Los indecisos. Aquellos que quieren jugar a caballo ganador pero que no se aclaran. Vaya por dios. El ser humano es indeciso por naturaleza. Si uno no es indeciso, mala cosa. Si hablamos de elecciones, ese veinte por ciento a quienes todos los partidos políticos quieren seducir para decantar el triunfo de sus políticas en las próximas elecciones, se dejan dar coba, con el significado del lenguaje de los bajos fondos. Es su minuto de dos semanas de gloria. Hasta las elecciones. Cuando se tenga que elegir por fin qué "cojones" hacer con el tesoro voto. Ni gollum disfrutó tanto con su anillo. Los indecisos tienen la clave. Y no podría decir si es bueno o es malo. Pero espero que se tenga la dignidad de no decir después -"que me engañaron"-. Indeciso y engañado: esa es una mala combinación donde las haya. Sí, ya lo sé que es difícil, sobre todo cuando la política dejó de ser algo bien visto por la salida del armario de corruptelas, corrupción y puertas giratorias. ¿Y si hablamos del clima? Puaf. No viviré para ver el planeta de estiércol que vamos a dejar. Me río del acuerdo de la cumbre de París. También lo sé. No tengo nada que ver con el positivismo de Van Gaal. Estoy indeciso sobre el respecto. Vaya por dios, nuevamente, que he caido en mi propia desfachatez con lo de indeciso. La cuestión es que me temo que tanta indecisión dé igual resultado finalmente. Con una deuda nacional al 99 coma y algo si no me equivoco, poco va hacer cualesquiera que elijan para gobernar. El año que viene vuelve la penuria, hacia marzo calculo. Y de ahí hasta las próximas elecciones. Y del clima me siento escéptico sobre el acuerdo que todo el mundo aplaude para la foto y su cumplimiento. No me decido. Y otra vez los indecisos. Como en el día de la marmota, con el más peyorativo de sus significados.