El miedo en sí mismo cumple una función adaptativa importante en el ser humano. Gracias a él, desde que somos pequeños aprendemos a alejarnos de aquellas cosas que podrían ser peligrosas para nosotros, dadas las sensaciones de ansiedad que experimentamos en esos momentos.
En teoría, los miedos infantiles son, por lo general, algo pasajero. Una vez que el pequeño va cumpliendo años y superando etapas de su vida, dichos miedos dejan de tener sentido. Por desgracia, esto no siempre ocurre así.
Hay ocasiones en las que, ya sea por razones como el haber tenido unos inadecuados modelos parentales, el haber experimentado ciertas situaciones traumáticas o, simplemente, el hecho de haber presenciado acontecimientos negativos en otras personas en relación a cierto estímulo; puede ocurrir que estos miedos se mantengan durante más tiempo del deseable, afectando notablemente a la calidad de vida del chico o la chica y de su familia.
Para que nos situemos un poco, comentaremos los cinco miedos infantiles esenciales que se han distinguido, en función de la edad y del objeto de dicho miedo:
-Miedo a los animales: sería la típica reacción fóbica que puede suscitarnos cierto animal o el hecho de sufrir daños ante su aparición. Es quizá uno de los miedos infantiles más precoces y, en cierto modo, es comprensible evolutivamente.
-Miedo a lo desconocido/extraños: oscuridad, fantasmas, tormentas o ciertos lugares podrían englobarse en esta categoría. Junto con el anterior, suele forjarse en torno al primer y segundo año de vida del pequeño, aunque pueden aparecer incluso en la edad preescolar.
-Miedos médicos: más propios de la etapa entre los 6 y los 11 años. Son aquellos en los que el niño experimenta temor ante la posibilidad de un daño físico (inyecciones, procedimientos médicos, etc).
-Miedo al peligro o muerte: se trata de un miedo que permanece constante durante los primeros años de vida del infante. Afortunadamente, suele resolverse espontáneamente en torno a la adolescencia.
-Miedo al fracaso y a la crítica: constituye un temor muy característico de la etapa preadolescente o incluso adolescente. En él, la persona se siente preocupada y ansiosa ante las posibles críticas o el rechazo de sus compañeros.
Como vemos, existe una gran variedad de situaciones que pueden suscitar un cierto reparo en los más pequeños y en los no tan pequeños, el cual puede ir desde aprender a sufrirlas con relativa ansiedad hasta la necesidad de evitarlas constantemente. El hecho de que ocurra una cosa u otra dependerá de multitud de factores como los comentados anteriormente, además de la propia vulnerabilidad biológica y psicológica del chico/a.
En posteriores artículos iremos revelando algunas de las técnicas psicológicas que se han mostrado más eficaces para esas situaciones en las que estos miedos pueden llegar a complicarse y convertirse en fobias.
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