Revista Expatriados

Los mejores y los más brillantes (6)

Por Tiburciosamsa

Para finales de marzo de 1965, después de seis semanas de bombardeo,resultaba evidente que éste no había dado los resultados apetecidos. La únicarespuesta de Hanoi había sido escalar a su vez, no sentarse a la mesa negociadora.La Junta de Jefes de Estado Mayor ya tenía una respuesta preparada para elnuevo estado de cosas: más bombas y tropas de combate. 
Maxwell Taylor era en esos momentos el Embajador norteamericano en Saigon yen los años trascurridos desde que viajara a Saigon con Walt Rostow e hicierasu famoso informe, había adquirido algo de sensatez. Primero había intentadoresistirse a las presiones de los militares para que se enviasen tropas decombate. Viendo que era una batalla perdida, sugirió que sí que se enviasen,pero sólo para crear enclaves seguros, no para combatir. Taylor hizo además unapregunta muy relevante: ¿a partir de qué número de tropas norteamericanas, enlugar de apoyar al Ejército survietnamita lo estarían convirtiendo en un merogorrón, que preferiría que la guerra se la hiciesen los norteamericanos? 
Westmoreland jugaba el juego opuesto al de Taylor. Quería tropas, muchastropas. Su argumento es que los bombardeos podían funcionar, pero necesitaríantiempo. Mientras tanto la situación en el sur se estaba deteriorandomilitarmente. Harían falta 17 batallones para asegurar las montañas centrales,que era la zona más vulnerable. Westmoreland rechazó la idea de los enclaves,diciendo que desmoralizaría a los survietnamitas (como si fuese posible que sedesmoralizaran aún más), al ver que los norteamericanos, mejor armados,adoptaban una posición pasiva. 
El 1 de abril tuvo lugar una reunión clave en la que se debatió lasituación. Una tónica en todo el proceso decisorio sobre Vietnam fue que los civilescreían que se estaban resistiendo a las demandas de los militares, cuando lesconcedían menos de los que les pedían. No se daban cuenta que los militares lesestaban llevando pasito a pasito a su terreno. Esto ocurrió ese 1 de abril:decidieron que a Westmoreland sólo le darían dos batallones de marines y no los17 que había pedido, así como un escuadrón aéreo de los marines; pero, y estoes importante, permitirían que esas tropas interviniesen en operacionesmilitares. Johnson se frotaba las manos, pensando que tenía la situación bajocontrol y que su país realmente no estaba en guerra en Vietnam. La realidad esque era la Junta de Jefes de Estado Mayor la que marcaba el ritmo. Otracuriosidad sobre esa reunión del 1 de abril: se acordó que no se mencionaríapúblicamente que había cambiado el cometido de las tropas. En el fondo sabíanque estaban metiendo a EEUU en una guerra de rondón y no querían que la opiniónpública se enterase.
En mayo y junio la situación militar se deterioró enormemente y no todofueron exageraciones de Westmoreland. El vietcong estaba destruyendo unidadesdel Ejército de Vietnam del Sur a un ritmo pasmoso y ni tan siquiera estabaempleándose a fondo. Westmoreland pidió 35 batallones más otros nueve quepodría necesitar eventualmente. Esta vez encontró un aliado en Taylor que, porsu parte, corroboró que la situación en Saigon era seria. 
El Presidente preguntó a Westmoreland si 44 batallones bastarían paraconvencer a los norvietnamitas de que no podían ganar. Westmoreland respondióque harían falta seis meses para que funcionase. Que para finales de año habríauna relación de poder favorable para EEUU y el Ejército survietnamita. Peroadvirtió que en 1966 harían falta más tropas. Era la historia de siempre:promesas de éxito, pero dejando la puerta abierta a nuevas peticiones derecursos y sin señalar nunca una fecha para la victoria. 
Westmoreland acabó obteniendo lo que pedía y mucho más. Leyendo el libro,uno siente que Johnson era un hombre acorralado. Sabía que estaba cometiendo uninmenso error, pero los militares le estaban tironeando, ya prácticamente noquedaban palomas en su entorno que le aconsejaran un curso de acción diferentey, finalmente, estaba ese ingrediente tan importante en la toma de decisionesde Johnson: los cojones. Él le iba a demostrar a Ho Chi Minh cuál de los dostenía más cojones.

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