"Yo creo, Matilde, que has dado con la piedra filosofal para la novela de éxito, aquella que se venderá como rosquillas reportándote dinero a espuertas: una máquina literaria que cubrirá holgadamente las imposiciones para tu plan de jubilación dorada. Ya no necesitas esforzarte mucho pues tienes diseñado el esquema del éxito. Para el examen de la fama te valen los apuntes de años pasados, sólo hay que darles ligeros retoques; esto es, repetir aquellos personajes simpáticos del último (perdón, "penúltimo") Catón: desde la intuitiva y temperamental Ottavia , el rocoso Kaspar, el razonable y guapo Farag; pero incluyendo a personajes nuevos que refresquen las consabidas tensiones entre ellos; como Isabella, sobrina de la protagonista, adolescente independiente e informática genial; un anciano matrimonio judío que guarda un secreto ancestral, un enemigo adornado de todos los tópicos (en este caso un alto clérigo vaticano)... Por otro lado nos sitúas en espacios familiares para los que vemos los telediarios: Israel y Palestina, Estambul... y fechas la trama en un contexto muy actual con referencias a la crisis económica mundial, al reformador Papa Francisco, a las oscuras tramas vaticanas...
Puedo imaginarme cómo trabajas. Te veo en tu escritorio recortando periódicos, guardando en carpetas informáticas la documentación sacada de la red, elaborando la base de datos de "los misterios de la humanidad"... Te contemplo coleccionando enigmas, fotografiando pruebas y curiosidades, recopilando rompecabezas matemáticos y acertijos lingüísticos. Sé que tienes amigos colaboradores que rastrean libros, periódicos y revistas y que te envían noticias de misterios, antiguos arcanos de los cinco continentes, ingeniosos problemas de civilizaciones exóticas... Me imagino los estantes de tu librería poblados de carpetas azules donde guardas jeroglíficos, cuadrados mágicos, enigmas, acertijos, rompecabezas, charadas, misteriosos pictogramas, grabados enigmáticos... Apuesto por que acumulas gruesos cartapacios con textos subrayados, llenos de anotaciones al margen, con párrafos marcados de amarillo fluorescente... Tengo noticias de que utilizas el corta y pega de relatos de misteriosas expediciones y aplicas sin rubor ideas encontradas por ahí. Sé que bebes muchas veces de fuentes ajenas. De alguna manera tu obra actual es descendiente del "Código Da Vinci" o "The Body" de Richard Sapir llevada al cine y protagonizada por Antonio Banderas. Con todos estos materiales, recompuestos como en un gigantesco puzle, compones el cuadro del misterio y lo rellenas con una historia de amor almibarada que pretende, a veces, ser rebelde, pero se queda en profundamente conservadora; en realidad evitas la transgresión aunque tus personajes se muevan entre parentescos mafiosos, sectas masónicas, intrigas vaticanas... tus protagonistas son inequívocamente "buenos" o "malos", como en un cómic adolescente. En este revoltijo de sectas y misterios se nos hace difícil a veces comprender la trama sin que se nos "vaya la olla" entre tanta traducción de lenguas muertas, dobles sentidos lingüisticos, erudiciones históricas... En ocasiones no queda más remedio que acudir a la lectura en diagonal para pasar por encima de tanta construcción artificiosa.
¿Qué misterio te queda ya por relatar? Has reconstruido la Cruz de Cristo por medio de una secta ultrasecreta, has localizado el Salón de Ámbar, capricho de un zar; porfanaste la tumba del Gran Emperador, encontraste el mítico tesoro de las ciudades de Cíbola y te entrevistaste con los hablantes de un lenguaje con poder para dirigir la voluntad de las personas... y, ahora, acometes la historia de la búsqueda del sepulcro de Jesucristo y de sus hermanos, todo un reto a la fe de la protagonista y de muchos creyentes. Qué será lo próximo: ¿una audiencia con los Dioses? ¿un relato en las Galaxias?
Con una ingenuidad que sonroja construyes las escenas, los diálogos, diseñas los laberintos afectivos... todo dentro de lo políticamente correcto, con la maldad habitando siempre en el otro lado. Al terminar tus obras acabamos percibiendo al mundo como un queso gruyere lleno de galerías ocultas, plagado de sectas y sociedades secretas, movido por una mecánica de complejas conspiraciones. Tras ellas nos dejas la sensación de tu admiración por la informática, tu entusiasmo por los jóvenes de espíritu hacker, anónimos gurús que conocen las claves secretas de la información.
Cada libro que publicas se asienta en una paciente investigación que supera el año. En este caso la novela se articula en torno a el Sermón de la Montaña, en concreto se guía por las Bienaventuranzas (versión del evangelio de S.Mateo). Cada una de ellas lleva asociada una prueba a cual más dolorosa y cruel. Así llegan nuestros protagonistas literalmente quemados, despellejados y anémicos a la iglesia subterránea y secreta que alberca el sepulcro de nuestro Señor. La línea temporal a que sometes a la trama es tan corta que ésta ha de avanzar a trompicones y los conflictos aparecen y se solucionan a velocidad de vértigo. Apenas unas horas para reponerse de cada dolorosa tentativa y pasar al próximo despellejamiento. Son las tuyas carreras de obstáculos con pruebas más o menos ingeniosas y cuyo final todos adivinamos positivo. Quizás tengas que matar algún día a algunos de los protagonistas para mantener la tensión porque los finales son predecibles. En esta última novela, salvo el asesinato de un lejano hijo de los ancianos protagonistas, descubres al final que no ha habido muerte alguna y, apresuradamente, decides despeñar en medio de una gruta y puente abajo a una de las protagonistas más prometedoras: craso error me parece. Esta muerte, inútil y literariamente contraproducente, nos deja un sabor agrio al final de la novela. ¿Pensaste que te salía demasiado light la trama?
Te reconozco, sin embargo, que aumentas mi acerbo cultural con palabras tan sugerentes como paleógrafa ó staurofílake. Confieso también que la novela me ha enganchado (también lo hace un buen cómic) y me la leí en sesiones continuadas y a largos tirones. Mi fantasía conecta muy bien con estas historias.
En fin, Matilde, me gustará que sigas escribiendo novelas así; aunque me las tomaré con ánimo lúdico y juguetón; quizá tienda a criticarte en exceso... en el fondo me lo paso bastante bien con su lectura.