Revista Ciencia

Los mercados financieros se basan en el error

Publicado el 26 agosto 2012 por Jesuszamorabonilla
El famoso psicólogo, ganador del premio Nobel de Economía y Ciencias Sociales en 2002, Daniel Kahneman, menciona en su reciente best seller Thinking: fast and slow, una curiosa paradoja sobre el funcionamiento de los mercados financieros.
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LOS MERCADOS FINANCIEROS SE BASAN EN EL ERROR Es sabido que la existencia de los mercados, como del intercambio en general, se basa en el hecho de que los individuos tienen preferencias distintas: cuando yo compro un kilo de melocotones, lo hago porque prefiero tener ese kilo de melocotones y dos euros menos en mi bolsillo, en vez de seguir con los dos euros y no disfrutar de los melocotones; el frutero, en cambio, tiene una preferencia distinta: él prefiere tener los dos euros y perder los melocotones, en lugar de quedarse con los melocotones pero sin los dos euros. Hasta aquí, nada extraño (aunque sí curioso, y que ha dado lugar a muchas reflexiones y lo seguirá haciendo).
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Pero en el caso de los mercados financieros hay una circunstancia peculiar e importante: aquello que se compra y se vende son "activos financieros", que no satisfacen ninguna necesidad o preferencia inmediata, sino que se valoran casi exclusivamente por una cualidad específica: su rentabilidad futura esperada. Es cierto que puede haber algunas diferencias, como si los activos tienen vencimiento (p.ej., los bonos del estado) o no (como las acciones, o las "mortificaciones preferentes" de tan mala y merecida prensa), o si el vencimiento es a un plazo más o menos largo, pero si hay un mercado fluido en el que los activos se pueden comprar y vender en cualquier momento, esas diferencias son irrelevantes: la empresa que emite acciones cotizadas en bolsa no tiene la obligación de devolver el dinero a quienes las suscriben, pero éstos las pueden vender cuando quieran, al precio que tengan en el mercado llegada la ocasión. También es verdad que algunos activos, en especial las acciones, pueden ser deseadas no sólo por su rentabilidad, sino por el poder que otorgan (cuando se poseen muchas) para influir en el comportamiento de la empresa a través de las juntas de accionistas. Pero centrémonos en el caso de aquellos compradores y vendedores de activos que sólo están preocupados por la rentabilidad futura, y nada más.
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La pregunta, obvia como la luz del día, pero que no se me había ocurrido hasta leerla en Kahneman, como supongo que a mucha otra gente, es: ¿qué puede tener un determinado título -pongamos, un bono del estado  español a 3 años, emitido al 4 % de interés anual- para que yo lo posea y lo quiera vender, mientras que otra persona me lo quiera comprar? Naturalmente, es posible que yo ande falto de liquidez y quiera ir deshaciéndome de mi cartera de activos. Pero pensemos en el caso en el que "yo" soy (como es el caso típico en esta situación) un fondo de inversión preocupado únicamente por maximizar la rentabilidad de mi cartera, de modo que si vendo un activo, será para comprar con el dinero de su venta otro activo que crea que es más rentable? Es perfectamente lógico que yo quiera vender aquel activo y comprar otro en su lugar (p.ej., letras del tesoro finlandesas), porque piense que la rentabilidad del segundo será más alta. Pero la cuestión es: si lo que yo pienso acerca de la rentabilidad de los bonos españoles y letras finlandesas es correcto, ¿por qué hay alguien dispuesto a comprar mi bono español, en vez de usar ese dinero, como hago yo, en comprar letras finlandesas?
LOS MERCADOS FINANCIEROS SE BASAN EN EL ERROR .
Obviamente, el hecho de que mucha gente quiera vender sus bonos españoles hace que baje su precio y, por lo tanto, aumente su rentabilidad, hasta que ésta se iguale con la rentabilidad esperada de las letras finlandesas. Pero el caso es que, para que ese proceso de igualación ocurra, alguien tiene que comprar mi bono español antes de que el proceso finalice, pues si ya hubiera finalizado cuando yo vendo mi activo, entonces me daría igual venderlo o no, pues lo que voy a comprar en su lugar es por hipótesis igual de rentable.
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Por lo tanto, cuando sucede una compraventa de un activo financiero (que esté motivada únicamente por las creencias de los agentes sobre la rentabilidad futura de ese activo), ocurre necesariamente que el vendedor piensa que el activo va a ser menos rentable de lo que piensa el comprador: yo le vendo a mi bono del tesoro a alguien que cree que es más rentable de lo que creo yo que es. Luego al menos uno de los dos se equivoca necesariamente.
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Así, el hecho de que los agentes económicos estén sistemáticamente equivocados (no que sus equivocaciones sean sistemáticas y por tanto predecibles, sino el que por sistema algunos de ellos no acierten en sus estimaciones, aunque lo hagan de manera aleatoria) resulta ser una condición de posibilidad para la existencia de los mercados financieros. Si esto tiene alguna consecuencia política o económica interesante, ya lo veremos.Enrólate en el Otto Neurath

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