Revista Cultura y Ocio
Soy de los privilegiados que ya han visto la película «Los miserables», de la que dicen que va a ser uno de los filmes del año. Estoy de acuerdo. Me ha parecido soberbia, grandiosa y tan emocionante como el musical en el que está basada.
«Los miserables» es una leyenda del teatro musical. Ha cumplido veintisiete años en cartel en Londres de forma ininterrumpida (primero en el Barbican Center, luego en el Palace Theatre y ahora en el Queen's Theatre). La han visto, según los datos de la productora, cerca de sesenta millones de personas en más de cuarenta países de todo el mundo, así que a la hora de acometer el proyecto de llevarla al cine se contaban con ciertas garantías (también las tenía «El fantasma de la ópera», pero la película fue un fracaso). Se habló muchas veces de esta adaptación, pero no terminaba de concretarse.
El encargado de llevarla a puerto ha sido Tom Hooper, el director de «El discurso del Rey» (a mí no me entusiasmó demasiado ese filme), que ha logrado el difícil equilibrio entre la cercanía y el alejamiento del musical para dotar a la película de una personalidad propia. Más que las escenas espectaculares, como el arranque con los presos o la construcción de la barricada, que están asombrosamente rodadas, me ha llamado la atención la cantidad de primeros planos -muy, muy cercanos- con los que, apoyado en la música, consigue ofrecer los sentimientos de unos personajes de una intensidad extraordinaria, con el dolor, la esperanza, la furia... brotándoles de la mirada.
Naturalmente, para ello ha contado con unos actores magníficos. Sobresalientes, a mi gusto, Hugh Jackman, que encarna a Jean Valjean (por tesitura es más Javert, pero de la parte musical hablaré más adelante) y que tiene la nobleza, el coraje, el miedo y la humanidad marcados en su rostro (su transformación física es fantástica); Anne Hathaway (Fantine), con la fragilidad y la desesperación presentes y palpitantes en su conmovedora interpretación; y Eddie Reymane, que le da a Marius una humanidad y un carácter que muchas veces le falta en el teatro.
Puestos a ponerle peros a la película, me parece que no saca todo el partido posible a los Thénardier, algo diluidos. El «Master of the house», con planos muy cortos, me parece la escena más floja de la película. Hay cambios de orden en varias canciones, cortes musicales (sobre todo en recitativos y coros) y diálogos añadidos que no me parecen relevantes, y que van a favor de la historia. Y también ha rellenado Hooper algunas fisuras de la historia, que en el teatro pueden pasar desapercibidas, pero no en el cine, y que completan el relato ayudando a comprenderlo (el personaje del abuelo de Marius, el encuentro de Javert con el hombre al que salvó la vida al rescatarlo del carro...)
Y el gran acierto para mí: hacer que los actores canten en directo. Podría parecer arriesgado, porque no hay en el reparto cantantes de primera fila Hooper ha preferido contar con grandes actores que puedan cantar (muy bien todos) con convicción y dramatismo, expresando sus sentimientos de una manera íntima o cercana. Y a eso les ayuda sobremanera el poder cantar en directo (un pianista tocaba como referencia que ellos escuchaban a través de pequeños auriculares, y luego se añadía la orquesta). Eso ha dotado de verdad a una historia que nos muestra personajes nada estereotipados, de carne y hueso, y con una profundidad extraordinaria. No creo que en España exista la versión doblada, pero si la hay huíd de ella. Sería una película diferente y, seguro, mucho peor.
«Los miserables» es una leyenda del teatro musical. Ha cumplido veintisiete años en cartel en Londres de forma ininterrumpida (primero en el Barbican Center, luego en el Palace Theatre y ahora en el Queen's Theatre). La han visto, según los datos de la productora, cerca de sesenta millones de personas en más de cuarenta países de todo el mundo, así que a la hora de acometer el proyecto de llevarla al cine se contaban con ciertas garantías (también las tenía «El fantasma de la ópera», pero la película fue un fracaso). Se habló muchas veces de esta adaptación, pero no terminaba de concretarse.
El encargado de llevarla a puerto ha sido Tom Hooper, el director de «El discurso del Rey» (a mí no me entusiasmó demasiado ese filme), que ha logrado el difícil equilibrio entre la cercanía y el alejamiento del musical para dotar a la película de una personalidad propia. Más que las escenas espectaculares, como el arranque con los presos o la construcción de la barricada, que están asombrosamente rodadas, me ha llamado la atención la cantidad de primeros planos -muy, muy cercanos- con los que, apoyado en la música, consigue ofrecer los sentimientos de unos personajes de una intensidad extraordinaria, con el dolor, la esperanza, la furia... brotándoles de la mirada.
Naturalmente, para ello ha contado con unos actores magníficos. Sobresalientes, a mi gusto, Hugh Jackman, que encarna a Jean Valjean (por tesitura es más Javert, pero de la parte musical hablaré más adelante) y que tiene la nobleza, el coraje, el miedo y la humanidad marcados en su rostro (su transformación física es fantástica); Anne Hathaway (Fantine), con la fragilidad y la desesperación presentes y palpitantes en su conmovedora interpretación; y Eddie Reymane, que le da a Marius una humanidad y un carácter que muchas veces le falta en el teatro.
Puestos a ponerle peros a la película, me parece que no saca todo el partido posible a los Thénardier, algo diluidos. El «Master of the house», con planos muy cortos, me parece la escena más floja de la película. Hay cambios de orden en varias canciones, cortes musicales (sobre todo en recitativos y coros) y diálogos añadidos que no me parecen relevantes, y que van a favor de la historia. Y también ha rellenado Hooper algunas fisuras de la historia, que en el teatro pueden pasar desapercibidas, pero no en el cine, y que completan el relato ayudando a comprenderlo (el personaje del abuelo de Marius, el encuentro de Javert con el hombre al que salvó la vida al rescatarlo del carro...)
Y el gran acierto para mí: hacer que los actores canten en directo. Podría parecer arriesgado, porque no hay en el reparto cantantes de primera fila Hooper ha preferido contar con grandes actores que puedan cantar (muy bien todos) con convicción y dramatismo, expresando sus sentimientos de una manera íntima o cercana. Y a eso les ayuda sobremanera el poder cantar en directo (un pianista tocaba como referencia que ellos escuchaban a través de pequeños auriculares, y luego se añadía la orquesta). Eso ha dotado de verdad a una historia que nos muestra personajes nada estereotipados, de carne y hueso, y con una profundidad extraordinaria. No creo que en España exista la versión doblada, pero si la hay huíd de ella. Sería una película diferente y, seguro, mucho peor.