Ya ven que a estas alturas he aprendido lo que es una distopía. Ni más ni menos que una utopía, pero chunga. Una cosa que seguramente no se va a producir, pero que si fuera verdad no sería nada nada deseable.
Y eso es. Una sociedad futura poco deseable, en el que trece departamentos, que van del más pobre al más rico, deben donar una pareja de adolescentes para que se peleen en una lucha sin cuartel en que, al más puro estilo Highlander Los Inmortales, sólo puede quedar uno.
Así dicho podría parecer una horterada más de rollo adolescente. Y vale, desde luego no estamos ante El Señor de las Moscas (aunque algún parecido razonable hay), pero he de reconocer que es una novela jodidamente entretenida, así que merece un respeto, al menos me ha hecho sobrellevar las seis horas y pico del Alvia proceente de Madrid.
Pues eso. Y hasta creo que hay una segunda parte y me temo que hasta una tercera. Pero eso ya no. No hay que pasarse.