Sylvester Stallone sorprendió hace años a propios y extraños al rodar dos cojonudas películas partiendo de sus más que agotadas franquicias: John Rambo y Rocky Balboa. El final de la historia del boxeador italiano era un canto al pasado rodado con cariño y con un deje nostálgico que desembocaba en una buena pelea que demostraba que Stallone seguía siendo capaz de partirte la cara pese a tener la edad de tu abuelo. Y John Rambo era la película de acción más burra y sangrienta de los últimos años, y te dejaba con la sensación de haber merecido la pena el precio de la entrada.
Y luego llegó ‘Los Mercenarios’, la película donde Stallone reunía a unos cuantos amigotes que incluían a Jet Li, Jason Statham, Dolph Lundgren y añadía unos cameos estelares de Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger, para aderezar. La película estaba bien, para lo que podía haber sido, y era un paso más en un camino ascendente de un tipo que se había reinventado de nuevo haciendo lo mismo de siempre. Y de paso, recordarnos que el cine de acción pertenece a unos actores que, aunque sobrepasen los sesenta, siguen en pie de guerra.
Pero, por desgracia, había pequeños defectos en la película original, que podían haber sido pulidos en la siguiente. Pensando en alargar las apariciones de Rambo y McClane. (El primero, pensando en volver al cine tras su divorcio multimillonario, y el segundo, divirtiéndose un poco), o con la aparición de otros grandes de la industria del videoclub. ‘Los mercenarios 2’ prometía elevar el listón que habían dejado antes y llevarlo todo un poco más allá.
La segunda entrega no ha estado dirigida por Stallone, sino que ha estado al cargo de Simon West, director de Con Air. La historia es bastante parecida a la primera y empieza de la misma forma: una pequeña aventura en la que los mercenarios se encuentran inmersos en un trabajo anterior, que consiste en el rescate de un multimillonario chino. Pero, cuando llegan allí, también tienen que rescatar a otro famoso cazarrecompensas que se metió en problemas al intentar adelantarles: Arnold Schwazenegger.
Si nos fijamos bien, veremos que Jet Li, que aparece poquísimo en esta película, tiene un par de escenas justo al comienzo, y desaparece con el millonario chino. Su disponibilidad era incompatible con la de esta película, de modo que su ausencia es un bajón a la película, ya que sus piques con Lundgren eran lo mejor de la cinta original. Para sustituirle, aparece Maggie, una chica asiática que monta en moto y que, en una de las peores frases del guión, asegura que “domina los combates”. No se nota, tranquila.
El señor Iglesia, al que ¿interpreta? Bruce Willis, está bastante disgustado con el trabajo anterior del grupo de Barney Ross, y les obliga a ir a recoger una mercancía que se encuentra en un avión derribado antes de que lo haga nadie. Así nos damos cuenta de que hay otro chico en el grupo, un soldado joven y guapo interpretado por Liam Hemsworth, y que, por desgracia, no tarda en morir a manos de Jean Claude Van Damme.
La aparición de Van Damme es la típica, como también lo es la del villano secundario, que nada más verle aparecer sabemos que acabará asesinado y acuchillado de alguna forma por Jason Statham. Van Damme hace de Vilain, un hombre que ha conseguido la localización de una gran cantidad de plutonio que está dispuesto a vender al mejor postor, y la verdad es que sus intenciones le darían igual al grupo de los mercenarios si éste no hubiera cometido el error de acabar con uno de los suyos.
La venganza, pues, con Barney mandando a Iglesia a la mierda, es el giro del guión, un recurso típico del cine de acción. Y la verdad es que acción es lo que da la película, pero con algo de peor ritmo que la vez anterior. Lundgren tiene mayor importancia y no veo dónde está el gran trabajo de Van Damme que todos admiraron en su momento. Cumple como villano, sí, pero creo que la gracia es más porque todos conocemos los nombres de los actores y los vemos como algo muy familiar que por el trabajo que realizan. No está a la altura de un villano como el malo maloso de John Rambo, a quien te entran ganas de matarlo nada más verlo aparecer, ni resulta especialmente detestable. La cinta cae en el terreno de la autoparodia en varias ocasiones, lo cual era lo que buscaban, pero que podría estar mejor hecho. Pero al fin y al cabo, es una película para fans, no para el gran público, es para gente que sabe lo que va a ver, y no le importa exigir un mínimo. Un detalle que ha hecho que los responsables de la película se relajen, y que cuando llega el momento de la entrada de Chuck Norris, asistas ante un repertorio de chistes malos que hicieron al actor resurgir del más hondo de los infiernos profesionales. No digo que esté mal, digo que podrían habérselo currado un poquitín más, tampoco mucho.
Para entonces, sabemos que vamos a tener una escena de acción, rodada en un aeropuerto, y que involucrará a las tres figuras más importantes del cine de acción, Willis, Stalone y Schwarzenegger, y que es ahí donde pondrán toda la carne en el asador. La escena no está nada mal, pero a veces da hasta un poco de miedo ver a Schwarzenegger moviéndose, ya que da la sensación de que se vaya a desarmar en cualquier momento. Le cuesta hasta andar y echamos en falta un poco más de acción física y menos repetir frases como “He vuelto”, “Dile Sayonara Baby a tu culo” o incluso un “Yippie Kay Yey”. Sabemos que son míticas, y esperamos verlas, pero su aparición es tan forzada que pierde un poco la gracia para dejarte con cara de vergüenza. Incluso hay escenas donde se nota demasiado el rostro digital de Stallone insertado sobre el doble en las escenas de lucha.
El combate final entre Stallone y Van Damme demuestra que el segundo sigue siendo capaz de saltar y moverse como antes, pese a los problemas con las drogas que le dejaron el cerebro frito y una incapacidad en ocasiones para estarse quieto en mitad de un plano. Ellos dos son los que mejor parados salen en esta película con una pésima integración del poco CGI que utilizan, del aspecto que tendría cualquier película directa a DVD, un guión inexistente y momentos menos épicos que la anterior. Tal vez es que la sorpresa ya se ha ido, quizá es que “menos es más” y un cameo resultaba más satisfactorio que tirarse los unos a los otros sus “punch-lines”, tal vez es que ni siquiera se preocuparon de sacar un producto decente con tal de que fuera rápido y sin problemas, o tal vez, simplemente haya sido mala suerte, y Los Mercenarios 2 no haya estado a la altura de lo que ellos esperaban.
Sin embargo, parece haber tenido mejor acogida entre el público y crítica que la anterior, y como película para pasar el rato, resulta bastante disfrutable dentro de su género. No pasará a la historia en las filmografías de sus actores, tal vez, ni siquiera como curiosidad, pero si dispones de hora y media, tienes palomitas, es sábado y no te apetece moverte del sofá, es una película perfecta. Esperemos que la tercera logre remontar este bajón, porque la presencia de Jackie Chan y Nicholas Cage (o incluso los soñados Harrison Ford y Clint Eastwood, de presencia más que improbable) no garantiza buen entretenimiento, sino que hay que saber cómo administrarlo y cómo conseguir que lo que vas a ver no sea una pasta indigesta sin ritmo ni gracia, a la que le cuesta arrancar, que se estrella estrepitosamente antes de despegar y a las que todas las películas con amplio y famoso reparto están muy cerca de convertirse.