieta del perro. Que un perro coma huesos crudos como parte de su dieta es algo de lo más sano y mejor que podemos hacer por nuestro amigo.
El perro en la naturaleza y durante miles de años fue un cazador que se alimentaba principalmente de las presas que atrapaba, trituraba los huesos y obtenía así el calcio y fósforo necesario para su estructura ósea, además de otros minerales que veremos más adelante.
Existen pocos perros que se puedan resistir a mordisquear la carne que rodea al hueso o a pelearse con los ligamentos fuertemente pegados al mismo. Ya no digamos de la deliciosa médula que les vuelve locos. Cierto que debemos tener ciertas precauciones e introducirlos poco a poco -máxime si son adultos y nunca los han comido-, hasta hacerlos un hábito saludable. Antes de entrar de lleno en este sano hábito veamos algunos datos y detalles interesantes que nos ayudarán a comprender la importancia de su inclusión en la dieta.
En promedio, los huesos de res o cerdo contienen 23 a 32% de calcio, 13 a 15% de fósforo, 6 a 8% de proteína y 7 a 10% de humedad. Pero no sólo eso, también so fuente sodio (5,5%), hierro (2,6%), magnesio (0,3%) zinc (0,1%) y algunos aminoácidos como la lisina y metionina. Aunque no lo crean, los huesos son una fuente de ácidos grasos presentes en la médula ósea (tuétano) y con más ácidos grasos poliinsaturados y fosfolípidos que la grasa intramuscular y subcutánea (Ockerman and Hansen, 2000).
El principal miedo de la gente es el relacionado con la perforación del tracto intestinal. Hay una regla para evitar esto en el 99% de los casos: NUNCA DAR HUESOS COCIDOS, estos sí son peligrosos ya que se vuelven quebradizos, es muy fácil que se astillen y entonces sí pueden provocar serios problemas gastrointestinales. Los huesos crudos son seguros en un 99,9%. Los pocos problemas intestinales provocados por huesos que yo he visto en la clínica son debido a HUESOS COCIDOS, esos sí hay que evitarlos.
Si tenemos un cachorro, la introducción a los huesos es mucho más fácil. Recomiendo un hueso tan grande como su cabeza o más para evitar que se lo trague. Con éste se logran varios objetivos: una excelente fuente de calcio, encías y dientes limpios y fuertes por la acción de roer, morder, masticar y arrancar. Si el perro pasa mucho tiempo solo, conviene dar el hueso antes de irnos, y así tenemos un excelente “juguete recreacional y nutritivo”
En perros adultos que nunca han sido acostumbrados a este manjar hay que ir con cuidado porque es común que se presenten diarreas o vómitos. Por lo tanto, conviene dar un hueso cada dos o tres días por un tiempo de 10 a 15 minutos y retirar, poco a poco se va dejando más tiempo y más días, observando el comportamiento de nuestro compañero. Otro problema, no muy común, pero que suele presentarse es estreñimiento, y eso es más común con huesos donde el perro termina comiéndolo todo. En esos casos conviene un hueso de rodilla, fémur o caña, de vaca. Si el problema persiste entonces retirar. Pero repito, no es muy usual esta situación.
Los huesos de pollo son casi siempre altos en grasa, las alitas, por ejemplo, contiene además buena cantidad de carne y piel –alta en grasa- por lo que se debe tener en cuenta a la hora de pensar en el número total de calorías ingeridas ya que puede empezar a haber problemas de sobrepeso.
¿Quieres recibir artículos interesantes y útiles como éste, además de noticias, recetas y trucos para mejorar la nutrición de tu mejor amig@? Suscríbete al boletín de Nutrición Canina
Carlos Gutiérrez, Veterinario
Comparte