Revista Expatriados

Los mejores y los más brillantes (5)

Por Tiburciosamsa

Resulta interesante que al tiempo que la Junta de Jefes de Estado Mayorestaba elaborando planes para bombardear Vietnam del Norte, realizó unos juegosde guerra, cuyos resultados fueron catastróficos. La simulación mostró que unacampaña de bombardeo no tendría efecto ni sobre la determinación ni sobre lacapacidad norvietnamita de continuar la guerra. Hanoi podía desmantelar ydispersar sus industrias militares en las zonas rurales y seguir combatiendocon un apoyo logístico mínimo. Los estrategas norteamericanos hicieron lo mismoque Bush y los suyos cuando los informes les decían que la invasión de Iraqsería sencilla, pero la posguerra complicadísima: los ignoraron.  
La excusa que utilizarían los halcones para lanzar el bombardeo fue unincidente que ellos mismos provocaron con su estupidez. Habían trasladado unescuadrón de bombarderos obsoletos de Filipinas a la base de Bien Hoa. Eltraslado no tenía mucho sentido y el Departamento de Estado lo habíadesaconsejado. El 1 de noviembre de 1964 el Vietcong atacó la base, destruyóseis de los bombarderos, mató a cinco norteamericanos e hirió a otros setenta yseis. Los halcones lo tomaron como una provocación intolerable, sin ver que laprimera provocación había sido la suya cuando situaron los bombarderos enVietnam. Esa provocación había ido acompañada de la ingenuidad de fiarse de queel Ejército survietnamita garantizaría la seguridad de la base. 
El Ejército empezó a presionar en favor del bombardeo de Vietnam del Nortey se encontró con la desagradable sorpresa de que Johnson tenía sus dudas. Sí,podía aceptar que les tirasen unas cuantas bombas a los jodíos norvietnamitas,pero los halcones no querían eso. Si vas a bombardear, tienes que hacerlo aconciencia, tienes que hacerles volver a la Edad de Piedra y más allá. El restoson mariconadas. Johnson sentía que le estaban llevando hacia la guerra conmayúsculas y estaba incómodo. Pero ya no tenía en su entorno a palomas quehubieran podido plantarse ante los militares y sugerirle otros cursos de acción.
A finales de 1964 un grupo de trabajo encabezado por William Bundy, quienestaba al frente de la sección para Extremo Oriente en la Secretaría de Estadoy había trabajado previamente con McNamara en la Secretaría de Defensa,presentó al Presidente tres opciones: 1) Continuar con el curso de acciónactual, pero añadiéndole alguna acción de bombardeo sobre Vietnam del Norte; 2)Lanzarle un bombardeo tan fuerte, que pensasen que se había desencadenado unterremoto; 3) Un bombardeo moderado del norte.
Era la típica solución burocrática. Para empezar se presentan dos opcionestan extremas, que la que se quiere promover, la intermedia, brilla encomparación. La solución trata de contentar a todos: a los militares, dándolesalgo del bombardeo que buscaban; a los civiles, dándoles la sensación de quepodrían controlar la escala del bombardeo. La solución además de rondón creabalas nuevas reglas de juego: el bombardeo de Vietnam del Norte se convertía enalgo aceptable (obsérvese que las tres opciones presentadas lo incluían) y laposibilidad de una solución política y no militar se eliminaba del menú (ni seplanteaba entre las opciones presentadas). Finalmente, cabría añadir que elequipo de Bundy no había tenido en cuenta los informes de la inteligencia queseñalaban que, ante un bombardeo, lo que haría Vietnam del Norte seríasencillamente escalar su respuesta e intensificar el conflicto. Otracuriosidad: en estas opciones no se planteaba un Plan B, ¿qué hacer si elbombardeo no conseguía sus objetivos?
Johnson sabía que la Junta de Jefes de Estado Mayor le estaba empujandohacia la guerra. También sabía que si lo de Vietnam se torcía, su prioridad,que era su proyecto de Gran Sociedad, se vendría abajo, se convertiría en unrehén de Vietnam. Y sin embargo, dio su visto bueno.  
La noche del 7 de febrero de 1965 el Vietcong atacó Pleiku, en la montañascentrales. Murieron 8 norteamericanos y unos sesenta resultaron heridos. Era laexcusa ideal que necesitaban los halcones. Daba lo mismo que no hubiera pruebasconcluyentes de que fuerzas norvietnamitas hubieran tomado parte, daba lo mismoque el ataque no hubiera sido muy diferente de otros ocurridos en el pasado,con la salvedad de que esta vez habían muerto muchos norteamericanos. ElPresidente Johnson compareció y pronunció un discurso que hubiera parecido másapropiado para el día siguiente de Pearl Harbour, que para el día siguiente deun pequeño ataque: “Amamos la paz.Haremos todo lo que podamos para preservarla para nosotros y para toda lahumanidad. Pero amamos la libertad más y aceptaremos cualquier desafío,responderemos a cualquier amenaza. Pagaremos cualquier precio para asegurarnosde que la libertad no desaparece de esta tierra.” Todo esto tan bonito parajustificar que iban a bombardear a los norvietnamitas por pura frustración.
El 13 de febrero se decidió iniciar los bombardeos. Los optimistas, sobretodo los civiles, contaban con que se forzaría a Vietnam del Norte a la mesanegociadora y no harían falta más esfuerzos, especialmente, no haría faltaenviar tropas de combate. Los realistas hubieran podido recordar que si en 1954EEUU no intervino en ayuda de los franceses con bombarderos fue porque se diocuenta de que los bombarderos tarde o temprano llevarían aparejados el uso de tropasde combate. Los más halcones de entre los halcones en la Junta de Jefes deEstado Mayor eran conscientes de esto. Es más, lo deseaban. Pero todo el ratohicieron creer a Johnson y a los civiles que todo el debate se reducía abombardear o no. 
Un indicio de que a Johnson y a los civiles la escalada se les había ido yade las manos fue que el 22 de febrero el General Westmoreland, que estaba alfrente de las tropas norteamericanas en Vietnam, pidió dos batallones demarines para proteger la base de Danang, desde la que se lanzarían la mayorparte de los raids aéreos. Parecía algo menor, pero iba a ser la primera vezque una unidad de combate norteamericana operase como tal en Vietnam. Se habíaabierto una puerta que ya no sería fácil cerrar.

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